Mariano Rajoy, en la despedida de su retiro en Santa Pola, ha salido en defensa de los banqueros, asegurando que son necesarios porque "sin ellos la economía funcionaría muy mal". El ex presidente, con ese don de la oportunidad del que la naturaleza lo ha dotado, hizo esta afirmación el mismo día en el que se conocía la sentencia del Tribunal Supremo que puede acabar obligando a los bancos a pagar el impuesto sobre actos jurídicos documentales que hasta ahora cargaban a los clientes que solicitaban una hipoteca.

Se trata de la última de una interminable lista de sentencias que, más tarde que temprano, han puesto en evidencia que el objetivo fundamental de los bancos es: esquilmarnos. Desde las famosas preferentes hasta las célebres cláusulas suelo, las formas que ha encontrado la banca para exprimir a los menos favorecidos son tan ingeniosas como ilegales. Pero no vayan a quedarse con la idea de que se limitan a explorar el lado oscuro de la ley, en el soleado también han hallado mil y una maneras de conseguir ponernos boca abajo para quedarse con las monedas que nos puedan quedar en los bolsillos del pantalón. Una de las más ocurrentes es cobrarnos por sacar nuestro propio dinero de nuestra propia cuenta corriente si para ello, en lugar de hacer nosotros su trabajo en el cajero automático, se nos ocurre entretener a uno de sus empleados.  

Y cuando, pese a todas estas estratagemas de saqueo, los números no les cuadran, no tienen el mínimo reparo en pasarse por el forro sus firmes convicciones neoliberales y pedir al papá estado que los ayude, que triste es de pedir pero más triste es de robar. Las decenas de miles de millones de euros (nunca sabremos realmente cuántos) con las que todos los españoles hemos sufragado su mala gestión, podrían haber servido para llenar, por ejemplo, la hucha de las pensiones hasta la punta de las orejitas del cerdito. 

Tiene razón nuestro registrador de la propiedad más afamado al asegurar que los bancos son necesarios. Lo que yo me pregunto es si éstos, que tanto dinero y esfuerzos nos cuestan, lo son. Quizá haya llegado el momento de que les perdamos el miedo, el respeto hace mucho tiempo que lo perdieron, y busquemos otras opciones más éticas y racionales. Las cajas de ahorro fueron un buen intento, muy mal gestionado por los políticos y muy bien boicoteado por los bancos. Su filosofía sigue siendo válida, sólo falta encontrar un modelo de gestión más adecuado. Pero me temo que, mientras los políticos sigan soñando con dorados retiros en sus consejos de administración, no se van a esforzar mucho en encontrarlo.