El mundo del cómic (llámese novela gráfica o como lo queramos denominar) lleva tiempo asumiendo riesgos que uno, como lector, extraña en otras formas literarias.  Por lo general presentan contenidos tan rompedores que uno no tiene otra que admirar el trabajo de escritores, dibujantes y editores. Atraído por esta dinámica converso con un creador que también publica libros de cómics, Ata Lassalle.

Edgar Borges: - ¿Cómo y por qué un dibujante se mete a editor?
Ata Lassalle: - En el mundo del cómic alternativo es bastante habitual ocupar esa doble función de dibujante y editor. En un primer momento generas un material que difícilmente tendrá cabida en publicaciones mayores o generalistas, así que la opción de montar tu propia revista, sello o fanzine, el famoso DIY, es una manera de darle salida. Si eres un poco dinamizador, acabas convocando a otros autores afines, si también te interesan los procesos, te encargas de la producción gráfica… y casi sin comerlo ni beberlo, empiezas a ser un poco editor. Debía tener 15 años cuando sacábamos los primeros fanzines que vendíamos por bares y tiendas de cómics en el País Vasco.

E.B: - ¿Qué logras como editor que no puedas hacer como dibujante?
A: L: - Rodearme de gente con un talento inmensamente superior al mío. Participar en procesos con gente a la que admiro y poder dar a conocer obras que difícilmente verían la luz de otro modo.

"Nos interesan los libros que no tienen cabida en otro sello editorial, es lo que justifica nuestra existencia"

E.B: - ¿Qué diferencia a Autsaider Cómics de otros sellos editoriales?
A.L: - Nos interesan los libros que no tienen cabida en otro sello editorial, es lo que justifica nuestra existencia. No hacer lo mismo que otros. Además de que sean excepcionales en algún sentido y que abran puertas a pensar diferente, pero evitando rollos pretenciosos. Hay una sutil conexión entre todas las publicaciones de Autsaider. Un mimo y esmero en la producción y diseño para que cada libro sea un poco objeto, es otra de las características de la editorial, aunque es algo casi involuntario, un disfrute, una inercia por el puro placer de hacer bien las cosas.

E.B: - Irene Márquez, Valero Sanmartí, Magius, Dum Dum Pacheco. Son algunos de los autores de tu editorial. De una manera u otra ¿qué les identifica?
A.L: - Todos ellos hacen libros y cómics que se salen del carril del pensamiento oficial, son disruptivos y transgreden discursos convencionales y narrativas estándar. Puede sonar cursi, cuando ellos no lo son para nada, jajaja, pero son voces únicas en la literatura y el cómic. No hay otro Valero, otra Irene u otro Dum Dum.

"Saber que hay un número razonable de lectores que busca obras en las que no se hagan concesiones al mercado, permite ser más rompedor"

E.B: - Creo que hoy la novela gráfica es más rompedora que otras formas literarias, ¿estás de acuerdo, creativamente hoy se arriesga más en este género?
A.L: - Lo que sí es cierto es que en España el peso del underground, de lo independiente y alternativo en el mundo del cómic es mucho mayor que en otras disciplinas. No es que sea lo dominante, pero desde luego tiene presencia y reconocimiento dentro del sector. Supongo que perdura la estela de las cabeceras históricas de los 80 y la cultura de fanzines de los 90. Queda cierta vocación de transgredir, de ir más allá de los límites, de creernos un poco cultura subterránea… A veces ese estar menos expuestos o el saber que hay un número razonable de lectores que busca obras en las que no se hagan concesiones al mercado, permite ser más rompedor.

E.B: - ¿Qué esperas lograr en los próximos meses?
A.L: - Nada muy ambicioso, en realidad. Que los libros que tenemos en marcha queden espectaculares, a la altura de su contenido. Lo próximo va a ser «Phantastykon Satanas» de Víctor Dvnkel, un grimorio de ultraviolencia metafísica, una cosa muy extrema… 666 copias numeradas, para que te hagas una idea. Y por otra parte «Melody, diario de una stripper», que es la autobiografía, escrita y dibujada por Sylvie Rancourt, que trabajó como bailarina erótica durante años en Montreal. Y en ese tiempo y en esos mismos locales en los que bailaba desnuda, vendía los cómics en los que contaba su vida, coprotagonizados por jefes, clientes raros, novios, compañeras… un libro muy curioso, inocente y crudo a la vez, totalmente intuitivo y amateur, pero con una narración adictiva y perfectamente estructurada.