De nuevo celebramos en una parte de España, Cataluña, la fiesta de la democracia, unas elecciones. Desde el glorioso 20 de noviembre de 2011, en el que regresamos al poder tras los siete años zapateriles, se han convocado en nuestro país, contando la de hoy, cuatro elecciones autonómicas. Y pese a esta orgía de consultas populares, no dejo de leer en los foros de internet y de ver en las calles de nuestras ciudades, un profundo descontento por lo que ustedes denominan falta de democracia.

¿Cómo es posible que haya germinado este sentimiento en tanta gente, cuando los partidos no dejan de convocarlos a las urnas de forma casi permanente? Es ésta una pregunta retórica, porqué soy perfecto conocedor de la respuesta.

Los partidos políticos, para que ustedes entiendan por donde va el asunto, son muy parecidos a los bancos. De hecho, la mayoría de ellos, deben tanto dinero y favores a las entidades crediticias, que resulta difícil saber donde termina uno y empieza el otro. Siguiendo con esta analogía, los programas políticos son como los contratos bancarios. Se quedan ustedes con el lema publicitario, y muy pocos se detienen a leer la letra pequeña.

Esto explica que, de la misma manera que firman ustedes préstamos que favorecen exclusivamente a quien se los concede, voten una y otra vez en contra de sus propios intereses. Con el agravante de que cuando ustedes entregan su voto en la urna, no obtienen a cambio ni un triste resguardo que les conceda el mínimo derecho a reclamar. Porque hay que decir a favor de los bancos, y en contra de los partidos políticos, que al menos los primeros se molestan en poner sobre papel los términos del engaño (eso sí, el notario va de la cuenta de ustedes).

La clave del éxito de ambas fórmulas, se encuentra en que la oferta se entienda como un todo. Una única firma al final de todo el documento, como un único voto para todo un programa, y quedan ustedes atrapados precisamente por esos detalles que no han leído o no han entendido. Imagínense que no fuera así, que la ley obligara a firmar artículo por artículo del contrato y a votar una a una cada nueva ley de relevancia que pretendiera aprobar el gobierno. ¿Alguno de ustedes firmaría la cláusula que pone suelo a la bajada del interés de su hipoteca? Pues que decirles si les hubieran consultado la reforma laboral, la subida del precio de los medicamentos o las tasas judiciales. Pero no se preocupen ustedes, que ya nos ocuparemos nosotros de no molestarlos con los detalles.

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