Cuando voy a escribir esta columna semanal lo primero que hago es poner el título elegido en el buscador y ver si es original o ya se le había ocurrido a otro colega. Ahora, con las herramientas de inteligencia artificial integradas en los buscadores, Google ofrece antes de nada una vista creada con Gemini, su propia IA. En este caso el texto que brinda es muy oportuno: "La polarización, la división de una sociedad en grupos opuestos, puede no conducir directamente a la agresión, pero sí puede crear un terreno fértil para ella. La polarización, especialmente cuando se asocia con el discurso de odio y el populismo, puede fomentar la radicalización y la violencia."
Y esto es exactamente lo que está pasando en España donde en 2024 las agresiones verbales o físicas a las personas LGTBIQ+ se duplicaron con respecto a 2023, según una encuesta de 40dB. En su última memoria la Fiscalía General del Estado también refleja un aumento de las agresiones sexuales a mujeres. Desde la tercera investidura de Pedro Sánchez en noviembre de 2023 las sedes socialistas o "casas del pueblo" han sufrido 157 actos vandálicos con una media de doce atentados al mes, a partir de los datos ofrecidos por el PSOE.
Los lugares que recuerdan la memoria de las víctimas de la represión franquista tampoco se libran de la violencia ultra. Son numerosas las denuncias de la asociaciones memorialistas sobre pintadas y roturas en las placas de monumentos y lápidas en cementerios en casi todas las comunidades desde Valencia a Galicia.
Otra de las dianas de la ultraderecha son los sitios donde se presta ayuda a las personas migrantes: locales de ONGs que colaboran en tareas de apoyo, hoteles y hostales que albergan a refugiados... Muchos de estos establecimientos han recibido amenazas o sufrido pintadas.
Sin olvidarnos de los acosos a las clínicas que realizan interrupciones voluntarias de embarazo que llevan años con acosos periódicos a sus sedes.
Las agresiones y amenazas a los periodistas de medios señalados por la ultraderecha como no entregados a sus ideas son ya un clásico como en la última concentración contra Pedro Sánchez en la Plaza de Colón. A eso hay que sumar los acosos verbales de activistas ultras, acreditados como periodistas, en las comparecencias informativas de parlamentarios de partidos de izquierda o independentistas en el Congreso.
La espiral polarizadora parece no tener fin y se retroalimenta de la crispación cultivada en los debates de todos los parlamentos, donde la derecha asume con frecuencia el argumentario de Vox y, en ocasiones, hasta los de Alvise.
Para atajar la deriva violenta que comentamos no bastan medidas coyunturales o endurecimientos legislativos que serían contraproducentes, se requiere un serio esfuerzo pedagógico para reforzar la educación sexual, la educación para la ciudadanía y la alfabetización mediática.
El fenómeno descrito no es exclusivo de España, se incrementa en todos los países en los que la ultraderecha amplía su respaldo electoral y tiene su máxima expresión en Estados Unidos donde la dictadura de Trump persigue abiertamente a todos los sectores que no se pliegan a sus medidas anticonstitucionales.