Al sur de la provincia de Badajoz, entre paisajes de dehesas y montañas, se alza Llerena, un destino que te sorprenderá por su enorme riqueza histórica y cultural. Durante los siglos XV y XVII fue un importante centro político, administrativo y religioso, lo que atrajo a numerosos artistas, entre ellos a pintores de la talla de Zurbarán, que dejaron allí su sello, con una concentración de arte y monumentos impresionante, lo que le valió el calificativo de la "pequeña Atenas de Extremadura". Desde el siglo XVII, el municipio ostenta el título de ciudad, título otorgado por el rey Felipe IV, y fue declarada Conjunto Histórico Artístico en 1966. Además, acaba de ser incorporado al listado de la Asociación de los pueblos más bonitos de España, un título que refleja su excepcional patrimonio, que combina arquitectura mudéjar y gótica, tradiciones centenarias y un entorno natural que invita al descanso. 

No solo Zurbarán, Llerena ha sido cuna y residencia de importantes personajes ilustres como el que fuera consejero de los Reyes Católicos, Luis Zapata; el cronista de las Indias, Pedro Cieza de León; el descubridor del Cañón del Colorado, García López de Cárdenas; la poetisa Catalina Clara... Ha sido también Sede de los Maestres de la Orden de Santiago durante siglos y del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición

Siglos de historia

Llerena tiene sus raíces en el siglo XI, cuando era conocida como Ellerina bajo el dominio musulmán. Tras ser conquistada por Pelay Pérez Correa en 1243, pasó a convertirse en un importante enclave de la Orden de Santiago, marcando el inicio de una época de esplendor que dejó su huella en su imponente casco histórico

La presencia allí de los Maestres de la Orden hizo crecer la importancia de la ciudad y se convirtió en el principal centro administrativo del territorio, hasta el punto de que en el año 1340 el rey Alfonso XI de Castilla celebró allí las Cortes. 


Parroquia Nuestra Senora de la Granada en Llerena (Foto: Ayuntamiento de Llerena)

El corazón de Llerena es la Plaza de España, un espacio que refleja el esplendor arquitectónico de la villa. Sus edificios porticados, con arcos de medio punto y columnas de piedra, rodean la plaza, que ha sido el escenario de algunos de los episodios más significativos de su historia. Aquí se celebraban los autos de fe del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición, una institución que llegó al municipio en 1508 gracias a la influencia de Zapata, consejero y asesor de los Reyes Católicos. Su jurisdicción se extendió a los obispados de Ciudad Rodrigo, Plasencia, Coria y Badajoz. 

Muy cerca de la plaza, la Iglesia de Nuestra Señora de la Granada se erige como símbolo de la mezcla de estilos que caracteriza a Llerena: mudéjar, gótico, renacimiento, barroco y rococó Su majestuosa torre y los detalles mudéjares de su construcción son testigos del poder de la Orden de Santiago, mientras que en su interior se encuentra el 'Cristo Crucificado' de Francisco de Zurbarán, el célebre pintor que vivió en esta villa durante su juventud.

Entre las murallas y conventos de Llerena

Caminar por las calles empedradas de Llerena es un viaje al pasado. Los restos de su recinto amurallado son testigos de la importancia de esta ciudad durante la época medieval, con puertas como la de Montemolín, que evocan su antiguo papel defensivo.


Imagen nocturna del recinto amurallado de Llerena (Foto: Ayuntamiento)

Uno de los puntos más fascinantes del casco urbano es el Convento de Santa Clara, fundado en el siglo XVI. Este lugar, además de albergar una comunidad religiosa activa, guarda en su interior valiosas obras de arte, entre las que destaca la talla del 'San Jerónimo Penitente' de Martínez Montañés. El convento, que sigue en activo, se ha hecho muy popular por la elaboración de dulces como los corazones de monja, un postre que aúna la influencia judía y morisca, elaborado con miel, almendras y huevo.

En su momento, esta localidad extremeña albergó hasta siete hospitales, de los que se conservan el de San Juan de Dios, con una fachada de aire hispanoamericano, y el de Santa Catalina, que era una antigua sinagoga. En tu ruta por el casco histórico no te puedes perder las casas señoriales con sus escudos sobre la fachada y palacios como el Maestral, el Episcopal y el de los Zapata, la familia más influyente de Llerena.

Naturaleza y serenidad en la Sierra de San Miguel

Más allá de sus calles, Llerena sorprende con un entorno natural que combina bosques, sierras y campos abiertos. A los pies de la Sierra de San Miguel, se encuentran rutas de senderismo que permiten descubrir la rica biodiversidad de la zona, donde conviven ciervos, jabalíes y numerosas aves rapaces. La flora aromática, como el tomillo y el romero, impregna el aire y hace de cada paseo una experiencia sensorial.

Para quienes buscan un momento de tranquilidad, el entorno ofrece múltiples miradores naturales desde los que contemplar el paisaje extremeño, salpicado de dehesas y pequeños arroyos.

La cocina de la tradición en Llerena

La gastronomía de Llerena hunde sus raíces en la tradición, en la que legumbres, cereales y productos del cerdo ibérico con los ingredientes principales. Destacan platos como el cocido, el puchero, la olla (que parece que viene de la 'adafina' judía), potaje de garbanzos y espinacas para los días de vigilia y gazpachos en los días de verano.  

Una de sus especialidades es la caldereta extremeña, cuyo origen se remonta a la trashumancia y lleva como ingrediente principal el cordero o cabrito tierno. Como zona de caza, destacan platos de venado, jabalí, conejo (en escabeche) y perdiz (con salvia). 

No dejes tampoco de probar los vinos de Llerena, que se enorgullece de estar detrás del primer vino cosechado en el continente americano tras el descubrimiento, en concreto, en Lima en 1560, gracias a Pedro López de Cazalla, el llerenense que fue secretario de Francisco Pizarro. 

Un reconocimiento bien merecido

La reciente incorporación de Llerena al listado de los pueblos más bonitos de España es un homenaje a su esfuerzo por preservar su patrimonio y su identidad. Este reconocimiento no solo pone en valor su belleza arquitectónica y su riqueza cultural, sino que también impulsa el turismo y fortalece el orgullo de sus habitantes.