Las mujeres son quienes sostienen la vida, el ancla de la existencia. Simone de Beauvoir, pensadora francesa, escribió: “No se nace mujer: se llega a serlo”. Las formas para conseguirlo son sorprendentes. Inesperadas. En todas ellas, sin embargo, encontramos lo mismo: una firme voluntad de ser uno mismo. De este sentimiento, una sensación universal aplicable a todos los sexos, pero mucho más visible en el ámbito femenino, trata precisamente la primera novela de Pilar Méndez Jiménez, Los mares de la canela (La Esfera de los libros), una narración histórica que relata la secreta solidaridad femenina que durante el siglo XIX se establece entre mujeres de paisajes distintos y culturas remotas –la Galicia rural, la misteriosa China imperial, la embrionaria nación filipina– que luchan por dirigir su propia vida en un mundo hostil que las condena a papeles secundarios, les prohíbe estudiar, formarse, tomar decisiones con libertad y hasta les impide viajar sin el permiso por escrito de un hombre.

Méndez Jiménez no ha escrito una novela para mujeres, sino sobre las mujeres. La diferencia tiene bastante de categórico: las protagonistas de su narración no actúan movidas por una ideología determinada, sino a partir de sus experiencias, guiadas por una pulsión sentimental y una idea de la humanidad que permite superar las dificultades vitales gracias al apoyo de otras como ellas. La voz narrativa de Los mares de la canela es la de una mujer, Aureana, una meiga que provoca la desconfianza de una sociedad –el mundo detenido del agro gallego del s.XIX– marcada por la influencia de la iglesia y presa de la superstición y la ignorancia. El personaje de Aureana, frente a este contexto social, representa el espíritu de quien prefiere ser libre a adaptarse a los reduccionistas patrones de la época que le ha tocado vivir, que en este caso es la decimonónica, pero que también puede ser la actual.

Con su ejemplo, permitirá que otras mujeres de distintas clases sociales descubran que es posible escribir su propia historia a pesar de todas las dificultades del entorno en el que vinieron al mundo

En la novela de Méndez Jiménez se rinde un homenaje a dos grandes escritoras: Emilia Pardo Bazán, quien en La cuestión palpitante (1882) reivindicaba el derecho de las mujeres a decidir por sí mismas, estudiar y formarse; y Leona Florentino, madre de la literatura filipina, poeta en ilocano (el idioma de Filipinas) y en español, y representación del espíritu de libertad de las mujeres que no se resignan a dejar de ser ellas mismas por formar parte de una sociedad y una cultura que les impone limitaciones. Los mares de la canela es un cuento que refleja la dureza de otros tiempos y nos ayuda a reflexionar sobre los actuales, pero también hermoso, sobre las distintas maneras que las mujeres encontraron para superar las dificultades  que la sociedad les imponía para conquistar su propia libertad. Sus conclusiones son, hoy, útiles para todo aquel, mujer u hombre, que desee conquistar su libertad.