Más de veinte años después de Parque Jurásico, el inicio de la saga a cargo de Steven Spielberg a partir de la novela de Michael Crichton, llega Jurassic World, revisión de las tres anteriores entregas a partir del 3D y con un toque de ironía en cuanto a superespectáculo cinematográfico que habla de un superespactáculo en la ficción.


Jurassic World en esencia apenas plantea nada que no hubiéramos visto ya en las películas anteriores. Y aun así intenta, a partir de unas ideas preconcebidas, ser en la medida de lo posible original. Lo consigue solo a medias. Con un 3D que no está del todo justificado, porque no aporta demasiado ni narrativamente ni en cuestiones estéticas que lleven la técnica hacia algo más que a una mera cuestión crematística (cobrar un poco más por la entrada), la película plantea la apertura no tanto de un parque, como en las anteriores películas, como todo un complejo recreativo de interacción con los dinosaurios en los que estos no son simplemente, a partir del ADN, revividos, sino que algunos sufren también manipulaciones genéticas para dar como resultado especies nuevas.



No se trata de una cuestión de curiosidad científica, no. Si no de crear animales prehistóricos cada vez más grandes, más agresivos, más vendibles al público. Con más dientes, como se dice en varias ocasiones. Y los responsables de la película operan más o menos igual que sus personajes en ficción, si bien, claro está, sin las consecuencias que éstos sufren cuando una de las nuevas mutaciones genéticas acaba escapándose y creando el pánico en el complejo atestado de turistas. Ellos no tienen ese problema, es más, lo que han dado forma ha sido a una película inofensiva, entretenida tan sólo en algunos momentos y que tarda mucho en arrancar la acción con más de media hora de una interminable presentación de personajes y de situación que intenta aportar un componente humano a la historia que, al final, deviene superflua de principio a fin. A partir de los modelos impuestos en la primera entrega, en Jurassic World se juega con la idea de la paternidad, de la infancia y de las emociones, pero sin tener la cierta, aunque fuera leve, relevancia de la película de Spielberg. En definitiva, qué poco importa si los dos jóvenes protagonistas están o no descuidado y sus padres se divorciarán; o que los dos adultos finalmente cederán para estar juntos. Es mero relleno narrativo para que todo parezca menos mecánico.



Luego está la presencia de ese cuerpo de seguridad privado paramilitar, cuya presencia crea el conflicto y abre a una posible nueva entrega, cuyos intereses en los dinosaurios reside en poder utilizarlos como armas en una posible guerra, idea que se expone perfectamente en la película aunque no deja de ser demencial en su planteamiento. Tampoco llega a funcionar del todo bien esta confrontación más allá de empujar a la acción en un momento determinado. Pero todas las posibles buenas ideas de inicio quedan anuladas.



Y, además del mero entretenimiento que supone la película, menos de lo esperado, la verdad, queda esa mirada entre irónica y nostálgica al original que, además de por algunos apuntes visuales, viene dada por la introducción del famoso tema que John Williams compusiera para la película inicial. Y lo escuchamos de dos maneras. Al comienzo, a la llegada al complejo, de manera sinfónica, grandilocuente, creando claras conexiones con aquella. Después, en un par de ocasiones, mediante un arreglo para piano muy sombrío, casi melancólico. Casi suena a defunción. ¿De qué o de quién? No queda claro del todo, pero sí que si la película de Spielberg, con todos sus defectos, apelaba a una aventura de contornos clásicos aportando las nuevas tecnologías del momento, con un enorme grado de ingenuidad que, en su segunda entrega se perdía a favor de un tono más sombrío, ahora, en la era digital y del 3D, parece imposible recuperar ese aliento. Jurassic World lo intenta, al menos en determinados momentos, pero su fijación por crear un gran espectáculo antes que una película de aventuras acaba mostrando que es imposible volver a modelos anteriores. Y eso que apenas ha transcurrido dos décadas desde entonces. Y en esta contradicción se encuentra lo más interesante de una película que se hace demasiado larga pero que posiblemente no decepcionará a quien espere exactamente lo que ofrece.