Mucha literatura se ha construido a partir de los Coming age. Libros que recrean y exploran una época crítica, los años de adolescencia y juventud, y el desarrollo y cambios de personalidad en ese tránsito a la madurez. El guardián entre el centeno, El señor de las moscas, Mujercitas, Vida y opiniones del Caballero Tristam Shandy, Las aventuras de Tom Swyer, El Gran Gatsby, Las tribulaciones del estudiante Törless, La Metamorfosis, Menos que cero, Crezco, algunos Relatos de Cortázar, Tokio Blues, Arrancad las semillas, fusilad a los niños, Las ventajas de ser un marginado o, en literatura española, El camino, Historias del Kronen, Héroes…

La segunda novela de Nickolas Butler, que ya nos sedujo (y mucho) con otra novela en gran medida generacional, Canciones de amor a quemarropa, y además de escritor ha trabajado en el departamento de mantenimiento de Burger King, de vendedor de perritos calientes, en un tostadero de café y de dependiente en una licorería, nos habla ahora de lo que ha significado crecer a la adultez en los cambiantes Estados Unidos durante los últimos 50 años, y en lo que significa despegarse del universo de la adolescencia y sus códigos, para empezar a sumar los años, vértigo y problemas de comunicación que generan ser un adulto.

La nobleza del boy scout

El corazón de los hombres, que edita Libros del Asteroide, es una narración fascinante, hipnótica y algo autobiográfica, Butler la ha inspirado en episodios de su propia juventud y paternidad. Así, él mismo acudió, entre los 7 y los 17 años, a un campamento de Boy Scouts en su Wisconsin natal, y en uno de ellos se desarrolla esta narración que se extiende a lo largo de tres generaciones.

Quizá en el siglo XXI, los ideales scouts de lealtad, valentía o bondad que se inculcaban en los Scouts en los años en que se ubican las primeras páginas de este libro hayan mutado de sentido. Pero el pobre Nelson, uno de los protagonistas de esta historia, se los tomaba muy a pecho aquel verano de hace cinco décadas, y los ha mantenido impertérritos hasta hoy.

Un chaval que solo quería hacer las cosas bien

Nelson quería hacer las cosas bien. Le gustaba el colegio, le gustaban los Boy Scouts. Se esforzaba en conseguir insignias y en perfeccionar su estilo a la corneta. Su actitud agradaba a muchos adultos, pero no a su padre, un hombre sumido en sus propias decepciones personales que le exigía a su hijo más entereza ante los antipatías y hasta abusos que tantas ansias de perfección le ocasionaban entre sus compañeros.

No lo aceptaban, y eso él no lo llevaba bien. Hasta que se granjeó la amistad del líder de todos ellos: Jonathan. Al acomplejado Nelson le choca despertar interés en alguien tan popular, pero la amistad fluye y reverdecerá décadas más tarde, en el segundo tramo del libro, cuando Jonathan, ya adulto, infeliz, alcohólico y presa de problemas de todo tipo en casa, lleve a su hijo adolescente al mismo campamento de Boy Scouts en el que conoció a Nelson, quien, ahora, como veterano de Vietnam, lo dirige.

La guerra transformó a Nelson, le hizo ver cosas inhumanas con las que hubo de aprender a vivir. Se ha convertido en una persona íntegra, heroica, pero no tanto por haber sido fuerte o combatir en una trinchera, como por elegir, en lugar de lamerse las heridas o hablar con superioridad, resultar liviano en el planeta. Por mantenerse firme en sus valores en las situaciones cotidianas y menos glamurosas, y erigirse como inspiración para las generaciones más jóvenes. Nelson ha vuelto al campamento para convertirlo en un refugio de bondad en medio de un mundo que convertimos, también a base de pequeños gestos y egoísmos, en un lugar decepcionante, ilógico, cruel.

La figura de la madre

Este libro, multigeneracional y epopéyico, termina con unas páginas dedicadas a una mujer, a una madre, como complemento a la perspectiva de las relaciones paterno filiales que han descrito la relación de Nelson y su padre, y la de Jonathan y su hijo. Esta mujer es, precisamente, la nuera de Jonathan, que, tras otra elipsis temporal, lleva a su hijo al campamento, donde encuentra no pocas dificultades al ofrecerse voluntaria siendo mujer. Ella, que también es una heroína cotidiana en su propia familia, capaz de mantenerla unida. Tras tanto vaivén, queda un interrogante final: qué pasará con este campamento con solera. Qué pasará con todo lo que representa.