No es por desidia ni por el calor; es por una profunda y creciente sensación de que quien convoca, el Partido Popular, carece de la mínima legitimidad para exigir lo que, históricamente, ha sido incapaz de cumplir. Así que, con su permiso, este domingo disfrutaré de la familia y me dedicaré a la lectura tras visitar la Feria del Libro, placeres mucho más rentables que intentar que la gente piense con la barriga.

El espíritu de la manifestación, se nos dice una y otra vez, es la defensa de principios democráticos como la transparencia y la integridad moral. Señor Feijóo, ¿puede el PP arrogarse tal bandera sin una mirada crítica a su propio pasado y su presente? Vayamos a la era Aznar. El "talante" que predicaba en público contrastaba vivamente con episodios de su gestión que hoy nos resultan muy tristes e incómodos, como la gran mentira del 11M y las Armas de Destrucción Masiva. Es el mismo señor que hoy da lecciones a los demás de integridad moral.

Además, hay un elefante en la habitación del Partido Popular, que se llama Caja B. El caso Bárcenas no es un mero expediente judicial; es una mancha indeleble que reveló un sistema de financiación opaco, una contabilidad paralela que durante años socavó los cimientos de la democracia y la igualdad de oportunidades. ¿Cómo puede, señor Feijóo, su partido convocar a la ciudadanía a defender la limpieza y la integridad cuando arrastra el lastre de haber sido condenado por beneficiarse de un sistema de corrupción? La Justicia habló y su veredicto es claro. La sociedad española no olvida, y la memoria colectiva es un juez implacable.

La actualidad nos trae ejemplos que refuerzan esta percepción de doble rasero. La situación en la Comunidad Valenciana, con el presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, bajo el foco mediático por asuntos que rozan la incompatibilidad moral, es un recordatorio doloroso, pues hay 227 víctimas mortales y miles de personas arruinadas esperando que se les haga Justicia. Las sombras que se proyectan sobre su gestión, con investigaciones abiertas, son una evidencia más de que el Partido Popular no ha logrado extirpar de su seno ciertas prácticas que generan desconfianza y repulsa en la ciudadanía. ¿Se va a hacer usted una foto con él, señor Feijóo?

¿Con qué autoridad moral se pide a los ciudadanos que salgan a la calle a protestar contra la corrupción o la falta de transparencia cuando ejemplos tan cercanos empañan la reputación de su propia administración? ¿Dará explicaciones la presidenta madrileña del comportamiento de su pareja o volverá a envolverse de victimismo trumpista para olvidar también el triste episodio de las muertes de ancianos en pandemia?

La paradoja es llamativa. Se exige a los demás lo que se ha incumplido de forma reiterada. Se invoca a la democracia cuando se ha manchado su nombre con prácticas que la denigran. Se habla de regeneración cuando la autocrítica brilla por su ausencia.

Por todo ello, señor Feijóo, mi sitio el 8 de junio no estará en la calle al lado de su partido. Estaré reflexionando sobre la necesidad de una política realmente limpia, verdaderamente transparente, y ejercida por quienes predican con el ejemplo. Porque la legitimidad no se exige, se gana. Y su partido, lamentablemente, aún tiene una deuda pendiente con ella.

No puedo evitar recordar su foto en el yate con el contrabandista. Ya sé que aquel encuentro amistoso con Marcial Dorado ocurrió hace 30 años en la Ría de Vigo; pero me produjo mucha tristeza la explicación que usted dio, no hace mucho, en 2023, cuando justificó que entonces no existía Google para conocer las actividades de nadie. Con respuestas así, señor Feijóo, comprenderá que prefiera un millón de veces ir a la Feria del Libro que a escuchar su sonsonete, bastante repetitivo.

Por cierto, cubra su espalda. Recuerde las palabras de Giulio Andreotti: “En la vida hay amigos, conocidos, adversarios, enemigos y compañeros de partido”. O compañeras.

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