Dice Milan Kundera en La insoportable levedad del ser que los perros son lo que nos une al paraíso, porque son totalmente ajenos al odio, a la amargura y al descontento. Quien conviva o haya convivido con alguno de ellos entenderá muy bien al gran escritor y pensador checo, como yo le entiendo; porque estar cerca de un perro es tener cerca el amor incondicional, la bondad y la inocencia más profunda.

Leyendo hace unos días me encontré con una idea de Fred Wander que probablemente se acerque mucho a la verdad y que expone que no sabemos nada del amor si no queremos a los animales. Es nuestro gran pecado, el gran desprecio que les dedicamos y el gran daño que les provocamos, un desprecio que, como dice Kundera, es donde comienza la gran debacle del ser humano. Y los que nos venden la moral a precio de oro guardan, al respecto, un elocuente silencio, quizás porque el antropocentrismo que difunden y la fábula absurda de la creación contribuyen a esa debacle.

El lunes amanecíamos con una noticia muy triste que ha calado en muchos de nosotros y que se hizo viral en las redes sociales en sólo unas horas. El partido animalista PACMA ha denunciado a un cazador en Chantada -Lugo- que fue grabado por un testigo arrastrando por una carretera, atada a una cuerda, a una perra a la que previamente había apaleado y disparado con una escopeta. Una protectora de la provincia, Mundo Vivo, difundió las imágenes, terribles imágenes que muestran lo peor y lo más miserable de esta especie que llamamos humana, y aclaró que se trata de una perrita que acababa de tener cachorros, y que estaba en estado muy grave tras ser operada de urgencias por un disparo y varios traumatismos severos.

Se han cruzado varias circunstancias para que este caso salga a la luz pública: un ciudadano decente y empático que se compadeció del animal y grabó la escena dantesca, una protectora que se encargó de difundir esas imágenes, una asociación animalista que reaccionó al encontrar las imágenes, y un Partido animalista comprometido por cambiar una situación canalla, inmoral y de absoluta impunidad para los maltratadores de animales en España.

Mientras escribo este texto me he enterado de que la perrita, que se llamaba Alma, no ha podido superar las heridas y ha muerto el mismo martes, sin que los profesionales veterinarios que la han atendido hayan podido hacer nada por salvarla. Deja a varios cachorrillos que están siendo atendidos por la asociación Ayuda Alimentaria Animalista, desde donde prometen que “tendrán una vida totalmente distinta a la de su madre, conociendo el cariño y no el sufrimiento, el calor de una casa y no el dolor de la calle, la saciedad y no la hambruna”.

Ojalá fuera Alma el único animal que pasa su vida entera siendo maltratado y torturado. Casos como el de Alma ocurren desgraciadamente todos los días y en todos los lugares de este país asquerosamente torturador y maltratador. ¿Cómo vamos a esperar respeto a los animales si algunos llaman a la tauromaquia cultura, a los torturadores los llaman toreros o “maestros”, para más inri, y del dinero de todos se financia de manera insultantemente millonaria a ese espectáculo sangriento que debería ya estar abolido y superado? ¿Qué argumento justifica condenar al psicópata que ha asesinado a la pequeña Alma si con dinero de todos se financia, se televisa y se defiende la crueldad y la tortura de la aberración que llaman tauromaquia?

El actor Dani Rovira hace dos años afirmaba que sentía vergüenza de pertenecer al país en el que se siguen celebrando corridas de toros. Fue muy criticado por ello. Claro, vivimos también en el país de los patriotas, esos que ponen su fe ciega en la defensa de su patria porque carecen de espíritu crítico y no tienen otra cosa razonable donde ponerla. Suscribo las palabras del actor; me avergüenzo profundamente de pertenecer a este país insensible, cruel y torturador, heredero de la Inquisición, que ha sido incapaz de superar el apego a la bestialidad y la barbarie, y que es incapaz de percibir que la crueldad contra los seres indefensos también es crueldad, además de una inmensa e imperdonable inmoralidad. A la vez me siento enormemente orgullosa y afín a tantas personas que luchan en España por salir, en este aspecto además de en numerosísimos otros, del apego a la crueldad que nos rodea y del tercermundismo emocional e ideológico en el que nos encontramos. Ellos y ellas son los verdaderos patriotas.

Ojalá el caso de la pequeña e indefensa Alma sirva como modelo que nos conciencie a todos de la necesidad de cambiar de paradigma, de dejar de permitir tanta maldad, de exigir un cambio contundente en el Código Penal que, vergonzosamente, deja prácticamente impune a cualquier maltratador de animales. Con apenas unos cientos de euros cualquier psicópata sale libre de barbaridades como ésta u otras peores. PACMA está recogiendo firmas para exigir al nuevo Gobierno un endurecimiento de las penas por maltrato animal.

Que descanse en paz la pequeña Alma, y que descansen en paz tantos otros seres que pasan por situaciones similares o sufren la desgracia de ser víctimas indefensas de las garras humanas.