En el corazón de Berlín, entre las antiguas vías del tren del barrio de Friedrichshain, se alza un edificio de hormigón que se ha convertido en un símbolo mundial de la cultura electrónica: Berghain. Lejos de ser una simple discoteca, este club es una institución cultural, un espacio donde la música, la libertad sexual y la estética industrial confluyen en una experiencia única que ha redefinido el concepto de ocio nocturno.

El nombre Berghain proviene de la combinación de los barrios berlineses Kreuzberg y Friedrichshain, separados durante años por el Muro. Inaugurado oficialmente en 2004, el club se ubica en una antigua central eléctrica de estilo brutalista, cuyas proporciones monumentales crean un ambiente casi catedralicio. Sus techos de más de 18 metros de altura, sus muros desnudos y su iluminación mínima aportan una atmósfera densa y envolvente, ideal para el techno que allí se escucha: profundo, hipnótico y sin concesiones comerciales.

El proyecto fue fundado por Norbert Thormann y Michael Teufele, quienes antes habían gestionado otro club llamado Ostgut, germen de lo que más tarde sería Berghain. Desde sus inicios, el objetivo fue crear un espacio donde la música electrónica pudiera vivirse sin límites ni etiquetas, en un entorno que priorizara la libertad personal por encima de la apariencia. Esta filosofía se refleja en todos los aspectos del lugar, desde su política de acceso hasta su estricto código interno: no se permite grabar, fotografiar ni usar teléfonos.

La música es el eje central de Berghain. Los DJs que actúan allí pertenecen a la élite mundial del techno, un estilo caracterizado por su ritmo repetitivo, su pulso mecánico y su capacidad para inducir un estado de trance colectivo. Artistas como Ben Klock, Marcel Dettmann, Len Faki o Steffi son residentes habituales, y sus sesiones, que pueden durar más de diez horas, son consideradas auténticos rituales sonoros. La cabina del DJ se sitúa al mismo nivel que el público, eliminando jerarquías y favoreciendo la conexión directa entre el artista y la pista.

El club se estructura en varios niveles. La planta baja, conocida como Berghain, está dedicada al techno más duro y minimalista. En el piso superior se encuentra Panorama Bar, un espacio más luminoso y abierto donde suena house y electrónica melódica. Ambas zonas están unidas por una escalera monumental y por una identidad común: el respeto absoluto por la música como experiencia colectiva. La mezcla entre lo industrial y lo sensorial define cada rincón del recinto.

Uno de los elementos más comentados del club es su política de acceso, considerada una de las más selectivas del mundo. La puerta está a cargo del famoso portero Sven Marquardt, un fotógrafo y figura icónica del ambiente berlinés. Su criterio no responde a la fama ni al dinero, sino a la actitud y al respeto por la cultura del club. No hay lista oficial ni reglas escritas: Marquardt decide en cuestión de segundos quién entra y quién no. Este sistema, aparentemente arbitrario, busca preservar un ambiente libre de turistas indiscretos o de personas que no comprendan la filosofía del lugar. El resultado es un público heterogéneo y diverso, donde conviven artistas, trabajadores, visitantes internacionales y la comunidad LGBTQ+, que históricamente ha encontrado en Berghain un espacio de expresión sin censura.

La sexualidad y la libertad corporal son también parte esencial de su identidad. En ciertas zonas, especialmente durante los eventos nocturnos más largos, la atmósfera se vuelve abiertamente erótica, heredera directa de la cultura queer berlinesa de los años noventa. En este sentido, Berghain no es solo un club musical, sino un refugio de hedonismo y tolerancia, un espacio donde las normas sociales se suspenden temporalmente.

A lo largo de los años, el club ha trascendido el ámbito del ocio para convertirse en un referente cultural. La Oficina Federal de Impuestos de Alemania reconoció oficialmente en 2016 que Berghain debía ser tratado como una “institución cultural” y no como un simple local de entretenimiento, lo que le permitió tributar a un tipo reducido, similar al de los teatros y museos. Esta decisión consolidó su estatus como espacio artístico. Además, el club cuenta con su propio sello discográfico, Ostgut Ton, desde el cual lanza producciones de sus DJs residentes y artistas afines, ampliando su influencia en la escena global.

Para muchos, entrar en Berghain no es simplemente acceder a una discoteca, sino atravesar un rito cultural que combina música, arquitectura y libertad. Por eso, más que un lugar de fiesta, Berghain se ha consolidado como un mito moderno, una metáfora de lo que Berlín ha sabido ser: un laboratorio de sonidos, cuerpos e ideas.

¿Nuevo tema de Rosalía?

Rosalía ha vuelto a sorprender a sus seguidores con un gesto inusual. En lugar de lanzar un adelanto sonoro o visual, la cantante catalana ha compartido en su boletín de Substack una partitura manuscrita titulada Berghain. El documento, difundido el 13 de octubre de 2025, ha generado una oleada de interpretaciones y especulaciones sobre su significado y sobre el posible rumbo de su nueva etapa musical.

La partitura, escrita a mano por la propia artista, incluye una melodía para piano y anotaciones rítmicas básicas. No hay letra ni indicaciones sobre instrumentos adicionales. Pocas horas después de su publicación, un seguidor decidió interpretar la pieza y compartir su versión en vídeo. El resultado, un breve fragmento instrumental de tono sobrio y melancólico, se viralizó rápidamente en X, donde miles de usuarios comenzaron a debatir sobre cómo podría sonar la versión oficial del tema.

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