Si hay algo que los bonaerenses añoran cuando están lejos de su tierra es el horizonte. Esa línea divisoria entre lo terrenal y lo celestial, presente desde tantas perspectivas visuales en aquel país, se convierte en una especie de elemento de equilibrio. Y es que el romanticismo consustancial a los originarios de La Argentina va mucho más allá de su cautivador acento.

El color de sus barrios, sus calles llenas de música, el elegante movimiento de los cuerpos a ritmo de tango y la estética parisina de gran parte de su arquitectura, hacen de Buenos Aires una de las capitales más románticas del mundo.

Os proponemos seis citas imprescindibles:

El Delta del Tigre

El paseo en catarán por el delta del Tigre es una de las actividades más románticas y placenteras para quienes visitan el lugar. Los oriundos consideran la zona su particular Venecia. Se ofrecen diversas opciones que permiten al viajero escoger un recorrido más o menos largo, un viaje más o menos privado, en el barco turístico o en barquitas más pequeñas, incluso la posibilidad de hacer alguna parada para disfrutar de algún refrigerio. Es un paraje natural precioso, elegido por muchas familias para disfrutar de una segunda residencia. Durante el trayecto veremos muchas de estas casitas a orillas del río, incluso podremos divisar la que fue durante 30 años la residencia del Presidente Fernando Sarmiento, hoy convertida en Casa-Museo y envuelta en una espectacular construcción de cristal que la protege desde 1996.

Rosedal de Palermo

Con más de 20.000 rosas de distintas especies, el Rosedal de Palermo es un bellísimo parque fruto de varias transformaciones. El espacio, colorido y cálido, está ubicado en un terreno que perteneció al gobernador Juan Manuel de Rosas.

Cuenta con zonas interesantes de recorrer, como el conocido como Patio andaluz. Se trata de un jardín que el Ayuntamiento de Sevilla y los orfebres del barrio de Triana donaron a la ciudad en 1929. Su estética y la fuente central decorada con típicos azulejos de cerámica sevillana, nos transportan, inevitablemente y de un solo vistazo, a la zona sur de España.

Otra de las partes que contempla el Rosedal es el Jardín de los Poetas, donde podemos observar numerosos bustos de escritores de la talla de Borges, Rubén Darío, Cervantes o Rosalía de Castro.  

El Jardín japonés

El Jardín japonés viene a ser un trocito del país nipón instalado en pleno barrio bonaerense de Palermo. Es un simbólico lazo que une ambas culturas y fue donado por la Embajada de Japón con motivo de la primera visita de un miembro de la realeza a Argentina.

La belleza de este lugar reside en la autóctona flora oriental que exhibe su mejor colorido en cada una de las estaciones así como en los originales puentecillos que invitan a los viandantes a cruzarlos y conectar con diversas ideas como el paraíso, la búsqueda de remedios, la toma de decisiones, etc.

Café Tortoni

Pasear Buenos Aires y no hacer una parada en el Café Tortoni es dejarse atrás uno de los lugares más emblemáticos de la ciudad. Este mítico establecimiento, inaugurado en 1858, está ubicado en el barrio de Montserrat, el más antiguo. Inspirado en el Café parisino del mismo nombre que reunía en el siglo XIX a la élite cultural de la ciudad de la luz, en este caso fue lugar de encuentro de intensas tertulias literarias en la capital del país austral. Gardel, Cortázar, Borges o García Lorca acudían asiduamente al Café Tortoni.

Puerto Madero

La que hoy es una de las zonas más exclusivas y lujosas de Buenos Aires fue originariamente el barrio surgido entorno a un modesto puerto que miraba al Río de la Plata. El hecho de se trate de un río de poca profundidad dificultaba la creciente actividad comercial portuense y el lugar acabó prácticamente abandonado. La creación de un  nuevo puerto en otra zona de la ciudad terminaría impulsando a su vez la gran transformación del barrio Puerto Madero en los años 90 del pasado siglo. Hoy la actividad en la zona es frenética: rascacielos, grandes empresas, restaurantes, clubs nocturnos, casinos…

Algunas de las particularidades que pueden destacarse tienen que ver con el género femenino: las calles de este distrito llevan el nombre de grandes mujeres de la historia argentina y el conocido Puente de la Mujer, simboliza la postura de una bailarina porteña bailando tango. No es extraño que su estética nos recuerde a la del Puente del Alamillo, construido en Sevilla con motivo de la Expo 92, pues se trata del mismo diseñador, el arquitecto Santiago Calatrava.

Caminito de la boca

Caminito es, con razón, una de las zonas más alegres de la ciudad. Y es que el variopinto colorido de sus casas y negocios es espectacular. Cuenta la gente del lugar que la costumbre de decorar vivamente las paredes del barrio tiene su origen en la utilización de la pintura que sobraba después de reparar los barcos. Lo cierto es que Caminito es además una zona muy agradable de pasear, nos toparemos con música y baile en las calles, con artesanos que venden sus productos y con un aire bohemio que termina atrapando el alma del viajero más sobrio.

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