Cédric Kahn comenzó su carrera con tres thrillers, Tedio (1998), Roberto Succo (2001) y Luces rojas (2004) para, después, realizar tres películas con las que se adentraba en la vida contemporánea francesa a partir de una amplia mirada que abordaba la reconsideración de los modos del drama romántico en Pasión y remordimiento (2009), los estragos de la crisis del 2008 en una pareja, con Una vida mejor (2011) y, finalmente, con Vida salvaje (2014), la observación de una familia viviendo fuera de los contornos sociales. Todas ellas partían de un desarrollo de la situación de los personajes que conducía a estos hacia una suerte de tránsito desde una cierta normalidad a una problematización de sus vidas, un itinerario de la luz a la oscuridad que, sin embargo, en El creyente, su nueva película, se revierte.

Al comienzo de El creyente vemos al joven Thomas (Anthony Bajon), en el asiento de copiloto de un coche; está abatido y muestra señales físicas de deterioro. Casi al final de la película, Kahn repite el encuadre, pero entonces, Thomas, se encamina hacia lo que ha comprendido que puede ser el comienzo de una nueva vida. Entre medias de ambos momentos, Kahn compone un itinerario de redención personal: Thomas, que ha sufrido una sobredosis, se traslada a una comunidad religiosa en las montañas para desengancharse junto a otros jóvenes a través de la oración y el trabajo manual. Alejados de la sociedad y teniéndose tan solo los unos a los otros como apoyo.

"El creyente", de Cédric Kahn

Kahn retrata esa comunidad a través de la mirada de Thomas para mostrar la evolución del joven desde su llegada, pasando por diferentes etapas físicas y emocionales, hasta su marcha. Un camino de la oscuridad hacia la luz. Kahn se ocupa, a nivel visual, de retratar el encierro personal, interno, de Thomas, mediante el trabajo de composición de sus imágenes: el entorno natural, abierto, majestuoso, sirve como contrapunto de unas vidas amargadas, en el borde de la desesperación. Con un estilo de gran sobriedad a la hora de crear sus imágenes, Kahn asume un tono cercano a lo documental para transmitir el proceso redentor de Thomas con todas sus aristas y complejidades. Se toma su tiempo mediante un ritmo preciso, atento a los detalles, dejando que las imágenes respiren para transmitir con precisión cada momento.

El creyente propone una mirada cruda, dura, pero exenta de extremos dramáticos, para trazar una visión de la complejidad de poder abandonar una adicción, máxime cuando, como en el caso de Thomas con la religión, cuando puede dar pie a cambiar una por otra. Kahn muestra la fragilidad mental y emocional de Thomas, su movimiento siempre en la duda y en la mentira persona, la cual será en última instancia la que deberá abandonar para encontrar su camino. Algo que descubrirá en un momento de gran potencia en su sencillez, aquel en el que Thomas se enfrenta a la monja interpretada por Hanna Schygulla, quien muestra al joven que la única salida reside en su reconciliación interna y personal, tomando conciencia final de que, quizá, en Sybille (Louise Grinberg) y lo que representa, se encuentre una posible luz a su futuro. Sin embargo, Kahn, al final, deja todo en suspenso con un plano final muy elocuente al respecto.

"El creyente", de Cédric Kahn

Con El creyente, Kahn ha creado una película cuyo carácter ascético resulta casi anacrónico en el audiovisual actual, pero supone a su vez un acercamiento estético y formal acorde con su intento de transmitir desde las imágenes el proceso de vaciado interior con el que llega Thomas a la comunidad y el proceso de iluminación interna que se apodera de él. Y lo hace desde una complejidad que no esconde los lados oscuros del proceso de Thomas, ni de la propia comunidad; pone de relieve la dificultad de seguir hacia delante por parte de personas quebradas; pero, a su vez, señala la esperanza de una salida.