No es la primera vez que sostengo que en democracia es tan importante el fondo como las formas. El contenido de lo que se plantea como la manera de plantearlo. La pseudoconsulta planteada por la dirección del PSOE a su supuesta militancia es una falta de respeto a los criterios democráticos más básicos. Hablo, en primer lugar, de las formas.

La pregunta, totalmente tramposa, busca obtener un cheque en blanco que respalde lo que ya ha sido acordado sin consultar. Además, es tan abierta que resulta peligrosa, puesto que se supone -según tratan de explicar- que, a pesar de que a día de hoy solamente se haya configurado un pacto específico con una formación política de centro derecha, la puerta quedaría abierta para que se sumen otras fuerzas. Por eso se habla en plural de las formaciones políticas, siendo ya un hecho que no encaja con la realidad en el momento de plantear la consulta.

Además, se habla de un gobierno progresista, cuando a día de hoy y con esta propuesta sobre la mesa, las formaciones políticas de izquierdas han dado un portazo claro a cualquier tipo de acuerdo en torno a este documento. Por lo tanto, queda claro que, de sumarse algún partido a este acuerdo, serían opciones que se ubican a la derecha del PSOE.

Añade también un factor de chantaje, dando a entender que si se votase en contra de esta trampa de consulta, se estaría en contra de tener un presidente de gobierno del PSOE (y he rehusado en conciencia a utilizar el término "socialista" porque con este acuerdo Pedro Sánchez demuestra no serlo).

Se mezcla, de manera interesada y ladina, un concepto detrás de otro, sin llegar a concretar nada y tratando de manipularlo todo. Algo que en democracia resulta oscuro, insultante y traidor hacia los principios de transparencia y seguridad que debería tener una pregunta de tanta envergadura.

El proceso, igualmente, es lamentable. No se conoce el censo de afiliados al PSOE. No hay manera de conocerlo, puesto que no existe mecanismo que esté tasado por órganos independientes que puedan garantizar la veracidad de los datos aportados. De hecho, son muchos los afiliados que habían causado baja de la organización y que votarán, aún sabiendo que no deberían hacerlo. Una puesta en evidencia de que el censo está totalmente descontrolado y que solamente es conocido y manejado por quienes tienen un interés especial en el resultado positivo de esta consulta. Evidentemente, cuando se quiere hacer una pregunta valorando la honestidad en la respuesta, debe garantizarse que el proceso ha de ser lo más pulcro posible. En este caso se ha querido que no fuera así. El número total de afiliados al PSOE es un número secreto, que sube y baja según interese.

Sirva como ejemplo que durante la Conferencia Política celebrada en 2013 se hablaba de unos 200.000 afiliados; durante las Primarias a Secretario General la cifra se supone que descendió levemente. En declaraciones recientes de un periodista de reconocido prestigio, Gabilondo, se hablaba de unos 100.000 afiliados, para posteriormente ser más de 400.000 según palabras del Secretario General. Todos estos datos han sido dados en medios públicos de comunicación, por lo que el lector puede buscarlos y comprobarlo.

En el Comité Federal se planteó la cuestión a la dirección del partido, obteniendo siempre el silencio por respuesta. Nunca hubo manera de saber el número oficial de afiliados, y mucho menos, un método que sirviera de garantía al respecto. Por lo tanto, cabe decir que sin un número claro de votantes, los porcentajes de abstenciones, de mayorías y minorías resultan bastante inconsistentes. 

Prácticamente todos los responsables del PSOE están haciendo campaña por el SI al acuerdo con Ciudadanos. Sí, con ese partido político que durante la campaña resultaba ser el nuevo PP, la nueva derecha, incluso peor que la tradicional por ser más radical en sus posiciones (palabras del Secretario General en casi todos los mítines de campaña electoral, hace apenas dos meses). Llama la atención cómo en los artçiculos de prensa firmados por el Secretario de Organización, así como en los vídeos promovidos por distintos dirigentes no se aporta ni un sólo argumento que haga referencia al contenido del acuerdo. Una retahíla de frases hechas, argumentos vacíos y ninguna razón política que acredite que el PSOE no ha dejado de defender sus principios. Y es evidente el por qué: las primeras críticas que se hicieron el mismo día de la publicación del acuerdo denunciaban que se estaba rebajando el despido de los
trabajadores. Antonio Hernando salió a continuación en los medios de comunicación para acusar de mentir a quienes defendíamos tal posición (él concretamente acusó a Podemos, pero fuimos muchos los que defendimos los mismos argumentos que la formación morada). Horas después tuvo que reconocerse que, efectivamente, el texto del acuerdo publicado sí recortaba derechos laborales y abarataba el despido, pero que había sido un error al redactarlo, y que no se habían dado cuenta hasta ese momento.

A día de hoy todavía no se ha pronunciado el Señor Hernando ni si quiera con una leve disculpa al haber llamado "mentirosos" a quienes resultó que decían la verdad.

Ha habido críticas por parte de algunos dirigentes socialistas que han manifestado ya su voto en contra del acuerdo. ¿Los motivos? Se niegan a apoyar la desaparición de las Diputaciones Provinciales. Y no es casualidad que, precisamente, quienes sostienen este argumento, sean los que a día de hoy se encuentran en ellas.

No se pronuncian sobre la reforma laboral en detrimento de los trabajadores, ni en la privatización encubierta del sistema de sanidad público, ni en la desatención a ciudadanos extranjeros sin papeles (únicamente atendidos en urgencias y en caso de embarazos).

Se plantea que dentro de la sanidad pública pueda mantenerse la convivencia de ésta con la subcontratación privada. Dicho de otro modo: en lugar de separar lo público de lo privado, se le abre la puerta de atrás a la gestión privada con dinero público. Todo un proceso de llenarle los bolsillos a los empresarios privados a costa del erario público que sostenemos entre todos los ciudadanos españoles con nuestros impuestos. Un chollo para las empresas sanitarias en detrimento de las instalaciones y del personal del servicio público.

No se planta cara al copago sanitario y la redacción a este respecto es peligrosamente vaga.

No se escuchan críticas a la vaguedad en términos relativos a la bajada del IRPF o a la subida del Salario Mínimo Interprofesional.

El PSOE proponía en campaña la subida del 5% del SMI y se reía de la propuesta del 1% del Partido Popular. ¿Sabe el lector en cuánto queda la subida del SMI en el pacto con Ciudadanos? Sí, en un 1%. Sin rubor.

Se plantea, además, apoyar con dinero público a aquellos empresarios que paguen salarios irrisorios a sus empleados. Por lo tanto, lejos de exigirle a estos empresarios un reparto de la riqueza generada por sus negocios, se plantea que seamos todos los ciudadanos los que garanticemos que su empresa seguirá pagando lo mínimo a los trabajadores para obtener beneficios que luego se repartirán sus jefes.

No se contempla de ninguna manera el planteamiento de un sistema electoral más justo y equitativo.

No se plantea una Unión Europea que fortalezca sus inexistentes pilares sociales, sino más bien, mantener los desequilibrios existentes y aplaudir medidas como el Plan Juncker que tantas dificultades encontró desde la bancada de los socialistas europeos. "Se intentará, se planteará, se propondrá...." y ningún acuerdo de acción concreta al respecto de refugiados, conflictos internacionales, compraventa de armamento o petróleo.

Es un texto árido, confuso en demasiados puntos, y a pesar de contar con interesantes propuestas que cualquiera podría defender, cuela otras que sin duda ponen en peligro el Estado de Bienestar y los principios que cualquier socialista debería defender sin fisuras.

¿Por qué se ha presentado con tanta ceremonia un acuerdo que en realidad no tiene un respaldo aritmético para conseguir una investidura? ¿Qué se encierra detrás de esta precipitada decisión? 

Queda claro que el posicionamiento inesperado de la dirección del PSOE busca calmar a ciertas fuerzas del poder, y lo que es más llamativo: asume que aunque no se consiga la investidura, este pacto irá hasta el infinito y más allá. ¿Para qué este pacto de sangre? ¿A quién calma este bálsamo neoliberal?

Si finalmente se celebrasen de nuevo elecciones, con este episodio, el PSOE debe asumir que sin un sentido comprensible, se ha pegado un tiro en el pié.

Podrán cargarse el PSOE, dirigientes, pero no el socialismo. Por mucho que utilicen su nombre en vano. La Izquierda no encuentra motivos para semejante atropello, para esta pequeña coalición con la derecha. Y la ciudadanía, de ponerse en marcha con el apoyo pasivo o activo del PP, sufrirá las terribles consecuencias.