Con las reservas de agua embalsada al 52% de su capacidad total, casi veinte puntos por encima del año pasado y superando la media de los últimos diez años, a muchos les podría parecer que el fantasma de la sequía se aleja en el horizonte.

Sin embargo, haríamos bien en ser previsores y gestionar desde la máxima responsabilidad este efímero patrimonio, pues como nos recuerdan los científicos que estudian la evolución del cambio climático, en el área mediterránea los episodios de sequía serán cada vez más recurrentes y severos.

Hacer un uso sostenible de esos treinta mil hectómetros cúbicos de agua que nos han legado las borrascas otoñales es responsabilidad de todos. De las administraciones que deben establecer y regular unas normas de uso basadas en la gestión responsable de la demanda, de las compañías responsables de gestionar el ciclo integral del agua desde la máxima eficiencia, y de los consumidores, que somos quienes en último caso determinamos en gran medida la sostenibilidad del recurso con nuestras pautas de consumo.

Y para lograrlo es imprescindible la colaboración de todos. Compartiendo el conocimiento adquirido en base a la experiencia, recurriendo al empleo de la mejor tecnología y los mejores equipos profesionales, trabajando en red desde el máximo compromiso social, reduciendo el impacto ambiental de todas las actuaciones y garantizando los caudales ecológicos de los ríos y la conservación de los ecosistemas acuáticos.

Hacer un uso sostenible de esos treinta mil hectómetros cúbicos de agua que nos han legado las borrascas otoñales es responsabilidad de todos

Una colaboración basada en el respeto al agua. Porque el respeto debe ser la característica común a la hora de utilizar este recurso que es mucho más que un recurso, porque el agua es la vida. Con independencia del entorno en el que hagamos uso de ella, desde el ámbito doméstico al urbano, agrícola o industrial, debemos colaborar juntos para garantizarnos su abastecimiento.

Nuestra capacidad de resilencia al cambio climático va a depender en buena parte de la gestión que hagamos de nuestras reservas de agua. Una gestión que para ser sostenible, para que atienda nuestras necesidades actuales sin embargar las de las generaciones futuras, debe basarse en la colaboración.

Ahora que podemos mirar al presente del agua con algo más de optimismo que hace un año, pero sin olvidar la incertidumbre a la que nos condena el cambio climático, es necesario poner en valor el poder de la colaboración. Debemos colaborar desde todos los ámbitos, públicos y privados, para garantizarnos el derecho de acceso al agua: un derecho humano reconocido por la ONU que no basta con reclamar, sino por el que hay que unir esfuerzos poniendo en común objetivos.