Una de las consecuencias más graves del cambio climático es el avance de la desertización y la proliferación de las sequías en amplias regiones del planeta, como el área del Mediterráneo.

Según informaba esta semana la ONU con motivo del Día Mundial de la Lucha contra la Desertificación y la Sequía, celebrado este pasado lunes 17 de junio, en 2025 (es decir, dentro de 6 años) casi dos mil millones de personas vivirán una escasez absoluta de agua.

Además, dos tercios de la población mundial no dispondrán de suficientes recursos hídricos ni tendrán garantizado el acceso al agua potable y de saneamiento, considerado por la propia ONU como un derecho humano universal. 

Los Objetivos de Desarrollo Sostenible dedican un apartado especial a la lucha contra la desertización al denunciar que actualmente cada año desaparecen 13 millones de hectáreas de bosque, mientras que la degradación persistente de los suelos en amplias regiones del planeta está provocando la desertificación de 3.600 millones de hectáreas anuales.

El propio Secretario General de la ONU, el portugués António Guterres, declaraba esta misma semana a través de su cuenta de Twitter que “La desertificación, la degradación de la tierra y la sequía son graves amenazas que afectan a millones de personas en todo el mundo, por lo que urge proteger los recursos hídricos y restaurar los suelos afectados para promover un crecimiento económico más sostenible, hacer frente a la emergencia climática global y atenuar la migración forzada derivada de todo ello”.

Según los informes elaborados por la Convención de las Naciones Unidas para Combatir la Desertificación la migración irá en aumento a medida que avance la desertificación de las regiones más afectadas por las sequías. La propia ONU estima que, para 2045, el avance de la desertificación será responsable del desplazamiento de unos 135 millones de personas.   

En todo caso conviene aclarar que la desertificación no consiste en el avance del desierto sino en la degradación de los suelos como resultado de actividades humanas y las alteraciones del clima hasta transformar las tierras fértiles en zonas áridas, semiáridas y subhúmedas, unos suelos con escasa o nula capacidad para el aprovechamiento agrícola y en los que desaparece la cubierta forestal.

Entre las principales causas de la pérdida de suelo fértil están el avance del cambio climático, la sobreexplotación de los acuíferos, la especulación urbanística, la falta de medidas políticas para proteger el suelo, la deforestación, el pastoreo excesivo y las malas prácticas agrícolas.

Según declaraba Ibrahim Thiaw, secretario ejecutivo de la Convención de la ONU, este lunes “De lo que se trata es de restaurar y proteger la frágil capa de tierra que nos sirve de sustento, una pequeña superficie en su mayor parte agotada que solo cubre un tercio del planeta y que debemos compartir con el resto de especies terrestres”.