En España los buques de guerra tienen sin duda relación con la Corona, pero no se reflejan en la nomenclatura general sino en la particular.

Los barcos de la Armada Española tienen fundamentalmente una numeración y unas iniciales que definen su función militar (F-7, fragata que llegó a la Armada la 7ª) y un nombre propio que también ostenta la marinería en sus gorros. Aquí suele aparecer (de vez en cuando) la Casa Real.

Hasta el problema de los Duques de Palma, todo parecía ser simplemente una tradición de los marinos. Pero ahora se han complicado las cosas y habrá que pensar un poco más cómo se denominan los buques de la Marina española.

¿Se puede dar el nombre de alguien de la Familia Real a un buque de la Armada? ¿Qué pasaría si la persona que da nombre al buque resulta imputada por la Justicia o, peor, condenada?

La cosa no es de ciencia ficción, es una realidad posible en la Marina de Guerra que ya se debería andar pensando.

En España hay dos buques de Guerra que llevan por nombre los de las Infantas de España. Hay más nombres reales, pero estos son los que me ocupan hoy. Repasemos.

En 1980 se incorporó a la Armada la fragata “Infanta Elena”: la F-33. Pronto fue considerada corbeta, reduciéndose un poco más su denominación en nuestros días hasta considerarse una Patrullera de Altura, la P-76.

Ese mismo año 1980 también se incorporó a nuestra flota la fragata/corbeta “Infanta Cristina”: la F-34. Pasó en su momento a considerarse, también, Patrullera de Altura con la numeración P-77.

Hoy lo que me preocupa es esta patrullera que lleva el nombre de una persona de la familia real que se puede (se puede) encontrar un día ante un juez de lo Penal.

Comprendo que la Armada tiene una tradición que le ha llevado a dar nombre de personas de la familia real a sus buques de guerra. Es muy difícil criticar algo que en una democracia impecable como la británica acepta ¡nada menos! que los buques de guerra sean “propiedad” del rey (o la reina), pero alguna prudencia habría que incorporar a esta histórica costumbre de dar ciertos nombres a los buques de guerra españoles.

Naturalmente que deseo que el caso Urdangarin termine como la Justicia determine que debe terminar. Incluida la infanta Cristina. Pero convendría que la Armada Española frenase un poco su entusiasmo nominalista monárquico: el nombre de un buque de Guerra de la Marina Española no puede tener su nombre en riesgo de honor. En su labor y en combate hará lo que deba hacer y allí analizaremos su acción, pero que, simplemente , cuando el buque está amarrado tenga problemas de imagen por el nombre que ostenta, no debería ser aceptable.

Mejor recordar héroes muertos que arriesgar con vivos.

El nuevo Jefe de Estado Mayor de la Defensa es marino: que dedique unos minutos a pensar en los futuros nombres de la Flota; no sería perder el tiempo.

Luis Solana es militante socialista y promotor de Nuevas Tecnologías
www.luissolana.com