Mayoritariamente se piensa la política como la lucha por el poder, y se suele realizar el análisis de la política desde esa visión. En el marco de sociedades democráticas esto suele implicar analizar la capacidad de una organización o líder de sumar apoyos para lograr mayorías, en ese terreno juega la política espectáculo, la polarización, y el muy interesante debate entre identidad y opción; entre la toma de posición en base a quien soy y con quien mi identifico y la toma de posición en base a la valoración que uno hace de lo acertado o desacertado de las decisiones de líderes y partidos.
Sin embargo, hay mucho de la política que no tiene que ver con el acceso al poder sino con el ejercicio de este, con las decisiones que se adoptan y que casi siempre implican distribuir recursos limitados entre demandas infinitas, pero que también conllevan liderar la construcción de sentido común, ser capaz de construir realidades no discursivas, sino materiales, que determinan cómo son las sociedades, qué valores las guían y qué rumbo quieren adoptar.
Es en este segundo terreno en el que en el último tiempo se da una conjunción para mi catastrófica. cada vez más asisto a una construcción de sentido de comunidad que huye de la ciencia y que no tiene corazón y que, por tanto, deshumaniza la política hasta límites que la desdibuja como la herramienta más poderosa del ser humano.
Los retrasos que a todas luces se produjeron en la alerta lanzada por Mazón la noche trágica del pasado martes tienen que ver con esta deshumanización, en la que se huye de la razón y de la emoción al mismo tiempo; ¿qué lleva a un presidente a ignorar o minusvalorar las alertas de la AEMET?, no es una rebelión partidista contra el gobierno central, porque nadie puede defender que los meteorólogos del Estado son servidores de los intereses de Sánchez, es algo más grave y peligroso, es ignorar la ciencia, los datos, los hechos que contradicen tu visión del mundo.
No es sólo que se ignore la alerta roja de un servicio público que no tiene interés partidista alguno, es que no tienes conciencia alguna de los peligros que acechan la población sobre la que gobiernas porque ignoras otros dos elementos que la ciencia lleva años advirtiendo: el primero es que los efectos del cambio climático van a ser cada vez más extremos y devastadores, y la segunda, es que tú tierra se ha construido durante décadas ignorando las más básicas normas de sentido común del planeamiento urbanístico, construyendo de más y haciéndolo mal, llenando de edificios donde viven personas los cauces secos de los ríos.
Cuando estos días se señalan los bulos que se dicen sobre presas, ataques de guerra climática y desvaríos varios, se señala a supuestos conspiranoicos como si fueran personas extrañas en nuestra sociedad, pero lo cierto es que la raíz de esta forma de relación conflictiva entre verdad y política es el núcleo discursivo del principal partido de la oposición en el Estado y responsable de la mayoría de los gobiernos autonómicos. Basta con escuchar declaraciones de Feijóo, de ahora y de hace años, o de Ayuso, y no digamos de Tellado, para comprobar que es habitual el uso de falsedades que no se sustentan en la realidad, o de hechos manipulados a su interés, para defender su visión ideológica del mundo y sus propuestas políticas.
Por si no fuera suficientemente grave esta forma de ignorar la ciencia y la verdad, le suman una impactante incapacidad de empatía sobre cualquiera a quien consideren “enemigo”, incluso a quienes no consideran amigos y son sólo “bulto”. El miércoles en la mañana, la primera escena del congreso de los diputados con un PP que esperó a poder decir ante las cámaras que pedían la suspensión del pleno, y que se enfadaba cuando el resto de portavoces se mostraron de acuerdo, me parece sintomático de la ausencia de escrúpulos en la priorización de tus intereses, que siempre son partidistas, porque sólo son para tú partido y para la parte de la sociedad a la que representan, que nunca es la mayoría social.
Los siguientes declaraciones y actuaciones de Nuñez Feijóo en estos días de tragedia, se han ido amontonando en una inmensidad de inmundicia humana mientras todo el pueblo español rezuma solidaridad y sufrimiento sincero por el mal de las gentes valencianas.
El problema de esta forma de actuar es el efecto que produce en nuestra sociedad. Una comunidad liderada por personas sin empatía ni respeto por la verdad será una comunidad deshumanizada y sin posibilidad de éxito para enfrentar los enormes retos de este ya muy avanzado siglo XXI, combatir este riesgo es urgente e imprescindible, y no se hace en el terreno de los discursos ni de los relatos, hay que mancharse las manos para bajar al terreno de los hechos.
Estos días en Valencia habitan millones de personas que esperan acciones concretas y reales que palien su sufrimiento, el inmediato y el que se les vendrá encima cuando el barro se limpie, y aparezca el inmenso vacío que va a dejar esta DANA. Pero no sólo esperan en las tierras valencianas, el resto de España miramos con un nudo en la garganta, por los más de 200 fallecidos, los incontables desaparecidos y las consecuencias materiales a medio plazo y esperamos que todo el que tenga capacidad de acción actúe.
En cómo se resuelva esta crisis le va el futuro a este país, no es una batalla electoral ni mediática, es un momento fundacional del país que queremos ser, deseo que el gobierno central esté a la altura.