El término FOMO responde a las siglas en inglés de Fear of Missing Out, que se traduce como miedo a perderse algo. Es una sensación que también experimentan los adultos, pero en el caso de los adolescentes está muy ligada al uso de los teléfonos móviles y las redes sociales. Según los expertos, más del 90% de los jóvenes en Estados Unidos dispone de un smartphone, lo que multiplica las oportunidades de comparación con sus amigos y compañeros.
La especialista en crianza Irin Rubin explicó en Parents.com: “Lo que los adolescentes ven en las redes sociales se percibe como 100% real, y por eso a menudo se despiertan sentimientos de inferioridad, celos y una imagen negativa de sí mismos”.
Por qué el FOMO es más común en la adolescencia
El miedo a perderse algo aparece en todas las edades, pero se intensifica en la adolescencia, según explican desde Adolescencia Positiva. En esta etapa, el cerebro está orientado a construir la identidad fuera del núcleo familiar, lo que hace que el grupo de iguales tenga un peso decisivo. El FOMO refleja esa necesidad de pertenencia.
A esto se suma el uso intensivo de internet: más del 99% de jóvenes entre 16 y 24 años se conecta con frecuencia, según el INE, y esa exposición constante a las redes aumenta la vulnerabilidad.
La autoestima también juega un papel clave. Cuanto más baja es, más se depende de la aprobación ajena, lo que hace que cualquier exclusión se viva con mayor malestar. Además, el uso habitual de redes sociales fomenta perfiles más narcisistas, en los que la búsqueda de “me gusta” y comentarios refuerza la comparación con los demás.
Estrategias para manejarlo
Cuando estas señales empiezan a afectar al bienestar de los jóvenes, los especialistas recomiendan algunas pautas para los padres y madres. La primera es explicar que las redes sociales muestran sobre todo los mejores momentos y que ninguna vida es perfecta. También resulta útil reforzar la identidad de los adolescentes más allá de lo digital y marcar límites en el uso de las pantallas.
Otra recomendación es organizar actividades familiares sin dispositivos, como jugar a las cartas o a un juego de mesa, para fomentar la convivencia cara a cara. También es alto recomendable recomendable salir a dar una vuelta, aún mejor si es andar en plena naturaleza. Además, conviene animarles a disfrutar de lo que tienen en ese momento y a valorar sus propios logros.
A todo eso, es importante tratar de animar a los más jovenes a hacer un uso razonable de la tecnología y la mejor forma de conseguirlo es predicar con el ejemplo: es decir, de nada sirve que digas a tu hijo o hija que deje el móvil si tú tampoco lo estás haciendo. Ahora bien, en caso de que ninguno de estos consejos sean suficientes, lo mejor es acudir a ayuda profesional.