¿Le abriría usted la puerta de su casa a alguien que no se identifique? ¿Nos dejan entrar en un establecimiento con una careta? ¿Abriría un correo electrónico anónimo? Estas preguntas y otras muchas que se pueden hacer tienen un NO por respuesta. Sin embargo, en los últimos meses todos estamos hartos de recibir llamadas telefónicas de robots que no se identifican y en las que una grabación nos cuenta un rollo que no nos interesa en absoluto o, en otros casos, en las que nadie habla y no se sabe quién está al otro lado de la línea, por lo que temes que se trate de un intento de estafa.
La frecuencia es casi diaria y hasta el momento no se conoce que ninguna asociación de consumidores y usuarios haya movido el tema como lo hicieron con las llamadas comerciales en las que, a cualquier hora del día, nos intentaban vender productos o servicios no solicitados.
Desde que se completó la digitalización, y todos los dispositivos, tanto fijos como móviles, pasaron a tener una pantalla, las operadoras pueden incluir junto al número de teléfono el nombre de la persona o entidad titular que llama, de manera que el que recibe la llamada identifique quién la hace y evitar los miles de problemas derivados del anonimato en casos de acoso, insultos o amenazas. Pueden hacerlo, pero no lo hacen.
Obligar a las empresas de telefonía a poner por defecto el nombre del titular en las llamadas facilitará la denuncia de las empresas responsables de lanzar miles de llamadas robotizadas. Aunque existe la posibilidad de ocultar el número que llama, el receptor es advertido en este caso de que se trata de un número oculto o desconocido, y puede decidir si contesta o no.
Las llamadas de robots hacen perder millones de horas al año y la no identificación del llamante garantiza la impunidad de acosadores de menores, estafadores de todo tipo, maltratadores de mujeres e insultadores de la peor calaña. El Gobierno de España podría atajar el problema con una orden del ministerio del ramo, porque no olvidemos que el servicio de telefonía es una concesión administrativa.
Ya circulan por internet consejos para no responder con un SÍ a estas llamadas de números no registrados en nuestras agendas para evitar que se pueda utilizar como prueba de asentimiento a un contrato o a una venta. También se nos advierte que para entrenar las herramientas de inteligencia artificial y las posibilidades que se abren de imitar y suplantar voces muchas de estas llamadas buscan ampliar sus bases de datos vocales.
Ya he bloqueado más de diez números de robots, pero esta tarea hace perder más tiempo todavía y su eficacia es muy relativa porque las llamadas no cesan. Como verán, no es un asunto menor, pero como las empresas de telefonía no ofrecen datos porque nadie las obliga, seguiremos sufriendo la maldad intrínseca del anonimato. Además de un ejemplo más de cómo la digitalización, en demasiadas ocasiones, no se utiliza para el bien común.