Una de las cosas más interesantes que sucede en este negocio del periodismo cultural es cuando vives en directo algo que te pilla a contra pie. El ser capaz de irte más allá de lo meramente musical, romper prejuicios y captar lo intangible resulta una experiencia grata y satisfactoria. Y lo es todavía más cuando ese proyecto musical está naciendo, eclosionando. Me da igual el tipo de música. En un mundo tan homogéneo y aburrido, se agradece percibir de vez en cuando frescura y naturalidad. Esa sensación la tuve hace unas semanas en la Sala Sol viendo a un grupo llamado Avenida.
Con tres canciones publicadas, hicieron un show de más de una hora, versionaron algunos éxitos populares y cantaron varias inéditas. Cinco chavales al micrófono, tres guitarras, una batería y sin rastro de bajo. Más de 300 personas acompañaron durante todo el concierto al grupo, sabiéndose todas las canciones de principio a fin. Había conexión y amor real entre público y banda. También fallos y errores, pero todos eclipsados por la espontaneidad. Un grupo de niños a los que podríamos etiquetar socialmente como cayetanos, tocando pop pijo, pero con cierto aroma punki. Todo lo punki que pueden ser Jacobo Lois, Borja Carrera, Nacho Gómez, Pablo Medina y Lorenzo Marquina.
Su historia nació en el Colegio Mayor Moncloa, fundado en 1943 y gestionado por el Opus Dei. Cinco amigos de cinco provincias diferentes y alejados de los ecosistemas de la capital: "Llegamos el año pasado y conocimos a Loren, que ya llevaba ahí un par de años. Hicimos buenas migas y nunca creímos que de esa amistad iba a salir un grupo de música", resume Jacobo. La inexperiencia, el estar alejados de la industria musical y su provincianismo sirven para constatar la inocencia necesaria para creerte el proyecto. Tan solo Borja tiene formación de guitarra en el conservatorio, mientras que el resto empezó prácticamente desde cero: "Alguno sabía tocar la guitarra, otros un poco la batería y el piano. Bajábamos a una sala del Colegio Mayor a hacer el retrasado o subíamos a la azotea a cantar y tomar unas birras. Y de repente un día, nos dio por subir un vídeo a Tik Tok", añaden.
Muchas etapas quemadas en menos de un año
Este 28 de noviembre se cumple, precisamente, un año de aquel vídeo. En él, se puede ver a Pablo, guitarra en mano, y a Nacho, cantando Guantanamera de Guitarricadelafuente. Chinos claros, forros de montería bajo un rojigualda atardecer madrileño aderezado por chemtrails rosas y turquesas. "Se nos fue de las manos", explican al unísono. Vieron que funcionó y siguieron subiendo vídeos. Y, de repente, un día les escribió su actual mánager, Javier Navarro: "Al tercer vídeo recibimos un mensaje que decía 'Hola soy Javi, de Universal'. Y nosotros: '¿Qué Universal, qué me estás contando?'. Llamé a mi padre a las 12 de la noche contándoselo. Fue muy heavy", explica Borja. Y añade: "No estamos siendo demasiado conscientes de lo que estamos viviendo y creo que es positivo. Estamos disfrutando todo muchísimo y vamos asimilándolo poco a poco".
Dieron su primer concierto en el Colegio Mayor y aquello fue un auténtico desastre. Pero no se rindieron. Menos de un año después de subir su primer vídeo a redes, ya habían tocado en plazas como Valencia o Bilbao y habían firmado un doble sold out en la Sala El Sol de Madrid, un templo cultural por el que han pasado Siniestro Total, Los Secretos, The Strokes o Weezer. También Carolina Durante, a quienes Avenida versionan con devoción. La canción elegida, por supuesto, es Cayetano. “En cuanto subimos los primeros vídeos nos colgaron la etiqueta. Bastaba entrar en los comentarios para leer cosas como ‘Vox Street Boys’, ‘No me pises que llevo náuticos’ o ‘El verdadero Rayo Cayetano’. Venimos de ahí y sabemos quiénes somos. Ni escondemos, ni nos avergonzamos, ni nos vamos a disfrazar de algo que no somos”, cuenta Nacho. Jacobo, por su parte, admite que se han reído “muchísimo” con esos comentarios y que no hay motivo para ofenderse. Finalmente, Loren lo resume con naturalidad: “La canción es pura ironía, y los chistes nos llegaban porque salíamos en vídeo con jersey y castellanos”.
Es evidente que a Avenida se les va a asociar con determinadas ideas y que habrá quien intente utilizarlos —sin pedir permiso— para librar batallas ajenas. Aunque Borja utilice el término "inocencia pura" para explicar quienes son, en el mundo que nos rodea habrá quien les critique sin conocerlos y otros los convertirán en bandera: “Somos cinco tíos que tienen claro cuál es el eje de su vida, centrados en lo suyo y bien educados por sus padres. Al final, solo somos cinco estudiantes que se lo pasan bien haciendo música. Habrá señalamiento, seguro, y tendremos que aprender a surfear esa ola”, explica Pablo.
Comparaciones con Taburete y el papel de Dios en su música
El lector habrá pensado en Taburete desde las primeras líneas. Es inevitable: “El otro día, en La Razón, nos llamaron ‘los nuevos Taburete’. En esa etiqueta hay un punto de orgullo, claro. Los llevamos escuchando muchos años y los admiramos. Pero nosotros acabamos de empezar, estamos construyendo nuestra propia movida y queremos aportar algo distinto, algo nuestro”, explica Lorenzo.
Antes de terminar, debemos hablar de Dios ya que, durante sus conciertos, le dedican unas palabras de agradecimiento. Para muchos jóvenes, la religión ya no es un corsé ideológico, sino un lenguaje simbólico que permite hablar de vulnerabilidad, búsqueda, comunidad, familia o propósito. En ese terreno donde fe y cultura popular se cruzan con naturalidad, Avenida se mueve con una sinceridad desarmante. “Dios no es que esté presente en nuestra música; está presente en nuestras vidas. Cada uno vive su fe a su manera, pero no pretendemos ser bandera de nada. Simplemente nos inspira. Igual que hablamos de amistad o de familia, también hablamos de Dios”, señala Nacho. Tomando como ejemplo productos culturales recientes como Lux de Rosalía o la película Los Domingos: ¿está Dios de moda entre los jóvenes? Lorenzo reflexiona así: “Dios siempre ha estado en nuestra vida y para nosotros no tiene que ver con modas. Pero si ahora vuelve a estar sobre la mesa, bienvenido sea”.
Avenida pertenece a un ecosistema musical que desconozco. Su estética, su imaginario social, su sonido y parte de los códigos que manejan no forman parte de mis afinidades culturales. No es el tipo de música que yo elegiría para escuchar en casa. Sin embargo, hay algo en ellos que trasciende mis propios gustos y que merece ser observado con atención. Son jóvenes, inexpertos, ingenuos en el mejor sentido del término. Y, sobre todo, son sinceros. Hay algo desarmante en ver cómo un proyecto tan tierno, tan primigenio, va tomando forma sin cálculo evidente, sin manual de industria, sin el cinismo que tantas veces contamina la música comercial. En un panorama saturado de ironía y cálculo, ellos reivindican la música como un acto de amistad, espontaneidad y comunidad, sin cinismos ni pose. Por todo ello, Avenida no me provoca bostezos. Avenida me provoca una atención sincera.