Según la Constitución española de 1978, el Congreso de los Diputados puede exigir la responsabilidad política del Gobierno mediante la adopción, por mayoría absoluta, de la moción de censura, que deberá ser propuesta al menos por la décima parte de los Diputados, y habrá de incluir un candidato a la Presidencia del Gobierno. Si no fuere aprobada, sus signatarios no podrán presentar otra durante el período de sesiones.
Y en estas estamos, cuando el líder de la derecha reaccionaria, Alberto Núñez Feijóo, propone, o amenaza, a los socios del gobierno, con una moción de censura contra Pedro Sánchez, moción abocada al fracaso. Forma parte de su campaña programática para el cónclave del PP que se celebrará en este mes de junio. Los socios del gobierno desprecian, como no podía ser de otra forma, la propuesta de la moción de censura y Feijóo parece que no la presenta porque no quiere, aunque posiblemente debería. No se atreve, sería uno de sus mayores fracasos.
Seré claro, dice el líder ultra, la moción de censura para sacar la corrupción de la Moncloa no depende de mi voluntad. Yo la tengo toda. Depende de quienes le han dado soporte parlamentario hasta ahora. Si quieren acabar con esto, el Partido Popular sigue a disposición. Si no quieren, no tengan duda de que les arrastrará y que la mayoría de los españoles decentes les hará cómplices de esta degradación, concluyó. Todo son culpas de los demás, frente a su política que aún no se conoce.
El Partido Popular eleva el tono y llama a poner fin al Gobierno de Pedro Sánchez, al que tacha de criminal, mafioso y corrupto. La exageración en política ha generado un tipo de discurso en el que se denuncian golpes de Estado, dictaduras inadvertidas por todas partes; se alerta de una confrontación civil inminente o nos enteramos de que hay terroristas decidiendo nuestro destino colectivo. Lo cierto es que la derecha está creando un clima guerracivilista, como ya hizo históricamente antes de la guerra de 1936.
Para aclarar más cuales son los objetivos golpistas de la derecha, junto con sus socios fascistas, aparecen las conversaciones del capitán Bonilla de la OCU, ahora fichado por Ayuso: "Matar a los rojomorados, desterrar a Pedro Sánchez y la lucha: amenazas violentas en los chats del capitán Bonilla fichado por Ayuso. La lista de amenazas del capitán Bonilla es interminable. Tras las pruebas reveladas, es insostenible que Juan Vicente Bonilla, ex capitán de la UCO y actual responsable de Seguridad del SERMAS, siga en su puesto, por lo que el PSOE pide a Ayuso el cese fulminante de su capitán Bonilla, vinculado a la UCO patriótica.
Vayamos a la moción de censura. En cuatro ocasiones se ha utilizado en los cuarenta y siete años de vida constitucional. La primera moción de censura se presentó en 1980 contra el Presidente Adolfo Suárez, del partido UCD, llevando como candidato a Felipe González, del PSOE. La segunda en 1987 contra el Presidente González y llevando como candidato al Senador Hernández Mancha, de AP. La tercera en 2017 contra el Presidente Rajoy y llevando como candidato al Diputado Pablo Iglesias, de Podemos. La cuarta en 2018 contra el Presidente Rajoy y llevando como candidato al Diputado Pedro Sánchez, del PSOE, que gano y salió como presidente en funciones.
Aunque una votación negativa sobre aspectos básicos de la política gubernamental (proyectos de ley, decretos-leyes, Presupuestos Generales del Estado, etcétera) puede provocar esta consecuencia, la moción de censura es una forma directa y expresa de transmitir el mensaje. A través de la misma la representación popular declara cancelada la relación de confianza con el Gobierno y provoca su caída.
La moción de censura es de este modo, y junto a la cuestión de confianza, uno de los cauces específicos para exigir responsabilidad política al Ejecutivo. Durante el último tercio del siglo XIX y buena parte del XX la retirada de la confianza a los Gobiernos en diversos países europeos, por unos medios o por otros, era frecuente, provocando continuas caídas de los mismos y, en general, una situación de inestabilidad política. Tras la Primera Guerra Mundial, y como reacción frente a este estado de cosas, se observa en todo el parlamentarismo occidental un movimiento tendente a corregir el desequilibrio contrario al Ejecutivo, mediante lo que se ha llamado el parlamentarismo racionalizado, esto es, mediante la regulación de las relaciones entre los poderes Legislativo y Ejecutivo, sentando los límites a las facultades del primero.
Es tras esta situación cuando surgen como categoría definida las mociones de censura, que son mociones reguladas limitativamente en la medida que se proponen la exigencia de responsabilidad política al Gobierno. Ejemplos de estos límites son la exigencia de la mayoría absoluta para su aprobación, la necesidad de un número mínimo de diputados para su presentación, el establecimiento de un período de enfriamiento entre su depósito y su debate, el transcurso de un cierto plazo desde la votación de la anterior, etcétera.
Vista la realidad política, las dos primeras mociones presentadas en España, no perseguían otra cosa que desgastar al Gobierno y en particular a su Presidente. La primera pudo cosechar algunos réditos en este campo; la segunda, en cambio, fracasó por completo a este respecto. La tercera, por el contrario, pretendió demostrar la existencia de una alternativa de Gobierno, al margen de las dos partidos políticos mayoritarios que en el año inmediatamente anterior, sus candidatos a la Presidencia del Gobierno se habían sometido a sendas sesiones de investidura, en dos legislaturas sucesivas, cosechando sólo éxito el Presidente del Gobierno a quien esta moción pretendía derribar. Pero donde las tres fracasaron fue en su propósito, de cambiar el Gobierno de la nación. Sin embargo, la cuarta presentada logró su objetivo: derrocar al Gobierno de Rajoy,
La moción es una manifestación política por la que una Cámara parlamentaria expresa al Gobierno su aspiración, voluntad o deseo de su seguimiento. La moción de censura está caracterizada por encerrar una crítica sustancial al comportamiento sobre el presidente del Gobierno, lo que supone una condena o una censura. Como en todos los regímenes parlamentarios, el Gobierno necesita la confianza de las Cámaras representativas para mantenerse en el poder, la aprobación de una de estas mociones implica que el Gobierno quede obligado a dimitir.
El exponente más extremo de las mociones es el de las llamadas mociones constructivas de censura. Con ellas se cierra el paso a las mociones (y a las mayorías) puramente negativas, que desembocan en la caída del Gobierno pero sin consideración alguna a la posibilidad de formar un equipo sucesor. Se requiere que las mociones vayan acompañadas de un candidato a la Presidencia gubernamental, de tal modo que su aprobación conlleve la de éste como nuevo primer ministro. La destrucción de un Gobierno va unida a la construcción de uno nuevo, evitándose los paréntesis tan peligrosos sin Ejecutivo. Y, desde luego, desincentivándose la presentación de estas iniciativas, tan favorecedoras de la inestabilidad política. Se trata de una técnica inaugurada por el artículo 67 de la Ley Fundamental de Bonn, con vistas a evitar la inestabilidad gubernamental que tantos estragos causó en el régimen de Weimar.
En España está prevista la figura de la moción de censura en los artículos 113 y 114 de la Constitución: El Congreso de los Diputados puede exigir la responsabilidad política del Gobierno mediante la adopción por mayoría absoluta de la moción de censura. La moción debe ser constructiva, esto es que la propuesta, apoyada al menos por la décima parte de los Diputados, tiene que incluir un candidato a la Presidencia del Gobierno. Otra institución bien distinta es la cuestión de confianza. Aquí, es el presidente del gobierno quien puede utilizarla, para forzar el favor parlamentario en momentos de crisis o de pérdida de apoyos. En ambos casos la mayoría absoluta parlamentaria es crítica; se gana la censura o se pierde la confianza si se obtiene.
Como queda expuesto, desde que se aprobó la Constitución en 1978, se han presentado varias mociones de censura y cuestiones de confianza, con diferentes resultados y conclusiones. En mayo de 1980, el Partido Socialista Obrero Español, presentó la primera moción al presidente Adolfo Suárez. La iniciativa originó un desgaste tremendo para el gobierno y fue el principio del fin, que llegó en 1982. La moción, fue defendida por Alfonso Guerra y rechazada por el diputado Rafael Arias-Salgado y el candidato a la presidencia alternativo propuesto Felipe González. Fue rechazada por los únicos 166 votos del grupo parlamentario centrista, que se quedó solo en el rechazo.
Una moción de censura se presenta o no se presenta, se gana o se pierde, pero es un arma política que siempre, tiene consecuencias parlamentarias. Se puede cambiar a un presidente del gobierno, tras exigirle responsabilidades o se fuerza un debate sobre los temas que el gobierno quiera eludir.
En esta ocasión, Núñez Feijóo no quiere presentar la moción de censura porque la perdería; no quiere más desgastes políticos, pero si lo hiciera, forzaría a un debate sobre la realidad social, política y económica en España, que reflejaría una visión que nada tiene que ver con la catastrófica situación que proclama Feijóo. Además debería presentar a la ciudadanía un proyecto político claro, que parece ser no lo tiene.
Por su parte, desde la Comunidad de Madrid, el consejero de Presidencia llama desde una tribuna pública a la Guardia Civil, a las empresas, a los medios de comunicación y a la ciudadanía a levantarse para tumbar al Gobierno legítimo de España. Lo que están haciendo se llama #golpismo.