Si las candidaturas electorales se hiciesen a través de listas abiertas es muy probable que Ana Botella nunca hubiese llegado a la Alcaldía de Madrid, ni tampoco Ignacio González, sustituto de Aguirre.

Pero Botella  iba en el paquete de Gallardón y ahí la tenemos haciendo una gestión pésima, alardeando de cinismo y aplicando las políticas más rancias del PP.

Es difícil olvidar su expresión de superioridad, orgullo y prepotencia cuando tras la tragedia del Madrid Arena en donde murieron aplastadas cuatro jóvenes, Ana Botella dijo en rueda de prensa que los días que pasó en un spa de lujo en Portugal mientras sucedían los hechos, formaban parte de su vida privada.

Y para colmo del mal gusto comenzó la rueda de prensa en donde se iba a hablar de la tragedia diciendo que ha bajado las tasas de basuras.

Esta señora no se ha enterado de que los ciudadanos de Madrid le estamos pagando el sueldo, el chófer que le lleva a la peluquería y su despacho de la Plaza de Cibeles y que su obligación es servir a la ciudad, las 24 horas del día.

El primer problema importante que se le planteó a la ciudad, tras su toma de posesión, no lo ha sabido gestionar. Ha mentido una y otra vez para después dar otra versión matizada de los hechos... Su incompetencia es absoluta.

Y por si  el caso Madrid Arena fuese poco, días después va a visitar junto a su yerno a un conocido al Hospital de la Princesa y firma el papel de los huelguistas que reclaman la no privatización del centro, lanzando un dardo a la línea de flotación de  su compañero de partido Ignacio González, actual presidente de la Comunidad de Madrid.

Y ustedes se preguntarán ¿esta mujer es tonta o le quiere tocar los huevos a González? Pues seguramente las dos cosas. Están a matar como antes lo estaban sus antecesores Gallardón y Aguirre. Compiten a ver quién tiene más poder, es más neocon, más patriota y de paso más golfo.

Se siente endiosada como su marido, pero la realidad es que su gestión está siendo nefasta. Ya lo fue su supuesto trabajo como concejal de Medio Ambiente tomando una brillante medida: para que Madrid registrase menos contaminación cambió los contadores de su tradicional ubicación para colocarlos en medio de parques. ¡Y se acabó la contaminación! Aunque vivamos con una permanente boina gris sobre nuestras cabezas.

Pero a pesar de sus escasas capacidades, el hecho de ser la Sra. de Aznar influyó y mucho y Gallardón le nombró su heredera. Siempre recordaremos el legado del exalcalde y actual ministro de Justicia: dejó a Madrid superendeudada y a Botella como alcaldesa. Fue el alcalde que más dinero  malgastó y que a pesar de eso fue premiado por Rajoy a pesar de su frase eterna “no hay que gastar lo que no se tiene”.

Paralelamente otra mujer del PP, Esperanza Aguirre, la líder de la extrema derecha española, dejaba la presidencia de la Comunidad de Madrid lanzando un mensaje lloroso hablando de la familia, de su madre, del cáncer… pero le faltó tiempo para instalarse en su despacho de asesora del Ministerio de Industria y Turismo con un sueldo muy alto dentro de la Administración y dedicándose única y exclusivamente a dar mítines. O sea, la mantenemos para que ella vaya por esos mundos de dios predicando sus teorías ultras.

¡Está feliz! Ya no tiene responsabilidades directas y va de acto en acto criticando a Rajoy y paseando su nacionalismo español por todos los rincones del país, incluso lo ha hecho en la campaña electoral catalana en donde ha pronosticado que si Catalunya se independiza será “una república bananera”.

Hablamos de mujeres insolidarias, prepotentes, chulas y al servicio de las políticas más derechistas posibles. Su nacionalismo español las embarga y su eficacia como gestoras las demoniza.

Resulta triste haber luchado tanto por defender que las mujeres estuviesen en el poder para acabar en manos de estas señoras.

Mercè Rivas Torres es periodista y escritora