El interés de la obra de Juan Mayorga se impone. Es normal. Hay dos obras en la cartelera madrileña de este autor, uno de los dramaturgos españoles más interesantes (¿el que más?) de los que están en activo. Acaba de publicarse un valiosísimo libro, Elipses, recopilando ensayos y conferencias que ha pronunciado en las últimas décadas, y constituyen la base de ideas de su teatro. Y en las semanas recientes le han concedido el Premio Europa de Nuevas Realidades Teatrales.
Famélica
Tras años quedándose en la –nada baladí- retaguardia del autor, sin lanzarse a dirigir, últimamente Mayorga sí ha cogido la batuta –con éxito- en El crítico o Reikiavik. Pero las dos obras que ahora tiene en cartel en Madrid, de nuevo son textos suyos en manos de otros directores. Uno de ellos es Famélica, una divertida y original pieza, de tono muy distinto al de otras obras del autor, aunque, en general, Mayorga exhibe gran versatilidad ofreciéndonos obras de personalidad muy singular en cada caso, eso sí, con el común denominador de una gran textura narrativa y de expresar acontecimientos sociales pasados por el tamiz de intrahistorias personales o cotidianas. En Famélica, se ironiza con el Comunismo y su lenguaje, ironía que puede servir para hacerse preguntas sobre este sistema político, o al menos sobre cómo se ha aplicado, trasladando parte de la historia que éste ha transitado al microcosmos de una gran empresa en la que comparecen muchos de los problemas del mercado laboral actual. Especial atención se presta, entre estos últimos, a la desmotivación de los trabajadores y la fuerza de los grupos laborales. Mayorga elaboró el texto a partir de un delicioso juego creativo con la compañía que hasta el 27 de junio lo representa en esa sala de gran criterio de programación que es el Teatro del Barrio: les iba mandando escenas sin que nadie supiera cómo iba a concluir la trama. Sobresale en el elenco –y mucho- el joven actor Xoel Fernández.
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Animales nocturnos
Cuando en el año 2002 a Mayorga le encargaron, desde un espacio europeo, que escribiese una obra en torno a un problema político de su país, él eligió la inmigración como argumento, porque sintió que era un fenómeno que dividía a la sociedad en la manera como se entendía que debía acogerse a los inmigrantes. De nuevo, el talento de Mayorga se desplegó en una trama en la que los abusos que algunos sectores de la sociedad inflingen a los inmigrantes no pasaban por el mercado laboral o la violencia física. Un hombre, el nativo, extorsiona a un inmigrante sin papeles para obligarlo a que le haga compañía, a que le dé a su mujer lo que él no sabe darle o, ya que es incapaz de expresarse bien en su propio idioma, el inmigrante, que sí ha aprendido a usarlo y con cariño, le ayude a expresarse y lo instruya intelectualmente. La peculiar situación no deja de ser, en el fondo, la de tantas situaciones de dominación, donde un hombre inseguro e inadaptado se aprovecha del débil para experimentar poder, dominación y sacar partido de las virtudes de éste. Se trata de una especie de Frederick Cleggm de El Coleccionista de John Fowles, o del violador de Los girasoles ciegos de Sánchez Cabezudo. De paso, la obra habla o hace respirar los conceptos de valentía, compasión, libertad, el valor de la cultura, o las consecuencias del egoísmo. Y plantea una metáfora del lado oscuro de los hombres con los animales nocturnos. Siendo este un texto tan sólido como Famélica, y además actualizado por Mayorga para la ocasión -gustándole como le gusta revisar y reescribir sus obras aunque solo sea en pequeños matices-, y valorando y mucho el gran y original trabajo escenográfico y de iluminación de los Animales nocturnos, no estamos ante un montaje de la buena factura que tiene aquel al que nos referimos en el párrafo superior. El problema reside en los actores, posiblemente aún jóvenes e inexpertos, a excepción de Irene Serrano, que hace un espléndido trabajo. Vaya por delante que enfrentarse a un diálogo de la contundencia y relevancia que tienen los de Juan Mayorga deben de ser palabras mayores para un actor, por lo mucho que, probablemente, intimide el nombre del dramaturgo, y por la complejidad de sus palabras.
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Elipses
El tríptico de actualidad que encierra a Mayorga estos días se completa con Elipses, un volumen editado por La uÑa RoTa (que ya publicó el Teatro 1984 - 2014 del dramaturgo, y su pieza Reikiavik), que reúne los ensayos del autor, algunos inéditos o apenas difundidos hasta la fecha, escritos entre 1990 y 2016, y que constituyen el muro de carga del pensamiento sobre el que este dramaturgo ha construido su teatro, y nos permiten aprehenderlo no solo como autor dramático sino también como uno de los pensadores más interesantes de nuestro tiempo. Los temas que motivan los distintos escritos son dispares: Europa, Auschwitz, el par cultura/barbarie y, por supuesto, el teatro, en relación con el que reviste particular interés el ensayo Razón del teatro, donde Mayorga condensa su visión de este arte. El libro incluye también dos piezas teatrales breves de marcado carácter filosófico: Tres anillos y 581 mapas.
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