Es lógico que, en los siglos y a lo largo de la vida, podamos adquirir una mejor comprensión del cosmos, de la naturaleza, de los hechos, de las personas. Es puro regalo de las ciencias y las nuevas investigaciones. Quien se resiste al cambio o se ancla en la condena es porque se ha parado en el pasado. Y el pasado no es todo el saber.

Sobre los orígenes de Yeshua: Jesús de Nazaret, llamado Cristo o Mesías, escriben Mateo y Lucas, los primeros biógrafos de Jesús. (Marcos y Juan no dicen nada). Leemos en Mateo (2,2): “Jesús nació en Belén de Judá en tiempos del Rey Herodes”. Y en Lucas (2, 2-7): “José, subió desde la ciudad de Nazaret a Belén para inscribirse con su esposa María, que estaba encinta. Estando allí le llegó el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito; lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no encontraron sitio en la posada”.

En el relato de Mateo vemos que la familia se traslada desde su residencia de Belén a Nazaret. En Lucas, la familia se traslada desde su residencia de Nazaret a Belén para una estancia temporal y luego regresa “a su casa” de Nazaret. Dos relatos contrapuestos. Pero ambos hacen nacer a Jesús en Belén, que es donde tenía que nacer el Mesías de la estirpe davídica y por lo mismo su narración sirve para que se le reconozca en vida como descendiente del rey David. ¿Qué podemos decir a la luz de los estudios actuales?

Los textos de Mateo y Lucas son los únicos que se ocupan de la infancia de Jesús y cuando tratan de formular la tradición sobre este particular no disponen ya de testigos oculares pues habían muerto. Según Mateo el anuncio de la concepción virginal de Jesús se le hace a José; según Lucas se le hace a María. Lucas no recoge con exactitud lo que la ley establece sobre la purificación de la mujer que ha dado a luz y la aplica innecesariamente a José y lo hace ir al templo para pagar con pichones y palomas el rescate de la purificación cuando el pago se hacía con cinco siclos; el censo mencionado por Lucas, decretado por César Augusto y que tuvo lugar siendo Quirino gobernador de Siria, se hizo en el año 6-7 d. C. en Judea y no en Galilea como dice, etc.

Esto indica que los dos relatos –divergentes- ser tomados con cautela y no atribuirles sin más un valor histórico. No obstante, tanto Mateo como Lucas coinciden en un hecho histórico: Jesús nace al final del reinado de Herodes el Grande, hacia el 6-7 de nuestra era.
Resuelto el problema del nacimiento de Jesús en Belén, ninguno de los dos evangelistas vuelven a acordarse más y, sin embargo, sí que hablan en otras partes de Jesús el Nazareno o Jesús el Nazoreo.

Unido a este punto, está el de la concepción virginal de Jesús. Sobre él, escribe el renombrado exegeta católico John P. Meier: “Por sí sola, la investigación histórica crítica carece simplemente de las fuentes y los medios necesarios para llegar a una conclusión definitiva sobre la historicidad de la concepción virginal como la narran Mareo y Lucas. La aceptación o rechazo de la doctrina estará condicionadas por las ideas filosóficas y teológicas de que se parta, así como por el peso que se conceda a la enseñanza de la Iglesia “ (Idem, Tomo I, pg. 236) . “Las líneas generales de la primitiva predicación cristina, que se reflejan en los Evangelios de Marcos y Juan, en los sermones de los Hechos y en los credos e himnos primitivos de las epístolas neotestamentarias, no recogen nada de los acontecimientos de los relatos de la infancia” ( John P. Meier, Un judío marginal, Tomo I, pg. 223).

Lo que hoy sabemos , referente a los relatos de la infancia de Jesús es que, a semejanza de cómo se hacía en el mundo antiguo con otros personajes y héroes, son composiciones orientadas a probar que en Jesús se cumplieron diversos anuncios y profecías del Antiguo Testamento, confirmando de esa manera su condición de Mesías.

Jesús, con toda probabilidad, nació, creció, trabajó y se formó en Nazaret. Pero no sabemos muy poco acerca de las circunstancias concretas de su nacimiento, lo cual lejos de aminorar enaltece la particularidad de que él desarrolló los primeros años de su vida y de su primera juventud en el anonimato, en un lugar pobre, de nula relevancia. Que pudo nacer en Belén es lo menos probable históricamente.

Como seguro y significativo tenemos que Jesús nació Nazaret. Y hoy sabemos cómo era en aquel entonces la vida en Palestina, en pueblos pequeños y periféricos como Nazaret y Belén, su pobreza y marginación y su sujeción al imperio romano. Puestos , por tanto, a conocer lo más próximamente el nacimiento de Jesús, en Nazaret según lo más probable; y en Belén según lo cuentan Mateo y Lucas, el relato más verosímil y congruente de lo ocurrido en Belén, a tenor de los expertos, no sería el de que José viajó a Belén con su esposa y llegados allí no encontraron un albergue para que ella dara a luz y lo hizo en una cueva. Lucas dice: “Mientras estaban en Belén, a María se le cumplieron los días del alumbramiento” (Lc 2,7). No consta en ninguna parte, que la pareja fuera buscando de casa en casa y de posada en posada, según se ha dicho apoyándose en la frase “porque no tenían sitio en el alojamiento”.

Una lectura real nos hace saber que la palabra griega kalyma, que dío pie a una lectura falsa, significa una habitación reservada de la casa y no una posada. En Palestina, todas las casas tenían una habitación única, central, donde había de todo y donde, llegada la noche, se extendían las esteras para dormir. Junto a esta sala principal, en todas las casas había una pequeña habitación reservada para eventuales huéspedes y proteger la privacidad. Servía sobre todo para cuando en la casa había alguna parturienta, pues por ley cuando una mujer daba a luz quedaba impura y todo lo que tocaba –objetos, personas, etc.- quedaba impuro (Lev 15,19-24). Quedaba, por tanto, aislada socialmente, no podía relacionarse con nadie hasta tanto efectuara los ritos de purificación. Esta es la razón de que esa habitación -la kalyma- estuviera reservada para la mujer que acababa de ser madre.

Se entiende, por tanto, que si Lucas dice que “no había lugar en la kalyma”, se refiere a esa habitación y no a una posada.
José, al enterarse del censo decretado por el emperador, decidió volver a Belén, pues era de allí. No era obligatorio para María ir a empadronarse. Por lo cual, estando ella en estado de gravidez, si José decide llevarla consigo es porque piensa que en su casa hay lugar para ella y podrá alojarse unos días y contar con el apoyo de parientes y amigos. Se entiende perfectamente que José,- consciente de que el viaje desde Nazaret suponía unos diez días por caminos largos y accidentados- no dejara las cosas para el último momento, para no encontrarse con dificultades innecesarias. En su plan entraba quedarse unos días en Belén.

Viajarían, pues, a Belén. “Y estando en la casa de José se cumplieron para María los días del alumbramiento (Lc 2,6). ¿Qué pasó entonces?

Habían llegado, con ocasión del empadronamiento, belemitas de todas partes, que tenían que buscar habitación en albergues o casas particulares. José era uno de los que debía dar alojamiento en su casa a parientes y amigos llegados de lejos, utilizando incluso la habitación reservada, la kalyma. Y, entonces, María que está próxima al parto no podía dar a luz en la habitación reservada, sería molestada y no podría proceder discretamente. Y como todas las casas tenían su establo (gruta), José y María deciden retirarse a él. Y allí, en el establo de su propia casa, debidamente preparado y adecentado, María dio a luz a un niño. Las demás mujeres la ayudaron a envolverlo en una frazada; y como cuna, tomaron un pequeño pesebre, es decir, un receptáculo donde se ponía el alimento para los animales domésticos, lo limpiaron bien, le colocaron heno fresco y lo cubrieron con un paño o mantita.

Es esto lo que se deduce, si leemos el texto, que correctamente traducido ahora dice: “Y dio a luz a un hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían lugar en la habitación privada de la sala” ( Lc 2,7).

Lo más probable es –no hubiera cambiado mucho si lo hubiera hecho en Belén- que Jesús nació en Nazaret, donde pasó lo más largo de su vida, sin ningún relieve social, en el anonimato, viviendo en la sencillez del trabajo diario como uno más de sus paisanos y vecinos, haciendo verdad lo que escribe el apóstol Juan: “Allí acampó entre nosotros y el amor y la lelatad se hicieron realidad (Jn 1,14-18).

Esta Noticia, transmitida por siglos y celebrada variadametne en nuestra vasta cultura, es para hoy también Buena Noticia. El giro singular dado a la historia por el Nazareno ha marcado a muchas generaciones y ha sido razón y clave de sentido para la vida de millones y millones de seres humanos. Y lo sigue siendo para el crucial momento de nuestra crisis actual.