En los últimos años el cine de terror, en sus diferentes variaciones, ha entregado algunos de los títulos más interesantes de los últimos tiempos, tanto por su reformulación de las constantes del género así como por su mirada hacia la realidad. Déjame salir, el debut en la dirección del actor Jordan Peele, se encuentra entre ellas a pesar de que la etiqueta de cine terror no es quizá la más adecuada para la propuesta de Peele, porque una de sus virtudes reside precisamente en la conjunción de géneros –terror, thriller, comedia…- hasta conseguir la disipación de ellos dentro de un todo.

En Déjame salir, Chris (Daniel Kaluuya) aceptar ir con su pareja Rose (Allison Williams) a pasar el fin de semana a casa de sus padres, Dean (Bradley Whitford) y Missy (Catherine Keener), a pesar de sus reticencias y miedos a la reacción de estos al ver que su hija mantiene relaciones con un negro. Antes de conocer a ambos personajes, en un excelente plano secuencia que abre la película, vemos como un joven negro que camina por un suburbio acomodado es secuestrado. Un breve prólogo que ya marca la atmósfera de la película y que ocasiona que la figura del joven se convierta en la víctima. Personaje clave en la narración de Déjame salir dado que volverá a aparecer. Volviendo a la pareja, cuando llegan a la casa, lo que Chris se encontrará será una ‘perfecta’ pareja de clase media alta. progresista en sus comentarios, que le aceptan abiertamente. De hecho, Dean afirmará que, de haber podido, habría votado por tercera vez a Obama. Pronto, claro está, comenzarán a sucederse acontecimientos que pondrán en cuestión esa aparente normalidad.

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Peele, en Déjame salir, ha realizado una película en la que el género sirve como vehículo para la crítica social, en especial alrededor de la clase media blanca norteamericana. Quizá, uno de los motivos del gran éxito de la película en su país de producción resida en que ha coincidido en el tiempo con no pocos sucesos políticos y sociales que han aumentado su alcance. Además, Peele, a partir de la comedia de terror ubicada en un medio cotidiano, ha creado un relato lleno de ironía, que, incluso, no deja de lado la mirada cómica alrededor de los propios miedos de los negros hacia los blancos, usando la paranoia como elemento que sirve, al mismo tiempo, para poner de relieve que, en verdad, y aunque exagerada, esa sospecha hacia el hombre blanco quizá está justificada.

El director, aunque debutante, lleva a cabo un magnífico trabajo formal a partir de una cierta concepción formal hiperrealista que va transformando, mediante la construcción de los encuadres y del trabajo con la fotografía, en un ambiente de pesadilla para Chris, sin llegar en ningún momento a tener que enfatizar –salvo en las horribles secuencias hipnóticas de Chris- la rareza de los sucesos. Aunque Déjame salir no se introduce en el terreno del fantástico plenamente, sí nos conduce hacia una realidad, en su nada descabellada propuesta, que parece irreal. Conjuga dentro de un mismo estadio una realidad reconocible pero en la que acontecen hechos que entran dentro del fantástico, sobre todo porque la película asume las formas de la fábula para, a partir de lo expresado en las imágenes, entregar esa mirada crítica hacia unos aliados de los negros que devienen, al final, en sus peores enemigos.

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La falta de gravedad en el planteamiento sirve, por otro lado, para rebajar la intensidad del relato, lo cual no quiere decir que Peele no se tome en serio aquello que subyace bajo él. Pero la fina ironía que recorre a Déjame salir resulta muy operativa también para ir definiendo a los personajes y a las situaciones, dejando que la visión del tema que desea lanzar venga expuesto por lo anterior sin necesidad de recurrir a subrayados o a conducir la película hacia una discursividad que se imponga a la narración. Así, mediante la puesta en escena, con ideas brillantes, y un trabajo atmosférico que va creciendo en su condición de pesadilla, el director consigue introducirnos en los miedos de Chris y exponernos una realidad en la que, los aliados buenrrollistas pueden acabar deviniendo en los enemigos. Una mirada que, en el fondo, es bien amarga, y que, extrapolando el contexto, habla de manera directa de otras realidades, de la asimilación de discursos ajenos como propios con el deseo explícito de aprovecharse de ellos de alguna manera, en algún nivel. Los aliados de Déjame salir lo hacen con fines que, aunque dentro del contexto de thriller de terror, pueden parecer irreales, y sin embargo son la mejor metáfora de la confusión actual alrededor de muchos temas, como el racial, en el que se apropian discursos, como decíamos, para el mero escaparate personal. De ahí la relevancia de Déjame salir, tomar un género popular para llevar a cabo una mirada incisiva sobre unas cuestiones concretas que acaban expandiéndose a otros derroteros.

Y queda, claro está, la gran idea de hacer a unos de los personajes blancos escuchar la canción de Dirty Dancing, un leve apunte que revela más de muchas cuestiones que un elaborado tratado sobre la cuestión.