A lo largo de los años, muchos ya, que llevo en el ruedo literario, y colaborando con medios de comunicación, no sé la cantidad de artículos, textos y reportajes que he escrito sobre el día del libro. Tal vez de todas las efemérides, de todas las fiestas y celebraciones, es la que vivo con más emoción e intensidad. No sólo porque pertenezca al gremio de los que amamos las palabras y lo que se puede hacer con ellas, sino porque celebramos en la literatura a todos los que nos precedieron con talento y a los que nos acompañan con la misma vocación. Para los que amamos la palabra y nos dedicamos, con mejor o peor fortuna, al oficio de plasmarla por escrito, el 23 de abril, es sin duda un día grande y a festejar siempre. Tradicionalísima fiesta, además, en algunos lugares como Aragón y Cataluña y, de forma especial en Barcelona. La festividad de Sant Jordi aúna santo patrono, festividades regionales, tradiciones arraigadas, y la celebración del libro. En España es una tradición tan potente y asentada que, aunque se trató de copiar en NY, no ha tenido el calado que en Madrid o Barcelona, y es sólo comparable con el amor que se le profesa a la literatura y el fenómeno que suponen en México, en especial en la ciudad de Guadalajara y su Feria del Libro. Irónico resulta pensar que se festejan las defunciones gloriosas de Miguel de Cervantes, el Inca Garcilaso y William Shakespeare, y es mucha casualidad creer que fallecieran el mismo día, pero aceptamos la licencia poética porque, si no es verdad, que podría ser fruto del seguro azar, debiera serlo. Celebrar los días del fallecimiento de figuras cuyas letras están hoy más vivas que en vidas de sus autores. Seguramente ellos habrían sabido sacar punta de las circunstancias actuales, plenos de talento e ironía y, a nosotros, sin tanta altura, nos toca hacer lo mismo, o intentarlo.

Ya desde hace días, se llevan adelantando salidas editoriales, presentaciones de libros, Noches en Blanco con autores, librerías y editoriales, y algunos otros eventos que anuncian el día grande de la Literatura. Por muchas razones, de participación, afecto y vínculos, yo llevo unos cuantos, participando, de una forma u otra, bien como ponente o moderador o presentador de mesas y conversatorios, en el Festival internacional de Poesía de Granada. Creado por los poetas Fernando Valverde y Daniel Rodríguez Moya, en los últimos años ha sido renovado por la dirección de Moya y de la profesora y crítica literaria Remedios Sánchez, presidenta, además, de la Asociación de la Asociación Andaluza de Escritores y Críticos Literarios. Un festival que, frente a las endogamias habituales de otros, y con menos presupuesto, se ha consolidado como el referente en literatura hispanoamericana en el país, y fuera de él. Figuras de las letras hispanas, de primerísimo nivel, como Luis Alberto de Cuenca, Ángeles Mora, Luis Mateo Díez, José María Merino, por citar a los Premios nacionales, Laura Esquivel, Alejandro Guillermo Roemmers, Joaquín Pérez Azaustre, Antonio Enríquez, Concha García, José Sarriá, Raquel Lanseros, Andrés París, Ramón Martínez, Marina Casado, William González, Nerea Riesco, Boris Rozas, María Gaitán, Diego Vaya, Ángelo Néstore, Gerardo rodríguez-Salas, Pedro Larrea, Lena Carrilero, Javier Lostalé, entre otros, demuestran el verdadero plantel riquísimo y plural de las voces más importantes e intergeneracionales de la prosa y la poesía en español. Pero como éste es un espacio abierto, no faltan las figuras internacionales como el poeta exiliado chino Yang Lian, propuesto para el Nobel de Literatura, así como la siria Maram al-Masri, la poeta afroamericana Rita Dove, Premio Pulitzer de Literatura, la tunecina Khédija Gadoum, o las marroquíes Lamiae El Amrani y Nadia Hafid, el rifeño Mohamed El Morabet, entre otros internacionales. Estudiosos como Allen Josephs, Francisco Morales Lomas, o José Antonio Ruiz, director de la Cátedra Federico García Lorca, omnipresente en su ciudad granadina. También hubo espacio para ese maridaje perfecto entre la música y la poesía, con charlas-conciertos de Marwan y Joan Manuel Serrat. Celebrar el día del libro el 23 de abril, es celebrar la primavera en todas sus palabras. Cada vez estoy más seguro de aquella sentencia que escribió el filósofo Immanuel Kant, de que “la lectura de todos los buenos libros es como una conversación con las mejores mentes de los siglos pasados”. Conversemos con ellos, son lo mejor de nuestra especie.