Este desconocimiento de nuestros dirigentes políticos y económicos (los diferencio, aunque sean lo mismo, porque me pagan el artículo por palabras) de los hechos de la vida cotidiana, es cada vez más común. Fíjense ustedes, por ejemplo, en el caso de Arturo Mas, que no sabe que en Cataluña existen un buen puñado de entidades bancarias, y el pobre se ve en la trabajosa necesidad de tener que enviar sus ahorros (obtenidos de forma honesta, sin duda alguna) a la fría Suiza. Si no estuviera exclusivamente preocupado por el bienestar de su pueblo catalán, y se dedicara un poco más al suyo propio, se habría enterado de este hecho conocido hasta por el último de sus súbditos, y se habría podido ahorrar los sin duda costosos trámites de intermediarios y viajes.

Algo parecido sucede con nuestros banqueros. Cualquier hijo de vecino sabe que cuando las cosas se ponen mal y la empresa para la que trabajas se hunde, lo más fácil es perder el trabajo y la casa (normalmente por este orden) y que ante la desesperación que supone esa pérdida, algunos sólo ven la salida del suicidio. Pues nada, ha habido ya un buen puñado de bancos y cajas de ahorro que se han ido al traste, y todavía está por ver saltar a alguno de los directivos responsables de ese desastre desde la ventana de su lujoso despacho. Y no crean que no lo hacen por evitarse el doloroso impacto, sucede como en el caso del Rey y de Mas, por simple desconocimiento de la vida cotidiana.

Pero no se lo tengan ustedes en cuenta. Si las cosas son así, es porque nuestros dirigentes viven ensimismados en asuntos que no están al alcance de las cotidianas cabezas de ustedes. El día que descubran todo lo que se están perdiendo se van a llevar un disgusto de órdago. Ustedes que pueden, sigan disfrutando de las emociones de la vida común, como la ilusión del principio de cada mes de creer que conseguirán que la nómina llegue por lo menos hasta el día 20, o de que esta vez seguro que les aprueban la ayuda para comprarle los pañales al abuelo.

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