En la cubierta de la edición española de este volumen, traducido por Juan Carlos Postigo Ríos, vemos la imagen de un sonriente Mark Strand. Lejos de la gravedad que se les suele suponer a los poetas, sobre todo si son viejos o si ya han muerto, agrada encontrarse con esa sonrisa que desafía los tópicos. Esa actitud de la portada es coherente con el interior, donde Strand se sirve a menudo del humor para establecer sus análisis y las relaciones entre poesía, imagen, pasado, memoria, olvido… En la tercera página dice: La verdad es que escribir no reporta ningún goce, al menos a mí, puesto que cuando pienso en mis momentos más felices, ninguno tuvo lugar mientras escribía. Y ése es otro de los desafíos del autor en su papel de ensayista: sigue siendo un hombre escurridizo que transita por donde no se le espera y escapa a las convenciones.
Pero esos sólo son dos de los hallazgos de este libro de escritura minuciosa, que abarca un total de dieciocho textos, algunos de los cuales escapan a la categoría de ensayos porque en ellos aplica métodos propios de la ficción, del testimonio y de la parodia.
En "Abecedario de un poeta", por ejemplo, construye mediante píldoras breves una especie de semblanza de sí mismo, de sus gustos y de su actitud ante la vida. En "Traducción", con mucha sorna, se sirve de diálogos ficticios con su hijo de cuatro años, la maestra del niño o su marido para debatir consigo mismo sobre la traducción de poemas. En "La vida secreta de la poesía" regresa al pasado para contarnos que sus padres no eran precisamente lectores; tras la muerte de su madre, sin embargo, Strand publicó su primer libro de versos y su padre se convirtió en lector suyo, aunque no supo explicar qué sentía al leer los poemas. En "Fantasía sobre las relaciones entre poesía y fotografía" utiliza de nuevo sus recuerdos familiares y el álbum de fotos para establecer diferencias y similitudes entre dos formas artísticas.
Además del Strand confesional y ensayista y con tendencia a fantasear, también tenemos su vertiente como crítico o reseñista en esos análisis, brillantísimos, sobre Joseph Brodsky o sobre algunos poemas sueltos de Emily Dickinson, Robert Lowell o William Wordsworth.
Sobre nada y otros escritos es un volumen para subrayar, para leer con atención, para maravillarse con pensamientos como éstos: Me interesa tanto el olvido como la nada. El olvido, la plenitud de olvidar, las posibilidades de olvidar. La libertad de la desmemoria. Es el verdadero comienzo de la poesía.