Hay algo casi hipnótico en la conexión artística entre Emma Stone y Yorgos Lanthimos. No solo porque cada vez que coinciden en pantalla el resultado se convierte en material de conversación cinéfila durante meses, sino porque juntos parecen haber inventado un nuevo lenguaje dentro del cine contemporáneo: incómodo, grotesco, hermoso y profundamente humano. El 7 de noviembre llega a los cines Bugonia, su cuarta colaboración, y todo apunta a que volverán a dinamitar las convenciones narrativas y emocionales del séptimo arte.

Después de La favorita, Pobres criaturas y Kinds of Kindness, esta nueva cinta vuelve a unir a la actriz y al director griego en una historia tan absurda como reveladora. Basada libremente en la surcoreana Save the Green Planet! (2003) de Jang Joon-hwan, Bugonia se adentra en la mente de dos hombres que, convencidos de que una poderosa ejecutiva es en realidad una alienígena infiltrada, deciden secuestrarla para salvar el planeta. Lo que podría parecer la premisa de una comedia negra de serie B se convierte, bajo la mirada de Lanthimos, en una radiografía despiadada del poder, la conspiranoia y la violencia estructural que late bajo la civilización moderna.

Stone encarna a Michelle Fuller, una CEO de una farmacéutica con el carisma y el cinismo de las grandes gurús del capitalismo contemporáneo. Frente a ella, Jesse Plemons y Aidan Deibis son los secuestradores: dos hombres arrasados por el dolor, el aislamiento y la fe en una teoría delirante sobre alienígenas y pesticidas que están acabando con las abejas -y, por extensión, con la humanidad-. La trama se desarrolla casi íntegramente en el sótano donde la mantienen cautiva, en los días previos a un eclipse lunar, en una atmósfera que recuerda tanto a Reservoir Dogs como a un experimento sociológico con tintes de ciencia ficción.

Lanthimos vuelve a hacer lo que mejor sabe: transformar la incomodidad en arte. La cámara se mueve como un depredador curioso, observando sin intervenir, mientras los personajes se desmoronan entre monólogos filosóficos, golpes de violencia absurda y estallidos de humor macabro. Hay escenas que rozan lo grotesco -Stone rapada, cubierta de crema y sangre, sometida a torturas domésticas con un tono casi cómico- y momentos de extraña ternura, especialmente cuando el guion abre pequeñas grietas emocionales en medio del caos.

Y, por supuesto, está Emma Stone. La actriz, que comenzó su carrera como la pelirroja encantadora de comedias románticas y blockbusters, se ha convertido en una de las intérpretes más arriesgadas de su generación. Desde que entró en el universo de Lanthimos, ha demostrado una capacidad camaleónica que trasciende la actuación: parece habitar sus personajes con una mezcla de ingenuidad y brutalidad que solo ella puede sostener. En Bugonia, su Michelle Fuller es una esfinge moderna: imperturbable, seductora, y al mismo tiempo monstruosa.

La relación entre Stone y Lanthimos trasciende lo profesional. “Nos hemos convertido en muy buenos amigos”, admitía el director durante la promoción de Pobres criaturas. Y se nota. Ambos comparten una confianza creativa casi telepática. “Confío plenamente en Yorgos”, dijo la actriz. Esa química se traduce en la pantalla: Lanthimos sabe exactamente hasta dónde puede llevarla, y Stone parece disfrutar explorando los límites de su propia vulnerabilidad.

Yorgos Lanthimos, reafirma su posición como el gran fabulador del cine moderno. Su mirada sigue siendo la de un entomólogo que observa con fascinación ,y horror, las conductas humanas. En Bugonia, el humor negro, el gore y la fábula ecológica se mezclan en un cóctel que no busca moralejas fáciles. Aquí no hay héroes ni villanos, solo criaturas atrapadas en sus propias paranoias, intentando dar sentido a un mundo que hace tiempo dejó de tenerlo.

Quizá por eso Bugonia resulta tan inquietante. Porque, más allá de los aliens, las conspiraciones o las abejas moribundas, lo que realmente retrata es la forma en que el miedo y la desinformación se han convertido en el nuevo lenguaje del siglo XXI. Lanthimos lo filma con su habitual frialdad y sentido del humor enfermo; Stone lo encarna con una mezcla de poder y fragilidad.

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