Tener una habitación vacía en casa es probablemente una de las mejores cosas que me han pasado. En mi piso de estudiantes, donde vivimos como una família, acostumbramos a tener visitas que se quedan con nosotros, al menos, un par de noches. Estas visitas no necesariamiente tienen que ser grandes amigos; es más, la mayoría de veces se tratan de personas que conocemos poco (o nada), pero ahí se encuentra la gracia.

La confianza es la clave.

Cuando abres tus puertas desinteresadamente aprendes una primera lección importante: confiar en la bondad de las personas. Siempre va a hacer falta un porcentaje de confianza hacia la persona invitada, pues le abres las puertas de tu casa. Al fin y al cabo, estás permitiendo que alguien entre en el especio donde más te relajas y eres tú mismo: eso no siempre puede verlo cualquiera.

Para y escucha

Lo segundo que aprendes es a escuchar. Es asombroso descrubrir que todo el mundo tiene una historia que contar: un camino que siguió hasta llegar donde se encuentra. Creo que pararse a escuchar a prácticamente desconocidos es lo que más enseña sobre la condición humana. Es sobrecogedor descubrir que, en el fondo, todos tememos a lo mismo y, alguna vez, hemos amado locamente. Tener frente a ti alguien que se despoja de sus sentimientos para prestártelos un momento no hace más que alimentar los tuyos. Las experiencias de otros se convierten en las tuyas. Conoces pueblos y ciudades que jamás pisarás gracias a relatos personales. Aprendes formas de expresarse. Y escuchas y hablas, te alimentas.

Pero lo más bello llega al aprender

Pero, definitivamente, lo más importante es que aprendes. Cuando llega alguien a tu vida, llega para enseñarte. Lo que sea, pero te enseña. Pueden ser cosas prácticas: cómo hacer un mate, hervir una patata sin agua o hacer michelada. Pero también se aprenden cosas más importantes aún, pues estos visitantes siempre transmiten una forma de amar a la vida muy distinta. Los hay que buscarán el eterno viaje, recorriendo mundo sin parar; otros estarán ahí buscando un futuro, tal vez una oportunidad; los habrá que no sabrán muy bien qué hacen allí. Pero todos tienen un mundo interior del cual es muy importante aprender, porque las emociones se alimentan mutuamente.

Hay herramientas digitales para hospedar

Aunque en mi caso hable de gente que ha llegado a nosotros por el boca a boca, hoy en día, en el mundo digital, hay muchas maneras de conocer a gente y, también, de hospedarla. Aunque las redes sociales sean obvias en este ámbito, hay webs específicas para este cometido. Sin ir más lejos, está Couchsurfing, una red social que se basa en prestarle a alguien tu sofá. Así de simple, alguien que esté viajando puede contactar contigo para quedarse de forma gratuita en tu sofá; a partir de ahí, lo que tu quieras ofrecerle: una cama, visitas turísticas, etc. En Couchsurfing también existe la posibilidad de no hospedar a nadie, pero ofrecerle tu compañía para mostrarle la ciudad en la que os encontráis o salir de fiesta o prácticamente cualquier actividad que se te pueda ocurrir. Así que mi consejo, que ya sabéis que siempre ando dando consejos, es que conozcáis a gente. Conoced, conoced mucho y sobretodo escuchad. Aprended de otras personas y empaparos de todo lo que os puedan ofrecer: el mundo es amplio y el primer indicio de ello son sus gentes.   Foto de Elien en CC en Pixabay