Pablo Casado decía este jueves que su viaje a Bruselas, la capital comunitaria, ha causado "conmoción". El líder del Partido Popular se reunió con la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, para quejarse por la reforma del poder judicial que propone el Gobierno y, de paso, poner en cuestión la llegada a España de las ayudas económicas de la Unión Europea para hacer frente al Coronavirus.

No es que Casado se oponga a que lleguen a España las decenas de miles de millones de euros que ha prometido la UE, sino que está dispuesto a hacer lo imposible para que cuando lleguen sea el PP quien los "administre" (guiño, guiño, codo, codo). Por eso, en estos momentos la única prioridad del Partido Popular y de su hermano iracundo, VOX, es recuperar el poder al precio que sea.

Si para conseguirlo se ha de sacrificar la vida de una parte de la población, como se le escapó a Isabel Díaz Ayuso hace unos días: "No se trata de confinar al 99% de los ciudadanos para que el 1% se cure", no les temblará la mano. Tienen mucho que ganar si consiguen el poder antes de que llegue el grueso de las ayudas y mucho que perder en caso contrario,  mientras siguen cayendo las innumerables causas penales que tienen pendientes. Incluso, imagínense ustedes, algún día se podría acabar por descubrir quien es el misterioso M. Rajoy que aparece en los papeles de Bárcenas.

Siguiendo la estela de su admirado Donald Trump, han hecho bandera de la mentira y de la descalificación. Todo vale, incluso las ya nada veladas amenazas como las que estos días han difundido por las redes sus matones de VOX: "Derogad la memoria histórica. Primer aviso". No sabemos exactamente lo que ocurrirá cuando llegue el tercer aviso, pero los dirigentes de la derecha española sueñan, como hace ochenta y cuatro años, con que en España empieza a amanecer.