Todo hace prever que Mariano Rajoy no será investido presidente del Gobierno. Seguirá siéndolo en funciones, como ocurre desde hace ya más de ocho largos meses. Por mucho que se empeñen en negarlo el propio Rajoy, todo el PP y casi la totalidad de los editorialistas y analistas políticos, el único y gran responsable de la más que previsible derrota del actual presidente en funciones es él, Rajoy, y en ningún caso puede ser responsabilizado de ello Pedro Sánchez, y todavía menos el PSOE. 

A nadie se le pasó por la cabeza exigir la abstención de los entonces 148 diputados del PP para que fuera investido en 2004 el candidato del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero, que contaba de entrada solo con los 164 votos de los diputados socialistas, a 16 sufragios de la mayoría absoluta. Cuatro años después, en 2008, tampoco nadie requirió al PP que sus 154 diputados se abstuviesen para permitir la reelección presidencial de Rodríguez Zapatero, cuando el PSOE contaba con 169 votos, todavía 6 votos por debajo de la mayoría absoluta. ¿Por qué entonces no y ahora sí? ¿Acaso las derechas deben gobernar Espala por mandato divino, “por la gracia de Dios”, como de forma tan enfática señalaban las monedas que Francisco Franco era “Caudillo de España”?

A todos cuantos sostienen la peregrina teoría que atribuye al líder del PSOE la responsabilidad de la situación actual de la política española, les convendría leer lo escrito ayer por la profesora de Ciencia Política Astrid Barrio en “El Periódico de Catalunya”: “Como su nombre indica, la oposición hace oposición. Y una cosa es ejercer una oposición responsable y otra cosa diferente es contribuir al nacimiento del Gobierno”. Está claro que la misión de la oposición no consiste en favorecer la formación del Gobierno, ni tan siquiera de forma pasiva. Por consiguiente sobran todas las peticiones y solicitudes, todos los requerimientos, todas las exigencias, y ni que decir tiene que sobre todo los chantajes, con que no solo Mariano Rajoy y con él todo el PP, sino gran número de editorialistas, analistas políticos, opinadores de todo tipo e incluso algunos antiguos dirigentes socialistas, siguen su asfixiante presión sobre Pedro Sánchez para doblegarle y domeñarle, esto es para que el PSOE permita la reelección pres¡dencial de Rajoy, aunque sea tan solo con su abstención.

“No es no”, viene repitiendo la dirección socialista desde hace meses. Y llevan toda la razón. La ya casi segura no investidura de Rajoy será responsabilidad única y exclusiva del mismo Rajoy. Compartida solo con su propio partido, el PP. Porque en sus cuatro largos años de presidencia Rajoy no se basó de forma legítima en una mayoría absoluta sino en una mayoría absolutista, que impuso al resto de fuerzas políticas españolas leyes, decretos y formas de actuación que solo contaron con el apoyo del PP. 

Por mucho pacto que el PP haya firmado ahora con Ciudadanos, la continuidad en el Gobierno de Rajoy o de cualquier otro dirigente del PP significa el continuismo de las mismas políticas conservadoras, ya que dicho pacto no rectifica ni corrige nada de lo impuesto de forma absolutista en estos cuatro últimos años, no contempla ni tan siquiera modificaciones legales tan regresivas como la reforma laboral, la contrareforma educativa o la conocida como “ley mordaza”, entre muchas otras. Este pacto no contempla tampoco ni tan solo el simple inicio de un proceso de reforma constitucional, algo que a todas luces es ya absolutamente urgente e imprescindible, y no solo en materia territorial a causa sobre todo del importante conflicto abierto en Cataluña, sino también por la más que necesaria adaptación a la realidad actual de un texto escrito hace ya cerca de cuarenta años y en circunstancias muy especiales, en la transición de la dictadura a la democracia. 

Ni Rajoy ni el PP pueden llevar a cabo la necesaria regeneración democrática e institucional de España, como lo demuestran las caras de satisfacción de los investigados por corrupción una vez conocido el pacto suscrito por Rajoy y Rivera.

Pero existen también otros motivos importantes que obligan a los socialistas a seguir oponiéndose a la investidura de Mariano Rajoy. Si el PP consiguió una mayoría absoluta de hasta 178 votos para elegir a Ana Pastor como nueva presidenta del Congreso de Diputados, ¿por qué ahora no consigue más que una minoría absoluta de 170 votos en apoyo de Rajoy? ¿Es esto acaso culpa del PSOE? ¿Tal vez el PP ha hecho alguna oferta política de verdad a los socialistas, no con vanas promesas ni con ofertas de poltronas sino con claros y firmes compromisos de modificación de las políticas que ha impuesto el Gobierno de Rajoy durante estos últimos cuatro años?

“No es no”. Y este “no” es compartido no solo por quienes votaron socialista sino por cerca de 14 millones de ciudadanos de nuestro país que se merecen respeto. Un respeto que debería hacer posible, por muy difícil que parezca, la articulación de una mayoría parlamentaria alternativa que sea capaz de llevar a cabo políticas de regeneración y progreso.