A través de la poesía, Manuel Francisco Reina lleva al lector por un viaje romántico por los escenarios de las Antillas Menores basada en su experiencia. Con este telón de fondo, el conocido autor construyó Las Islas Cómplices (El Toro Celeste), un poemario que publicó en 2004 y que fue galardonado con el Premio Bahía de Poesía y que, diez años después, volverá a ver la luz en librerías en una nueva edición. Concebido casi como un diario lírico de viaje amoroso, el libro sigue la ruta del periplo caribeño de dos amantes, desde la partida en un barco hasta el recorrido por distintas islas tropicales. Cada poema funciona como una escala en ese itinerario emocional y geográfico, construyendo una secuencia narrativa íntima.

El autor desgrana en una entrevista con ElPlural.com las claves de su poemaria que, pese a los años trascurridos, su significado, lejos de decaer, adopta un nuevo giro que, para quien se introduzca en sus palabras, puede sentirse cómplice. 

PREGUNTA (P): ¿Qué nos puedes contar de tu poemario, Las islas cómplices?

RESPUESTA (R): Es un libro muy especial para mí. Surge en un momento vital muy concreto, en el que sentía la necesidad de volver a una poesía más esencial, más directa, y que al mismo tiempo no renunciara a la profundidad. Es un libro que se pregunta por el amor, por la memoria, por la pérdida, pero también por la complicidad, que es algo que está en la raíz del amor verdadero.

P: ¿Y a qué se debe este título?

R: Porque me interesa mucho la idea de las islas como metáfora de las personas. Somos islas, sí, pero también podemos ser cómplices unas de otras. El título surge de un verso de uno de los poemas del libro, y me gustaba esa imagen: islas que no están solas, sino que se reconocen y se tienden puentes. Venía de una etapa bastante convulsa, tanto a nivel personal como social. Creo que muchos vivimos en estos últimos años una especie de introspección forzada, de confrontación con nosotros mismos. En ese contexto, escribir estos poemas fue también una forma de resistir, de mantener una llama encendida.

P: Inicialmente pensó rendir homenaje a Juan Ramón Jiménez. ¿Qué significado tiene ese título y qué relación guarda su obra con la del célebre autor? 

R: Juan Ramón está siempre, es inevitable. Para mí es el poeta que lo cambió todo, que entendió que la poesía no puede desligarse de la exigencia, de la búsqueda constante de la belleza esencial. En Las islas cómplices hay una deuda con él, sobre todo en esa idea de depurar, de ir más allá del adorno para encontrar lo verdadero. Y también en su concepción del poeta como alguien que se desgarra para dar luz.

P: ¿Qué temas atraviesan estos poemas?

R:: El amor, sin duda. Pero también el duelo, el paso del tiempo, la memoria, el cuerpo... La poesía para mí es un espacio donde todas esas capas se entrecruzan. No me interesa una poesía que solo sea contemplativa; me interesa la que interroga, la que incomoda a veces, pero también la que consuela.

P: ¿Dirías que este libro es más íntimo que otros anteriores?

R: Totalmente. Es un libro más desnudo, quise ir al hueso de las cosas. A veces con una sola imagen, un solo verso, quería que se entendiera todo un mundo emocional.

P: ¿Te has inspirado en alguna tradición o autor en particular?

R: Sí, siempre hay voces que te acompañan. Luis Cernuda, por ejemplo, es una presencia constante en mi escritura. También Alejandra Pizarnik, y algunos místicos. Pero más que una referencia directa, es una forma de entender la poesía: como algo que viene de muy dentro, que atraviesa lo racional y va hacia lo esencial.

La poesía está en muchos lugares donde no la reconocemos

P: ¿Crees que la poesía sigue teniendo un papel relevante en los tiempos que corren?

R: Sí, de hecho, creo que nunca ha dejado de tenerlo. La poesía está en muchos lugares donde no la reconocemos: en una canción, en una consigna, en una conversación profunda. Lo que pasa es que no siempre se publica en libros ni se lee en silencio. Pero sigue siendo una forma de pensar el mundo.

P: ¿Cómo valoras que la poesía encuentre caminos con lo social y lo político?

R: Toda poesía es política, incluso cuando dice que no lo es. El solo hecho de escribir desde una identidad concreta, desde un cuerpo, desde una memoria, ya es un acto político. Yo no creo en la neutralidad. Creo en la belleza, sí, pero no como evasión, sino como resistencia.

P: ¿Hay algo que le entusiasme o preocupe del rumbo que lleva la literatura actual? Tanto por los hábitos que quizás se han perdido o, como prueba favorable, iniciativas como la Feria del Libro que la mantienen viva.

R: Me entusiasma que haya nuevos lectores, que haya nuevas voces, que se esté leyendo con una mirada distinta, incluso desde plataformas que antes no se asociaban con la literatura. Pero me preocupa que se pierda el rigor, la exigencia. Que todo se convierta en producto. La poesía, por ejemplo, no puede medirse con criterios de mercado. Y aunque me alegra ver la Feria del Libro llena, también me inquieta que se pierda el sentido de profundidad, de diálogo, que para mí es esencial en la literatura.

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