El festival Frinje (llamado 'Fringe' hasta el año pasado, durante sus tres primeras ediciones, por inspiración de su homónimo escocés) es una estupenda oportunidad para tomarle el pulso al teatro y la danza contemporáneos. Promovido por el Ayuntamiento de Madrid, y nacido poco tiempo después de que el gobierno de la Comunidad liquidara Escena Contemporánea, otro certamen con la misma vocación, el Frinje congrega a creadores emergentes de la escena de todo el mundo. Ya está en marcha su edición de 2015, que se celebra en Matadero Madrid. Hablamos con Marion Betriu, responsable de la programación del festival.


En su cuarta edición, la de este año, el Fringe se ha convertido en Frinje. ¿Se ha juanramonizado? Hemos intentado distanciarnos un poco del Fringe de Edimburgo con esta “j”. Nuestro festival se inspiró en él, claro, pero hemos ido avanzando, cada año, haciendo algo más nuestro. Sin embargo, algunas compañías y programadores extranjeros creían que venían a una especie de sucursal de aquel, y esperaban cosas que son propias de él como que pudiese actuar cualquiera, sin una selección previa de las obras que nosotros sí realizamos, o representaciones de calle. Queríamos distinguirnos. Además, la edición actual de Frinje tiene muchas diferencias respecto a las anteriores. Sobre todo, porque hemos doblado las condiciones económicas para las compañías, para que ellas pudieran tener más beneficio y para poder promocionarlas más. Y hemos reducido la exhibición y fomentado las actividades relacionadas con la creación.


¿Qué más cambios habéis incorporado en esta edición de Frinje? Hemos organizado la programación en secciones temáticas, agrupando los espectáculos en función del argumento del que tratan, porque solemos trabajar con creadores emergentes, a quienes el público no siempre conoce, y así la gente tiene otro criterio para seleccionar las obras que quiere ver. Nos dimos cuenta de que los espectáculos tienen denominadores comunes, y se pueden clasificar. Además, como este año la oferta de exhibición es más reducida, está más controlada, y estamos teniendo más ocupación en sala, estamos llenando más.



Dices que las obras tienen denominadores comunes. ¿Crees que hay elementos definitorios en el teatro del siglo XXI? La idea de hacer secciones comunes surgió a raíz de comprobar coincidencias en las propuestas de las compañías. Por un lado, creamos la sección ‘La actualidad a escena’ porque nos han presentado bastantes obras muy conectadas con la realidad, lo que es sintomático de que los artistas no ignoran lo que está ocurriendo en relación con la política y la sociedad. Y puede que esa sea una característica del teatro actual. Por otro lado, muchas compañías han roto la jerarquía tradicional donde el director era soberano y tomaba la mayoría de las decisiones. Ahora se trabaja en común. Estas obras son una creación colectiva en gran medida, que crece en los ensayos con las aportaciones de todo el equipo. De ahí que hayamos creado la sección ‘Creación en grupo’.



¿Se podría decir que el Frinje se nutre de teatro independiente o no tiene sentido eso de diferenciar teatro independiente y comercial? Creo que ha perdido el sentido hacer esa diferencia, porque, desde mi punto de vista, la mayoría de las compañías son aquellas de las que se nutre el Frinje: compañías transfronterizas, que hacen un teatro abierto, menos acotado que el que suelen hacer esas otros grupos escénicos que se conocen como comerciales, convencionales. Son inquietas, quieren experimentar, buscan un lenguaje propio. Es un camino que no es nada fácil.


El Frinje acoge propuestas nacionales e internacionales. ¿Encuentras diferencias entre el teatro español y el de otros países? No sabría decir, pero creo que no. En cuanto a los montajes españoles, nosotros ofrecemos estrenos, obras que nunca se han representado. Pero, en cuanto a las obras programamos y vienen de fuera, ya tienen un rodaje y ya han demostrado que funcionan. Unas y otras están en condiciones diferentes. Y de todos modos, respecto al público, cuesta más llenar las obras de compañías extranjeras. Se confía menos.



Ha habido alguna obra estrenada en el Frinje que después ha ganado un Max… Sí, Los nadadores nocturnos. Y muchas otras se han programado después con éxito. Este año el Teatro Español nos ha dado la alegría de comprometerse a estrenar los espectáculos que más éxito tengan en Frinje.


¿Gozan las artes escénicas de buena salud? Es un sector muy precario. Hay creatividad, ganas e iniciativa… ¡Nosotros hemos recibido más de 500 propuestas para el Frinje! Sin embargo, faltan espacios escénicos, de representación. Y el público madrileño tiene interés, pero hay que trabajar para mantenerlo despierto.


También apostáis por la confluencia del teatro y la danza con otras artes como la música. Así es. En el programa hay audiovisuales, música, vermuts literarios… Queremos abrirnos, buscar público, atraer a todas las artes. La literatura es, por ejemplo, un territorio que estamos explorando mucho; Andrés Barba ha dado un seminario que se convertirá en obra de teatro en nuestra próxima edición. También programamos música, bandas con una puesta en escena reseñable. Ahondamos, así, en la línea que comentábamos de que no solo haya exhibición y representación de obras, sino que sea un encuentro artístico.


El Frinje es un festival que apoya el Ayuntamiento de Madrid. ¿Es fundamental el impulso público al teatro? Apenas quedan festivales y son básicos. El nuestro es un festival muy vivo, que crece. Tenemos la suerte de que podemos evolucionar, nos dan margen de tiempo y espacio.


¿Cómo ves el Frinje dentro de diez años? Qué optimista eres… A saber si volvemos el año que viene (risas). Lo que nos gustaría es tener continuidad y éxito durante todo el año. Queremos que el festival fomente la creación y las residencias estables para los artistas.


Matadero es un ejemplo como institución cultural en varios países europeos… Es un lugar privilegiado, por su infraestructura y gestión. Es un lujo poder estar aquí.


www.frinjemadrid.com