Hay imágenes que hablan por sí solas. Y pocas resultan tan hirientes, tan grotescas y tan profundamente injustas como la de Juan Manuel Moreno Bonilla subido a una carroza, disfrazado de Rey Baltasar, repartiendo caramelos. No, esto no va de ilusión. No va de magia. Va de política. De precampaña. De usar la Cabalgata de Reyes —un acto pensado para la infancia y la familia— como un escaparate electoral en el que maquillar, durante unas horas, un daño que lleva años causando. Porque alguien que ha hecho tanto sufrir a tanta gente no puede ser Rey Mago. No debe serlo. No se lo ha ganado.

Y no puede serlo, sencillamente, porque nadie que haya dejado a medio millón de niños andaluces sin pediatra puede representar la figura de un Rey cargado de generosidad y cuidado hacia los más pequeños. Nadie que haya permitido el deterioro más grave de la sanidad pública en décadas. Nadie que ha convertido la palabra “espera” en un sinónimo de dolor, angustia y abandono. Por eso, por mucho disfraz y mucha foto desde la carroza, la corona no tapa la realidad: Moreno quiere ser Baltasar, pero le queda muy grande.

Estas navidades, mientras medio millón de niños andaluces siguen sin pediatra, Moreno Bonilla se subirá a la carroza de la Cabalgata de Sevilla. Y lo hará con la complicidad del Ateneo hispalense, una institución conservadora, elitista y ajena a las urgencias reales de las familias trabajadoras. Todo milimétricamente calculado, en plena precampaña, para ofrecer su particular baño de masas. Pero detrás del maquillaje festivo hay un mensaje mucho más serio: el presidente andaluz usa un evento infantil para intentar lavar su imagen tras años de recortes, listas de espera y sufrimiento injustificable.

Basta con mirarlo repartiendo caramelos para entender la contradicción. Él celebra la ilusión infantil mientras recorta los recursos que deberían proteger esa misma infancia. ¿Cómo mirar a los ojos a esos niños desde la carroza, sabiendo que el 39% de los menores de 14 años no tiene pediatra asignado? ¿Cómo sonreír desde las alturas cuando en cientos de pueblos andaluces no hay atención pediátrica y las familias se ven obligadas a recorrer kilómetros para que sus hijos sean atendidos por un especialista?

No puede ser Rey Mago quien es responsable de listas de espera sanitarias que causan dolor, ansiedad y pérdida de calidad de vida. No puede serlo quien ha hecho sufrir a tantas mujeres con la crisis de los cribados de cáncer de mama, un fallo sistémico que ha dejado en el aire el diagnóstico de más de 2.000 mujeres, el 90% de ellas en Sevilla. ¿De verdad alguien así puede encarnar la figura de un Rey que trae esperanza?

No puede serlo quien ha permitido escenas indignas en el Hospital Materno Infantil de Málaga que conocíamos recientemente: 10.400 niños en lista de espera quirúrgica. 79 camas pediátricas y neonatales cerradas. Operaciones canceladas cuando los pequeños ya estaban en ayunas. ¿Puede un gobernante que provoca esto representar la magia, la ternura, el amor hacia la infancia? ¿De verdad?

Y tampoco puede serlo quien deja una UCI pediátrica en Córdoba atendida por una sola enfermera para tres niños críticos. Ni quien recorta servicios esenciales mientras multiplica conciertos con clínicas privadas. Esa es la Andalucía que hoy padecemos: una sanidad pública desangrada para que algunos hagan negocio. ¿Ese es el espíritu navideño que quiere mostrar Moreno desde su carroza?

Pero sigamos, porque la lista es larga. No puede ser Rey Mago quien ha colocado a Andalucía en el furgón de cola en inversiones educativas, quien cierra 3.000 aulas públicas, quien mantiene colegios sin climatización pese a aprobar una ley que prometía lo contrario. Un millón y medio de niños volverán a pasar frío en enero, igual que se achicharran cada junio. ¿Cómo puede hablar de ilusión alguien que ni siquiera garantiza que los pequeños puedan estudiar sin enfermar?

Y mientras tanto, los comedores escolares suben un 24% y muchas familias ya no pueden pagarlos. Las actividades extraescolares desaparecen en decenas de pueblos. Se cierran aulas matinales porque “no salen los números”. ¿Magia? No. Recortes. Desigualdad. Exclusión.

Tampoco puede ser Rey Mago quien ha colocado a Andalucía a la cola de España en pobreza infantil ni quien hace tanto daño a los jóvenes, que ven cada día más imposible emanciparse. Moreno Bonilla lidera una Andalucía donde la vivienda es un sueño prohibitivo, donde el alquiler es un lujo y donde los sueldos no dan para empezar una vida propia. Un presidente que bloquea el futuro de los jóvenes no puede recibir el honor de representar a un Rey que simboliza esperanza.

Y no puede serlo quien favorece un sistema en el que solo estudia quien puede pagarlo, expandiendo universidades privadas y Formación Profesional elitizada mientras la oferta pública se reduce o se deteriora. ¿Qué tipo de Rey Mago es alguien que convierte la educación en un privilegio?

Además, la imagen pública del presidente se ha visto aún más ensombrecida por los casos de corrupción que salpican al PP andaluz. En paralelo, miles de mujeres viven con angustia el desastre de los cribados de cáncer. Sin embargo, el Ateneo mantiene a Moreno como Baltasar, como si nada hubiera pasado. Como si la Cabalgata fuera un escenario político al servicio del poder, y no un evento de la infancia.

Por eso no sorprende que miles de ciudadanos hayan firmado en una plataforma digital pidiendo que Moreno Bonilla no sea Rey Baltasar. La petición lo resume con claridad: “La cabalgata es por y para los niños. No para que un político en activo aproveche para hacer campaña.”

Las familias lo entienden. Los profesionales sanitarios lo entienden. Las asociaciones educativas lo entienden. Lo entienden miles de andaluces que no quieren ver convertida la Cabalgata en un teatro electoral. Los únicos que parecen no entenderlo son Moreno Bonilla y quienes creen que una corona de cartón puede tapar cuatro años de recortes.

Y es que la pregunta es simple: ¿Qué credibilidad tiene un Rey Mago que deja atrás a los niños de su tierra? Ninguna. Por eso, sí, Moreno puede subirse a una carroza. Puede disfrazarse. Puede posar. Puede sonreír. Pero lo que no puede es borrar la realidad.

Los Reyes Magos representan generosidad, cuidado, solidaridad, justicia. Moreno Bonilla representa lo contrario. Por eso, por mucho brillo que tenga la carroza, él no es Baltasar. Ni lo será. Y no porque no sepa actuar, sino porque le falta lo esencial: la empatía que exige gobernar para todos, y especialmente para quienes más lo necesitan.

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