En estos días he sabido de una campaña que me ha gustado y me ha hecho reflexionar a partes iguales. Se trata de una campaña protagonizada por la actriz Ana Torrent, “por una cosmética libre de edadismo” y es, a mi entender, un verdadero acierto.
Se plantea la cuestión en unos términos muy interesantes, cuestionando esa manía de las empresas cosméticas -y de otros sectores, también- de identificar todo lo bueno con la juventud, que se considera el ideal a alcanzar, aunque se haya dejado atrás hace tiempo. Por eso promocionan todo tipo de cremas, sérums, ampollas antienvejecimiento. Que es como decir que envejecer es lo peor, y que, si no podemos evitarlo, tendremos que disimular sus efectos a toda costa.
Así que, por si no tuviéramos bastante con batallar con los kilos para tener un cuerpo que va en contra de las reglas de la naturaleza, tampoco podemos permitirle a nuestra piel que pierda la tersura de los veinte años. Especialmente si somos mujeres. Porque, del mismo modo que la gordura se considera algo negativo, también se considera negativa la arruga o cualquier otro efecto del paso del tiempo sobre nuestra dermis.
Pero no nos confundamos. No se trata de que nos opongamos a cuidarnos, a estar guapas y a tener el mejor aspecto posible, si ese es nuestro gusto. Lo que se critica es que ese mejor aspecto del mundo venga siempre relacionado con la juventud y que, por una inevitable asociación, la edad y el envejecimiento se vean como algo negativo. Porque, si se tienen 70 años, se puede estar guapísima pareciendo una señora de 70 años, y no una adolescente, aun en el improbable caso de que lo consiguiéramos.
Cada edad tiene lo suyo, y, conforme cumplimos años, ganamos en canas, en arrugas y en otras muchas cosas que no tienen por qué ser malas. Ni mucho menos. Del mismo modo que ganamos en sabiduría o en experiencia, también nuestra piel y nuestro cuerpo adquieren facultades que no tenían a los quince ni a los veinte. Y a mucho honra.
Y eso es lo que me ha hecho pensar esta campaña. Porque, inconscientemente, yo también consideraba que la edad era lo peor para mi piel, y por eso había que abastecerme de productos anti-edad, anti-envejecimiento, anti-arrugas y cualquier “anti” más con el que se les ocurra torturarnos.
Así que, enhorabuena a los promotores de la campaña y a la protagonista. Guapísima, por cierto, aunque no tenga quince años ni lo parezca. Ni falta que le hace