Teatro, música, danza e imagen se combinan en Esta no es la casa de Bernarda Alba, una obra metateatral de la dramaturga Carlota Ferrer que en su título es un homenaje a Magritte, y en su ambición, la búsqueda de un discurso feminista radical que pone en boca de actores y bailarines las palabras de Lorca. Todo, en una deconstrucción de aquella trama asfixiante en la que un grupo de mujeres se veían sometidas a un luto que no asumían como propio. Hablamos con el actor y bailarín Alberto Velasco (Premio Max como director por Danzad malditos), que interpreta a Martirio en la gira de este espectáculo que se representa este 20 de octubre en San Sebastián de los Reyes y el próximo sábado 27 de octubre en el Teatro del Bosque de Móstoles.

¿En qué fue visionario Lorca con esta pieza, y cómo ha cambiado la situación de la mujer desde que la escribió? Lamentablemente, el cambio en la situación de la mujer ha sido muy poquito. Hay barreras que siguen sin romperse y techos de cristal que siguen sin arañarse. No sólo en España sino en el mundo entero. Hay países en los que se ha avanzando en algunos aspectos y se ha retrocedido en otros, y en otros países no sólo no se ha avanzando sino que se ha retrocedido, dejando a la mujer en una posición denostada, viviendo humillada a expensas del poder patriarcal y del hombre. Contra esto debemos luchar, como lo hizo Lorca con esta obra, que en cuanto a forma me parece una pieza magistral de texto dramático poético, en el que todas las tramas y personajes se encadenan unos a otros, cada personaje tiene una personalidad, sin que nadie pase por encima de los demás, y con vueltas de tuerca realmente geniales.

Es un elenco 100% masculino. No es la primera vez que tú abordas con un personaje los límites del género como construcción social: ya te vimos, por ejemplo, en Cenizas, de Chevi Muraday. Yo conecto mucho con lo “femenino”. Para mí lo femenino pertenece al hombre de igual manera que lo masculino pertenece a la mujer. Creo que esta idea de los géneros es muy antigua, y que dos géneros no son suficientes para reflejar todo lo que sienten las personas, ni se corresponden con los genitales. Seríamos una sociedad mucho más libre si desde pequeños no se nos enseñara qué es masculino y qué es femenino, sino que sucediéramos en la vida como nos saliese de dentro, sin luchas ni conflictos. Podríamos vivir en libertad en todos los géneros que conocemos y en los que puedan estar por venir. Yo represento a un personaje con unas sensaciones, emociones, frustraciones, que quiere alcanzar sueños y seguir adelante, y eso es lo que nos une a todos los seres humanos. El cuerpo es un cascarón que no representa, ni mucho menos, lo que queremos hacer en la vida. Encontrar en lo socialmente femenino maneras de contar es muy interesante. Y desde las indicaciones de Carlota Ferrer, hemos trabajado este personaje desde mí, sin pensar en lo masculino o lo femenino, de forma muy conectada con la realidad.

¿Cómo te amplía como actor ser bailarín? Ser bailarín, haber trabajado en compañías de danza y desarrollado una carrera, es una de las grandes suertes que tengo como actor, porque me da un concepto de la utilización del cuerpo en el espacio, de lo que aporta el cuerpo como signo escénico además de la palabra. Construir un personaje a partir de todo esto sin que sea bailado, utilizando el cuerpo como herramienta, da más capas de lectura del personaje. Carlota Ferrer trabaja mucho con el cuerpo. Es la cuarta vez que colaboramos juntos, y yo me entiendo muy bien con ella, entiendo su estilo, su concepto, su discurso. Es una de las grandes voces del teatro actual, me sorprende con cada montaje y estoy muy de acuerdo con su forma de ver el hecho escénico y su necesidad de transformar a quien tenemos delante en el teatro.