Junts ha hecho esta semana una nueva muesca en la culata de su pistola. Es la pistola con la que se bate en duelo con su principal enemigo que, contrariamente a lo que muchos puedan pensar, no es España sino ERC. España es un adversario mucho más lejano, más frío, muchos incluso dudan de su existencia, una especie de hombre del saco que sólo se utiliza cuando se quiere meter miedo a los menores.  

Con quien Junts se juega realmente las habichuelas es con el partido de Junqueras, por eso el líder republicano, pese a que era el vicepresidente de su Govern, fue el último en enterarse de la marcha de Puigdemont a Bélgica. Esa herida está abierta para siempre. Dicen algunos de los que lo tratan de cerca, que los tres años y medio de cárcel han cambiado el carácter de Junqueras. En cambio, otros muy cercanos a él están convencidos de que lo que realmente ha alterado su temperamento ha sido comprobar como la figura de Puigdemont, de quien considera que tuvo una actuación totalmente deshonrosa, continúa siendo idolatrada por muchos independentistas, mientras que la suya, que se quedó al pie del cañón, es cuestionada incluso por los suyos.

El que la condición principal que ha puesto esta semana Junts en el Congreso para apoyar al Gobierno de Sánchez, haya sido el traspaso de competencias y recursos en inmigración no es baladí. Es un terreno en el que sabe que ERC, como partido de izquierdas que es, no puede ni quiere competir. Ha sido un punto conseguido por incomparecencia del contrincante. Pero no es un punto simple, yo diría, si habláramos en términos baloncestísticos, que es un triple en toda regla.

Junts lo tiene muy difícil para crecer por el centro- izquierda, en Catalunya hay mucha y buena competencia en este sector. Sin embargo, hay un enorme descampado a la derecha, con apenas cuatro aldeas ocupadas por el PP y la noble villa de Ripoll, en el corazón del país, en la que campea la extrema derecha catalanista de Sílvia Orriols, que ha hecho bandera del ataque furibundo a los inmigrantes. Junts sabe que el fenómeno ultra y xenófobo, que en el resto de España está copado por VOX, tiene también en Catalunya un prometedor futuro electoral. La de esta semana ha sido su primera pica en Flandes, pero ya hace mucho tiempo que coquetea con esta peligrosa ideología.

Los dirigentes de Junts son conscientes de que la promesa por parte de Sánchez de una posible cesión de competencias en el terreno de la inmigración es el equivalente a que les hubiera ofrecido terrenos en la Luna.  Necesita de una ley orgánica y, aún superando ese complicadísimo trámite, su aplicación chocaría muy probablemente con la normativa europea. Pero eso les da igual, en la cabeza de muchos votantes catalanes ya ha quedado registrado que Junts quiere controlar la llegada de inmigrantes y que su deseo es poder expulsar a los que no se ajusten a sus criterios. Ahora sólo les queda esperar que las elecciones catalanas se convoquen antes de que estas y otras acciones similares que tienen preparadas sean olvidadas por sus potenciales votantes.