Otra cuestión es la opinión y la actitud de los mal llamados “liberales”, quienes, como nos están mostrando día a día con su infame gestión, benefician obscenamente a unos pocos con el perjuicio, la pobreza y la miseria de la mayoría. Y ello con determinación y con saña, lo cual es, quizás, lo más miserable. Desde que el “neoliberalismo” se instaló en las políticas occidentales por obra y gracia de Reagan, Bush y demás elementos neoconservadores, esta tendencia económico-política voraz y cruel ha ido empobreciendo paulatinamente a las sociedades y desgastando el sentido ético de lo que consideramos justo. Ha hecho primar el valor del dinero por encima del valor de las personas, lo cual viene a negar los valores humanistas que, desde la Ilustración , han sido el baluarte de todo progreso social, político, científico y humano.
Se nos escapa la ternura de entre los dedos cuando percibimos que cientos de personas acuden a tropel en busca de comida a los contenedores de los mercados; y se nos escapa la ternura de las manos cuando vemos a familias en la calle con deudas bancarias por casas que los bancos ya les quitaron; y se nos escapa la ternura cuando se niegan medicinas o servicios básicos a las personas más desprotegidas para hacer acopio de dinero que se regala a banqueros multimillonarios. Y se nos escapa la ternura cuando vemos a ancianos mendigando, o a niños que pasan hambre, o a enfermos tirados en las aceras, mientras la asignación millonaria del Estado a obra social se la reparten unos cuantos miserables. Y también se nos escapa a raudales la ternura cuando nos enteramos de que los mismos que fabrican pobres en serie prohíben la pobreza en las calles. Será que ser pobre es pecado, y que la pobreza les molesta a los mismos que la generan.
Decía hace no mucho, en un magnífico artículo, García Montero que “Sin compasión, la teoría se convierte en catecismo dogmático y las reflexiones desembocan en la crueldad. Uno de los síntomas más claros de la falta de justificación intelectual, científica o teórica de la actual política neoliberal es su falta de compasión, su extrema crueldad”. Porque los neoliberales, o liberales, a secas, como a ellos les gusta nombrarse, no tienen compasión, y porque esa falta de compasión desemboca en una intensa crueldad que se ceba, especialmente, y a sabiendas, con los más débiles.
Es una crueldad que pulula en el ambiente a modo de faro de guía para una clase política y una parte afín de la sociedad que disfrutan, como el aficionado disfruta de la agonía y la muerte del toro, de la precariedad y del dolor de los más indefensos. Y una sociedad insensible al dolor ajeno es una sociedad, además de ignorante, profundamente enferma; enfermedad cruenta que consiste en la ausencia de corazón, y que es la metáfora de lo más despreciable y hostil del ser humano. Por eso no dejemos que nos roben la ternura de las manos; nos la pueden negar desde las tribunas oficiales, desde las políticas, las instituciones y los decretos “liberales”, desde los medios de comunicación fabricados a su medida; …pero quedamos las personas. Seamos ahora más solidarios y cómplices que nunca. Que no nos roben la ternura.
Coral Bravo es doctora en Filología
Se nos escapa la ternura de entre los dedos cuando percibimos que cientos de personas acuden a tropel en busca de comida a los contenedores de los mercados; y se nos escapa la ternura de las manos cuando vemos a familias en la calle con deudas bancarias por casas que los bancos ya les quitaron; y se nos escapa la ternura cuando se niegan medicinas o servicios básicos a las personas más desprotegidas para hacer acopio de dinero que se regala a banqueros multimillonarios. Y se nos escapa la ternura cuando vemos a ancianos mendigando, o a niños que pasan hambre, o a enfermos tirados en las aceras, mientras la asignación millonaria del Estado a obra social se la reparten unos cuantos miserables. Y también se nos escapa a raudales la ternura cuando nos enteramos de que los mismos que fabrican pobres en serie prohíben la pobreza en las calles. Será que ser pobre es pecado, y que la pobreza les molesta a los mismos que la generan.
Decía hace no mucho, en un magnífico artículo, García Montero que “Sin compasión, la teoría se convierte en catecismo dogmático y las reflexiones desembocan en la crueldad. Uno de los síntomas más claros de la falta de justificación intelectual, científica o teórica de la actual política neoliberal es su falta de compasión, su extrema crueldad”. Porque los neoliberales, o liberales, a secas, como a ellos les gusta nombrarse, no tienen compasión, y porque esa falta de compasión desemboca en una intensa crueldad que se ceba, especialmente, y a sabiendas, con los más débiles.
Es una crueldad que pulula en el ambiente a modo de faro de guía para una clase política y una parte afín de la sociedad que disfrutan, como el aficionado disfruta de la agonía y la muerte del toro, de la precariedad y del dolor de los más indefensos. Y una sociedad insensible al dolor ajeno es una sociedad, además de ignorante, profundamente enferma; enfermedad cruenta que consiste en la ausencia de corazón, y que es la metáfora de lo más despreciable y hostil del ser humano. Por eso no dejemos que nos roben la ternura de las manos; nos la pueden negar desde las tribunas oficiales, desde las políticas, las instituciones y los decretos “liberales”, desde los medios de comunicación fabricados a su medida; …pero quedamos las personas. Seamos ahora más solidarios y cómplices que nunca. Que no nos roben la ternura.
Coral Bravo es doctora en Filología