En un mundo robótico y artificial, Carlos Ares (Coruña, 1997) se erige como un creador puro. Un minucioso autor que hace música para volver a conectar con lo inherente al ser humano, emanando como bandera el buen hacer y la integridad. "Somos quijotes al trote en medio de un brote", canta el gallego sobre el ajetreo de la urbe moderna en Páramo, una canción que pertenece a su último disco, La boca del lobo (2025). Pero el popular cantautor y reciente ganador del Premio MIN a Mejor Álbum de Pop por su anterior proyecto, Peregrino, ha pasado una década de su trayectoria musical detrás de las cámaras. Ares ha sido productor y compositor en trabajos de otros artistas como Paula Cendejas, Natalia Lacunza, Deva o Luna Ki. Pero en durante el año pasado comenzó a tomar voz propia narrando sus honestas historias.

Es en ese año cuando nace Peregrino, su primer álbum y un trabajo que fusiona pop rural, folk alternativo y elementos electrónicos en una oda lo meditado y minucioso del proceso creador. El disco del compositor refleja sus raíces gallegas y aborda temáticas como la borrosa identidad, la soledad y la conexión con la naturaleza. Canciones como Amigo, Terrícola y Rocíos destacan por su sonido orgánico y letras introspectivas en un trabajo que no ha dejado de ser laureado por crítica y público desde que vio la luz y nos descubrió el talento de Ares, que había permanecido en un segundo plano durante demasiado tiempo. 

'La boca del lobo', la llegada de lo desconocido

Sin apenas descanso entre disco y disco, este 2025 Carlos Ares presentó su segundo álbum, La boca del lobo, una continuación más enérgica y colectiva de su debut que explora el miedo a la muerte a través del folclore popular nacional. Este trabajo nació de su experiencia en los escenarios y busca transmitir la intensidad del directo. El propio Ares describe este disco como una apertura hacia lo desconocido y un enfrentamiento con el vértigo de la exposición pública que representa la pura contradicción de la vida artística: vivir para crear, aunque crear sea en muchas ocasiones sinónimo de darse a conocer, con todo lo que ello conlleva. 

En comparación con su disco début, La boca del lobo se antoja mucho más colectivo, de orquesta, aunque continuando con el legado rural y elevando el power-folk a un nivel más intenso que en Peregrino. En este nuevo álbum, volvemos a ser testigos del inestimable olfato del compositor, que siguiendo sus instintos y su naturaleza, retorna a lo sencillo como apuesta de conexión genuina con el público. Además, el gallego busca en los sonidos que acompañan a las melodías de La boca del lobo, incluyendo recursos como el tintineo de cencerros en las composiciones como parte del particular imaginario del compositor. En definitiva, Carlos Ares, puro y sin cortar