Familia sumergida (2018) es el debut en la dirección de María Alché, hasta la fecha autora de varios cortometrajes, y actriz, destacando en especial su interpretación en La niña santa (2004), dirigida por Lucrecia Martel quien aparece acreditada en labores de revisión de guion en Familia sumergida (Alché también protagonizaba el corto de Martel Muta (2011), y cuya presencia recorre en muchos sentidos la película.

Para su primer largometraje, Alché ha continuado algunas ideas planteadas a nivel visual y narrativo que había explorado en cortos anteriores como Noelia o Invierno 3015, creando viajes íntimos marcados por conflictos de cariz existencial que la directora introduce en contextos realistas que, poco a poco, desvirtúa con un tratamiento onírico, también surrealista, en el que la realidad se ve asaltada por lo fantástico, con una puesta en escena que busca crear imágenes que cuestionen toda noción espacio-temporal. Si en sus cortos eran ideas más o menos elaboradoras, en Familia sumergida Alché las desarrolla de manera amplia, con un resultado desigual en su conjunto, pero, desde luego, fascinante por momentos en una película muy singular.

Familia sumergida, de María Alché

En ella, nos presenta a Marcela (Mercedes Morán protagonista junto a Alché de La niña santa), cuya hermana, Rina, acaba de morir. Marcela está casada con un hombre (Marcelo Subiotto) que apenas está en casa por viaje, pero tampoco se muestra demasiado afectivo cuando está. Tiene tres hijos que se mueven entre la adolescencia y la veintena. Todos viven en una casa pequeña, atestada de elementos y donde reina un caos controlado pero que, en ese momento de inflexión para Marcela, parece estar a punto en cualquier momento de estallar.

Durante el arranque de Familia sumergida, Alché, nunca mejor dicho, nos sumerge en esa cotidianidad mediante un retrato de modo realista y costumbrista en el que lo anodino y convencional de lo cotidiano asume formas profundas de una existencia en suspenso, casi sin sentido. Cuando Marcela debe, además, enfrentarse a la muerte de su hermana y a la necesidad de vaciar su apartamento, con todo lo que conlleva de enfrentamiento a un espacio vacío y a unos recuerdos en formas de objetos, su vida toma un rumbo diferente. Alché y Morán crean un personaje ensimismado, casi narcotizado, como las propias imágenes de la película. Su angustia vital tiene momentos de explosión en forma de lágrimas, pero será cuando conozca a Nacho (Esteban Bigliardi), un amigo de una de sus hijas, cuando su vida tome un rumbo diferente; también la película.

Es entonces cuando Alché, una vez que Marcela y la acción se sitúan fuera de su contorno familiar, introduce en la narración extrañas visitas en forma de recuerdos, visiones o alucinaciones que se presentan ante Marcela para revelar elementos del pasado. O bien, construcciones propias mentales para entender aquello que la tiene sumida en un profundo desconcierto. La película se deconstruye así misma mediante un elaborado trabajo con los esquemas del realismo y Alché experimenta con la imagen y el plano para, siempre con Marcela como núcleo central, elaborar unas imágenes expresivas, impresionistas por momentos, que deben muchísimo a la labor de Hélène Louvart como directora de fotografía, una de las mejores en la actualidad en su labor.

Familia sumergida, de María Alché

Alché indaga en la imagen como proyección tanto de la realidad física como de aquello que lo material puede contener; también en el vacío de los espacios, incluso cuando estos se encuentran copiosamente atestados de elementos. Pide con sus imágenes que el espectador se deje llevar desde lo real, desde lo aprehendido como tal, hacia la posibilidad de una introducción en lo fantasmagórico en él. La introspección del personaje viene dada más que por los diálogos por la relación Marcela con su entorno, con aquello que la rodea. De ahí las miradas tan precisas de Morán, sus movimientos casi coreográficos por los planos; también sus silencios. Familia sumergida, como trabajo exploratorio y experimental dentro de contornos definidos de lo narrativo, posee cierta irregularidad en ciertos momentos, pero a su vez entrega un itinerario muy sugerente que tiene como fin último el cuestionamiento de la realidad partiendo de ella para desvirtuarla.