Dolores Delgado, Fiscal General del Estado tiene una trayectoria que para si la quisieran muchos juristas: Inteligente, brillante y valiente. Por su trabajo en la Audiencia Nacional ha tratado temas muy delicados y no le ha temblado nunca el pulso. Además, es progresista.

Para los que no lo son, y en su sector abundan, su paso por el Ministerio de Justicia levantó ampollas. No es de extrañar, aunque para la historia ha quedado grabada su imagen grave y serena en el Valle de los Caídos, durante la exhumación de Franco. Eso irritó bastante a los que añoran al dictador.

Cuando accedió al cargo actual, cundió el pánico entre esa fracción de la carrera fiscal que se asienta en el conservadurismo, pues la Fiscal General del Estado tiene la prerrogativa de designar medio centenar de importantes puestos en diferentes destinos. Desde hace demasiados años esos nombramientos han sido ocupados por un elevado porcentaje de fiscales de determinado y rancio talante ideológico.

Debe saber, además, que su papel es fundamental como organizadora de la Fiscalía y de la Carrera Fiscal. De ella dependen importantes instrucciones y circulares para poner en funcionamiento y mejorar leyes y procedimientos penales y civiles que afectan a la vida de los ciudadanos a través de la actuación de los fiscales a su cargo.

La derecha política también se alarmó. La angustia del PP tiene que ver con la mala cabeza de sus dirigentes que les ha llevado a asomarse al abismo ante la cantidad de casos que suman en los tribunales y en los que se dirimen presuntas irregularidades económicas con fondos públicos, para supuesto beneficio del partido que hoy lidera Pablo Casado. Asuntos tales como las piezas de la trama Gürtel, entre otras que afectan a los populares como también Lezo y Púnica, les preocupan. También lo qué harán los fiscales en la tramitación de la petición de indulto de los líderes independentistas o en lo referente al Rey emérito.

Ahora a la Fiscal General del Estado le ha tocado sufrir los ataques que dicen que puede no ser imparcial. La derecha y ese colectivo de fiscales que insinúan tal extremo tienen que saber de sobra que es mentira, que Dolores Delgado pone por delante su vocación de servicio y que seguirá actuando con la misma independencia e imparcialidad que siempre la guio en su trabajo como fiscal de la Audiencia Nacional.

A pesar de que la derecha y sus medios afines han rescatado toda la artillería de bulos pasados y futuros para deteriorar su imagen, traspasando incluso la línea roja de la vida privada en términos zafios y gratuitos, saben que Dolores Delgado tiene una vida de pareja feliz junto al juez Baltasar Garzón, mal que les pese a sus detractores. Pero eso pertenece al espacio estrictamente personal.

Lo cierto es que el PP tiene miedo de la Justicia, de la buena Justicia. Y saben que es una profesional que no se aviene a componendas. Así que, Delgado debe seguir defendiendo a la sociedad, que lo hace muy bien.