Alfonso Goizueta (Madrid, 1999) se convirtió en 2023 en el finalista más joven de los Premios Planeta, por la novela histórica 'La sangre del padre', un retrato sobre la figura de Alejandro Magno, centrada sobre todo en la persona que se escondía detrás del gran estratega. Dos años después vuelve con 'El sueño de Troya' (Planeta), su novela más difícil, según nos ha confesado en el transcurso de una entrevista. Cinco versiones diferentes, las dos primeras escritas a mano, que casi acaban con el autor. "Hubo momento en los que me obsesioné tanto con la historia que sentí que me estaba pudriendo la cabeza", asegura.
'El sueño de Troya' recupera la controvertida figura de Heinrich Schliemann, el millonario prusiano obsesionado con los clásicos que, con la Iliada bajo el brazo, capitaneó una expedición a la colina de Hisarlik, en el corazón del Imperio otomano, para encontrar la mítica y misteriosa ciudad de Troya. Le acompaña en la ficción Nicholas Yannikis, un joven ateniense atormentado por la muerte de sus amigos y el rechazo de su padre, a quien culpa de haberle impedido alistarse con ellos para luchar por la libertad de Creta.
El descubrimiento de Schliemann cambió para siempre nuestra visión del mundo antiguo e impulsó el desarrollo de la arqueología moderna, paradójicamente debido a sus errores, fruto de la ambición. Goizueta lo describe como un cruzado, más que un arqueólogo, dispuesto a todo con tal de cumplir su enfermizo deseo de encontrar el mito y pasar a la historia.
El autor se siente de alguna manera identificado con la obsesión de Schlieman. "Es mi novela más autobiográfica”, asegura, ya que ambos se aferraron a algo de forma incansable sin saber si lo que buscaban existía realmente. “Igual que yo estaba escribiendo una novela que no sabía si al final iba a acabar encajando”, confiesa.
Él busca una ciudad que no sabía si la iba a encontrar y excavaba desaforadamente, igual que yo estaba escribiendo una novela que no sabía si al final iba a acabar encajando
P.- El prefacio que has escrito de la novela es un gran reclamo para animar a leerla, dices que es tu novela más autobiográfica.
R.- Está fechado en julio de este año y fue lo último que escribí de 'El sueño de Troya'. Responde a una necesidad de compartir con el lector lo que había supuesto escribir esta novela después del Premio Planeta. Ha sido muy difícil de escribir, muy laboriosa y es la más autobiográfica porque me siento identificado con el personaje principal, con Schliemann. Él busca una ciudad que no sabía si la iba a encontrar y excavaba desaforadamente, igual que yo estaba escribiendo una novela que no sabía si al final iba a acabar encajando. La he escrito cinco veces entera, del principio al final, desechando versiones. Hubo momento en los que me obsesioné tanto con la historia que sentí que me estaba pudriendo la cabeza. El premio me sacudió demasiado, me sentía identificado con los personajes, cavando en medio de la nada.
P.- Una vez me contaste que escribías a mano, ¿las cinco versiones fueron también a mano?
R.- La primera la escribí a mano y la deseché entera. La segunda también la escribí a mano y fue más una especie de embrión para las siguientes que ya hice con el ordenador. Fue un proceso arduo.
'El sueño de Troya' es un conjuro contra los miedos que haya podido sentir
P.- Haber sido finalista del Premio Planeta te ha metido mayor presión a la hora de publicar tu nueva novela.
R.- Claro que me ha impactado, pero no hay otra que seguir adelante. Por eso digo que la metáfora de la excavación me ha servido mucho. Como algunos personajes de la novela, yo también me he preguntado si todos esto era una fantasía, tan volátil como la espuma del champagne. Ese miedo ha existido, forma parte de la experiencia del escritor. 'El sueño de Troya' es un conjuro contra los miedos que haya podido sentir.
P.- A priori, lo más fácil habría sido identificarte con Yannikis, el narrador, pero lo haces con Schliemann, el más controvertido.
R.- Recurrí a Yannikis como una especie de de contrahechizo contra Schliemann. En las primeras versiones este último era el narrador y los ojos a través de los cuales veíamos la historia, pero no me encajaba, porque era un personaje que tenía muchas sombras: la locura, su obsesión, sus pocos escrúpulos... Me resultaba incómodo y me di cuenta de que era porque me veía en él al plantear qué estaríamos dispuestos a hacer para llevar a cabo nuestros sueños. Yannikis surgió como una especie de dulcificación, para ver al personaje desde fuera.
Mi padre es el padre que Schliemann habría querido tener
P.- Schliemann estuvo marcado por su padre, al igual que Yannikis. Este libro se lo dedicas al tuyo.
R.- Esta novela se la tenía que dedicar a mi padre precisamente por la historia que cuenta. Schliemann contaba la anécdota apócrifa, que él mismo inventó, de que padre le había regalado el libro de la Ilíada cuando era pequeño y que él le había dicho: 'Papá, yo algún día la encontraré'. En realidad tuvo una infancia terrible, ya que su padre era alcohólico y le pagaba. Mi padre es el padre que Schliemann habría querido tener. Él nunca me ha dicho: 'estudia esto, haz una carrera y no pierdas el tiempo en fantasías ni en libros', todo lo contrario, lo único que me ha pedido es que dedique todo el esfuerzo que pueda a lo que me gusta, los libros y la historia.
P.- ¿Qué representa Troya?
R.- Troya es la búsqueda del significado de la vida. Los personajes van buscando un mito, para asegurarse de que la vida tiene un sentido más allá de ser un paréntesis entre el nacimiento y la muerte. El ser humano inventa historias para dotar de significado a la vida y Troya representa esto.
Yo me quedaría con el mito, pero sin perder de vista la realidad
P.- ¿Con qué te quedas, con el mito o la realidad?
R.- Como soy novelista voy a decir que con el mito, como escribió Vargas Llosa de García Marquez, 'la novela es una rebelión contra la realidad'. En ese descontento con la realidad que te rodea es cuando recurres a la literatura para cambiarla. Esta es una historia donde los personajes hacen eso. Schliemann también es un novelista, solo que en vez de escribir en un papel escribe sobre la realidad de su alrededor.
Yo me quedaría con el mito, pero sin perder de vista la realidad. Es lo más importante. La novela incide en el peligro de despreciar la realidad y vivir en un mundo de sueños, tarde o temprano la realidad te acaba dando la bofetada. El mito es necesario para explicarnos y entendernos.