José María Pérez Sánchez, alcalde por el PP de Pilar de la Horadada, Alicante, no se pierde en inútiles divagaciones filosóficas sobre porqué está en política. A la semana de tomar la vara de mando de la alcaldía, su primera medida ha sido subirse el sueldo un 160%, pasando de los miserables 19.950 euros anuales que cobraba su inocente predecesor, a unos mucho más espléndidos 51.800 euros. Pero como el cargo no exige dedicación exclusiva, don José María seguirá dirigiendo su negocio floral, del que presume entre sus conciudadanos que lo ha hecho rico.

Si José María Pérez Sánchez tuviera que negociar con Pedro Sánchez Pérez su apoyo a la investidura a presidente del Gobierno, no duden ustedes de que encontraría la manera rápida de llegar a un acuerdo beneficioso para ambos. Porque el recién estrenado alcalde de Pilar de la Horadada es, como todo genuino dirigente de la derecha, un hombre de negocios. 

Los partidos conservadores llegan con tanta facilidad a acuerdos para repartirse el poder, porque tienen meridianamente claro que es un paso imprescindible para otros repartimientos posteriores. Por supuesto, que entre los partidos de izquierda también hay muchos José María Pérez, pero a diferencia de lo que ocurre entre la derecha, la militancia suele tener poca simpatía por ellos y algunos acaban migrando a sitios donde sus dotes comerciales son más apreciadas.

Celestino Corbacho, que fue alcalde de Hospitalet muchos años y ministro socialista, afortunadamente, sólo unos pocos, es buena muestra de lo que les digo. En sólo un año ha pasado de ser militante socialista a acompañar a Manuel Valls en su candidatura a la alcaldía de Barcelona, para abandonarlo dos semanas después de las elecciones, y así poder cobrar un sueldo en la Diputación de Barcelona de la mano de Ciudadanos. Y el año todavía es joven, así que no descarten ustedes su paso fugaz por el PP camino de VOX, si la prima lo merece.

La vena mercantil de algunos está tan desarrollada, que por ella puede circular sangre de cualquier color. Junts per Catalunya, el partido de Carles Puigdemont y Quim Torra, pese a que co-desgobiernan Catalunya de la mano de ERC y tienen el objetivo común y supremo de la Independencia, no ha tenido ningún problema en llegar a un acuerdo con los que ellos mismos consideran botiflers (traidores) del PSC. La alianza para repartirse cargos y sueldos se ha dado, como en el caso de Corbacho, en la Diputación de Barcelona. La excusa, toda estrategia comercial obedece a una, es que ERC les había privado de algunas alcaldías importantes como la de Sant Cugat, pero la realidad es que la paga de muchos dependía de ello.

Si todos tuvieran tan claro como José María Pérez Sánchez o Celestino Corbacho para qué sirve la política, las negociaciones serían rápidas, los gobiernos mucho más estables y los ciudadanos... ¿a quién demonios le importan los ciudadanos?