Sembradoras de vida (Guardians of Mather Eart), es un documental de producción peruana, obra de los cineastas peruanos Álvaro y Diego Sarmiento, que se estrenó en el 69 Festival de Cine de Berlín en febrero pasado. Y consiguió ser ganador del Premio al Mejor Documental Internacional de Cine Indígena. Y mañana mismo, viernes 28 de junio, va a cerrar la 13ª Muestra Cine Indígena organizada por el Museo Chileno de Arte Precolombino.

Sembradoras de vida narra la historia de cinco campesinas peruanas, de Cusco y Puno, que se aferran a sus tradiciones ancestrales luchando día a día por mantener una forma respetuosa, natural y orgánica de trabajar la tierra, a pesar de tantas circunstancias en su contra, y a pesar de la enorme amenaza que supone para la ecología, para la agricultura y para el mundo el cambio climático. El documental acompaña a estas cinco mujeres en su trabajo diario y se dejan captar por la cámara en la dureza de sus labores cultivando el campo, en su consciencia de hacerlo de un modo amoroso y exquisito, casi como un ritual; y también reflejan en la cinta su enorme dignidad de mujeres campesinas que cuidan y aman la tierra que trabajan.

En realidad, el documental, entre otras muchas cosas, se conforma en un homenaje a la madre tierra, la Pachamama, y a los que la trabajan; y es también una celebración de la relación de la Madre Tierra con las mujeres. Como dice en una entrevista Diego Sarmiento, uno de sus directores, es también una narración de la cosmovisión andina, para la que la Madre Tierra, o Pachamama, es mujer, porque, como también dice una de las protagonistas del documental, tanto la tierra como las mujeres tienen la capacidad de dar vida. Las mujeres y la Tierra son dadoras de vida.

Este concepto que anuncia el título, “dadoras o sembradoras de vida” me abre amplios horizontes de comprensión. Cuando era pequeña y era obligada, como casi todos, a ir a las misas, intentando aprender qué se decía de interesante en ese lugar que, confieso, a mí me parecía y me sigue pareciendo siniestro, había una expresión que se repetía con frecuencia en los rituales y que me llamaba mucho la atención: “señor y dador de vida”. Como siempre he sido curiosa y he querido entender, me pregunté durante mucho tiempo sobre esa idea que no llegaba a comprender. Un dios “dador de vida”, aunque las que llevan en su seno la vida son las mujeres, y aunque la moral cristiana siempre ha criminalizado la maternidad, y, por tanto, la vida; de ahí la idea infundada e indefendible de la virginidad. ¿Qué absurdez es ésa de convertir a una deidad en dadora de la vida? Una gran contradicción, como tantísimas otras. Porque las verdaderas dadoras de vida, como dicen estas mujeres de culturas masacradas por el mismo cristianismo, son, en realidad, las propias mujeres, que paren a los seres humanos, y la madre Tierra que pare los frutos de nuestro alimento.

El documental deja claro el poder y la magia de las mujeres andinas en su relación estrecha con la tierra y con su capacidad de conservarla fértil y de protegerla; refleja también la belleza y la espiritualidad natural y profunda de las culturas indígenas que, hoy, siguen luchando para protegerse de la voracidad de gobiernos, multinacionales e intereses de los grupos de poder. Evidencia la riqueza de esas culturas precolombinas, su sabiduría y su maravillosa moral; una moral que no ha perseguido a las mujeres, ni las ha quemado en hogueras, ni les ha considerado apéndices del hombre, ni les ha hecho culpables de ningún absurdo pecado original.

En el contexto actual es ya un hecho la implacable industrialización de la agricultura y de los alimentos que da la tierra, el uso generalizado de semillas transgénicas, de pesticidas y químicos tóxicos que están envenenando la tierra y acabando con animales, en otros las abejas, tan necesarias para polinizar las plantas y conservar la vida. Que en este mismo contexto en el que el cambio climático ya es evidente para todos, en el que están a punto de desaparecer más de mil especies de animales y plantas, en el que Trump niega el cambio climático, en el que Bolsonaro está deforestando el Amazonas, el último pulmón verde del planeta, que dos cineastas de origen indígena nos muestren esas formas tan rudimentarias como respetuosas y amorosas de tratar la tierra, y que nos enseñen la importancia en su cultura  del cultivo sostenido de alimentos y esa alianza profunda y solidaria del ser humano con la naturaleza y con la vida es como un grito generoso y desesperado que nos anima a cambiar urgentemente de paradigmas. 

Porque el medio ambiente y la naturaleza están ahora peor que en cualquier otro momento de la historia humana. Lo demostraron más de 15.000 informes científicos que hace dos meses se presentaron, por parte de la Plataforma científica sobre Biodiversidad, en la ONU. Las conclusiones del informe no sólo hablan de salvar a animales y plantas, sino de preservar un mundo en el que cada día es más difícil vivir para los humanos. De ahí el grito desesperado de este documental. 

Coral Bravo es Doctora en Filología