En su nuevo videoclip, N-Wise propone algo más que una pieza promocional para acompañar un lanzamiento: plantea un marco de lectura. El rapero encadena versos que dialogan con la figura de Malcolm X y con la tradición del movimiento por los derechos civiles, y lo hace apostando por una estética austera —planos medidos, pocos ornamentos, una paleta contenida— que pone el foco en la palabra. El resultado es un homenaje que rehúye el panfleto y convierte la referencia histórica en materia creativa, situando el nombre de Malcolm en el centro de una conversación que no pertenece solo al pasado.
La pieza funciona en dos niveles. En la superficie, acompaña el pulso de un beat de tempo clásico, cercano al boom bap y al fraseo con respiración amplia que caracteriza a N-Wise. Por debajo, el clip teje capas de significado: alusiones a la “X” como huella de identidad y resistencia, guiños a la retórica antirracista y a la autodefensa de la dignidad, y una construcción visual que parece inspirarse en materiales de archivo —carteles, fotografías, gestos— sin convertirse en un collage nostálgico. El mensaje implícito: el legado de Malcolm X no es una reliquia, sino un repertorio de herramientas para mirar el presente.
La “X” como signo y como método
Uno de los aciertos del vídeo es tratar la “X” no solo como símbolo, sino como método. En la tradición afroamericana, esa letra se utilizó para borrar el apellido de la esclavitud y reivindicar un nombre propio. En el videoclip, la “X” opera como criterio: señala lo que se niega —la deshumanización, el oportunismo, la complacencia— y lo que se afirma —la pertenencia a una comunidad, la búsqueda de conocimiento, la obligación de decir. La “X” aparece en letras, miradas y encuadres, como si la cámara la dibujara sin necesidad de mostrarla siempre de forma literal.
Esta decisión formal encaja con el tono del tema: versos densos, referencias que saltan de lectura en lectura y una intención pedagógica que N-Wise administra con cuidado, sin sermonear. El rapero se coloca en una posición de aprendiz —“escuchar antes que hablar”— y, a la vez, resitúa su biografía en un mapa mayor, el que separa privilegio y exclusión, acceso y margen. La intertextualidad es clara: Malcolm X, sí, pero también ecos de poetas urbanos, de oradores comunitarios y de una literatura política que ha alimentado a varias generaciones de MCs.
Producción sobria, barras en primer plano
La producción musical opta por sobriedad: una base con bombo y caja presentes, bajo orgánico y algún recurso sampleado que sugiere voces del ayer. Nada invade el espacio de las barras. Esta elección no es casual; escuchar con nitidez cada sílaba es clave cuando el propósito es dialogar con una figura histórica. La mezcla deja aire y evita el exhibicionismo: la intensidad no se busca en subidas de volumen, sino en la dicción, el ritmo interno y las pausas.
En lo visual, el equipo de dirección —fiel a la ética de la pieza— reduce al mínimo las distracciones. No hay coreografías ni wasapazos de color. Hay rostros, manos, libros, calles. El mundo cotidiano que rodea al artista sirve de escenario suficiente para un discurso que se sabe más fuerte cuanto menos artificio necesita. La fotografía, con luces controladas y contrastes medidos, presta al conjunto un aire documental que no pretende suplantar el archivo, sino conversar con él.
El homenaje a Malcolm X en el último videoclip de N-Wise no busca clausurar un relato, sino abrir un camino: el de la música que piensa su lugar en la historia y asume su capacidad para nombrar el mundo. Con recursos formales prudentes y una escritura afilada, la pieza recuerda que el rap no solo entretiene o desahoga: también archiva, traduce y enseña. Y que, cuando un artista se acerca a un símbolo con cuidado y ambición, lo que se obtiene no es un póster, sino una conversación viva.