La frase de Montoro: “Que caiga España, que ya la levantaremos nosotros”, resume de forma clara y precisa el ideario que aplica el Partido Popular cuando es desalojado del Gobierno -todo vale para desgastar al Ejecutivo y recuperar el poder-. Posición cargada de precedentes en cuestiones de Estado como el terrorismo, la Unión Europea, o la inmigración, y que contrasta con la postura del Partido Socialista que, a pesar de mantener diferencias importantes en muchas de estos temas, siempre ha buscado el consenso desde la oposición.

Ideario, más vigente que nunca. Así lo constata su irresponsable negativa, haciendo uso del poco democrático y constitucional veto del Senado, a la aprobación de un objetivo de estabilidad autorizado por Europa que permite mayores y relevantes respiros a la hora de afrontar las necesidades de la Seguridad Social -léase pensiones- y de las Comunidades Autónomas -léase Sanidad, Educación y Servicios Sociales-, y que impide la tramitación y el debate de los Presupuestos, instrumento fundamental para fortalecer la economía y crear empleo de calidad, y que en todo caso,  es el momento oportuno para que la oposición exprese su postura sobre las cuentas concretas que presenta el Gobierno.

Dicha posición contrasta con el apoyo que en el 2016 dio el PSOE desde la oposición, a la modificación de los objetivos de déficit que presentó el gobierno del PP después de que la UE autorizase su flexibilización, lo que suponía, como ahora, más dinero para las políticas sociales y para las Comunidades Autónomas.

Esta negación del debate ya la vimos recientemente cuando el Gobierno del presidente Rajoy, en minoría, vetó multitud de iniciativas en el Congreso que, con el apoyo de una Mesa conformada mayoritariamente por el PP y Ciudadanos, impidió que se pudieran ni siquiera debatir en la Cámara. La misma Mesa que hace poco  ha vuelto a tomar decisiones que excepcionan el funcionamiento normal de la tramitación legislativa, con el fin de impedir el debate de una  enmienda dirigida a facilitar la discusión de los  presupuestos.

Un talante de sepulcros blanqueados, que lo mismo cacarea hasta la saciedad la defensa de España, que la deja caer con tal de obtener el poder, un poder que siempre han pensado que por derecho natural les pertenece

Se trata del mismo talante endeble -democráticamente hablando- que, al amparo del rodillo de una  mayoría absoluta conservadora, inspiró una Décima Legislatura con más de 70 reales decretos leyes -uno de ellos denominado “Ómnibus” por la tremenda cantidad de diferentes leyes que modificaba-, o  impulsó cambios legislativos que rompían los consensos existentes en derecho penal, en el funcionamiento de los órganos constitucionales, o en el de las Cámaras, o que ha hecho que amparado en su mayoría absoluta utilice, antes y ahora,  el Senado de forma absolutamente partidista.

Una fragilidad democrática que aflora cuando desde la derecha se pone en duda y ataca un instrumento democrático y constitucional como la moción de censura, sentenciando sobre con quién se puede hablar y de qué, llegando a dar o quitar valor a los votos en las Cortes Generales según de qué formación vengan.

Una voluntad clara de instalarse en la confrontación con respecto a Cataluña, auspiciada por una competición en radicalidad con Ciudadanos y Vox, negando el diálogo y adoptando una postura  populista de salva patrias que no hace más que dar energía y reforzar el independentismo, pero que a la vez le permite arañar algunos votos en el resto del país, como ya hicieron anteriormente con la recogida de firmas, la presentación del recurso de inconstitucionalidad contra el Estatut,  y con  la campaña contra los productos catalanes.

Una deficiente consistencia democrática que, en los últimos años, ha hecho que no se aplicase la Ley de Memoria Histórica y que ahora se abstenga ante la retirada del Valle de los Caídos de los restos del  golpista y dictador; o que el otro día, en el Senado, se nos presente una moción atacando a los gobiernos de Cataluña, Baleares y Valencia, tratándolos prácticamente de separatistas por su gestión de la lengua catalana con instrumentos y medidas muy parecidas a las que la formación proponente aplica en Galicia, para gestionar la lengua propia de allí, sin que nada se dijera de ello, y sin respeto alguno a la diversidad.

Un talante de sepulcros blanqueados, que lo mismo cacarea hasta la saciedad la defensa de España, que la deja caer con tal de obtener el poder, un poder que siempre han pensado que por derecho natural les pertenece. De ello,  derivan, seguramente, las deficiencias democráticas de que adolecen.