Hace tiempo que en el circo dejó de haber narices rojas. El espectáculo circense tradicional ha abierto sus carnes a la vanguardia y se ha refinado. En este siglo XXI, baluartes del género como el Circo del Sol o Los siete dedos de la mano (que del 21 de octubre al 8 de noviembre actuará en el Circo Price de Madrid), han permeabilizado sus fronteras a la danza, el teatro o la poesía, y han desterrado de sus shows sus números de animales y su slapstick más primario.


A los clowns de toda la vida quiere reivindicar el original e interesantísimo montaje El minuto del payaso. Un texto metateatral, que utiliza una pieza dramática para hablar de las artes escénicas. Lo firma José Ramón Fernández, Premio Nacional de Literatura Dramática 2011, y lo pone en escena la compañía Teatro El Zurdo, nacida de una experiencia común de varios actores bajo la dirección de Cristina Rota, y que ha dejado muy buenas sensaciones en las tablas con títulos como El Traje.


El minuto del payaso es un original monólogo poético, sutilmente hilvanado con pequeños retazos que emulan la composición fragmentada de nuestra memoria. También con grandes silencios, arriesgados cambios de ritmo y un humor conceptual, surrealista, que no a todo el mundo satisfará, pero al que no se le puede restar mérito. El personaje protagonista es un payaso maduro, ya en horas bajas, que, entre cajas, espera su turno para salir a la pista, y, con la pátina melancólica que tenían Charles Chaplin y Buster Keaton en Candilejas, también espera su Godot: una nueva oportunidad laboral en un mundo que ya no reconoce, en esta nueva era circense donde se siente anacrónico.


La estructura de la pieza es un auténtico y complejo carrusel: en un primer tramo del monólogo, el ritmo es lento, el tiempo pasa despacio para contagiarnos la desazón de la espera. Entretanto, el payaso, como Hans Schnier en el clásico de Heinrich Böll, Opiniones de un payaso, tira del hilo de sus recuerdos, con gracia y sin sensiblerías, hablándonos de su familia, de sus amores, de sus referentes profesionales. Y poco a poco, se abren camino en el discurso la reflexión sobre la misión social del clown (que la tiene), la ironía con los nuevos tiempos del circo y la crítica al humor de la televisión. Todo, para desembocar en el desternillante número del payaso, disparatado, como aquellos que veíamos en la infancia, y concluir después con la vuelta, cabeza gacha, al otro lado del telón.


Solo un actor tan extraordinario como Luis Bermejo es capaz de mantener el tipo en semejante huracán, de ponerse en un pellejo tan peculiar como el de un clown y hasta de improvisar, en un triple salto mortal de talento. Luis Bermejo es unos de los fundadores del Teatro El Zurdo. Un viejo conocido en los escenarios de España, donde ha protagonizado piezas como Jugadores o Maridos y mujeres, la versión que hizo Álex Rigola de la película de Woody Allen, y con distinto reparto puede verse estos días en La Villarroel de Barcelona. Y que últimamente, se deja ver en el cine granjeándose nominaciones a los Goya, por sus papeles en Una palabra tuya o Magical girl. Su interpretación de El minuto del payaso es digna de un marco. Su capacidad para dar vida a un personaje entrañable, divertido y decadente al mismo tiempo, a base, más que de palabras, de una gestualidad descomunal. Su habilidad para pasar de la carcajada a la ternura, de interactuar con el público y hacerle gritar a pleno pulmón, es impresionante. Echa los restos. No se lo pierdan.


El minuto del payaso. Teatro Español de Madrid. Hasta el 11 de octubre. www.teatroespanol.es