Era la década de los noventa cuando Cuba había entrado en un “periodo especial” después de que el presidente norteamericano Ronald Reagan apretara aún más la tuerca del embargo a la isla socialista del Caribe bajo dominio de los hermanos Castro.

Asistí junto a Juan José Hidalgo, dueño de Air Europa y el único que decidió enfrentar la prohibición de los americanos de no volar a Cuba, a una cena a la que le había invitado el comandante en jefe de la Revolución. NO fue una sorpresa para mi descubrir a enorme personalidad de Fidel por cuanto yo me había leído casi todo de lo mucho que se había publicado sobre él.

Castro, ya entrado en años, estaba sumamente preocupado por cómo le tratara la Historia y de esto el patrón de Globalia no tenía la más mínima idea.

Ideales destrozados

El viejo guardían de la Revolución estaba convencido de que mientras el viviera su obra de medio siglo no corría peligro; pero estaba también convencido de que a su desaparición física el régimen estallaría por los aires. En ese sentido se puede afirmar que Castro era una persona extraordinariamente pesimista. Empezó siéndolo ya cuando el sistema soviético en el que se había apoyado durante muchos lustros quebró de forma estrepitosa y Mihail Gorbachov se convirtió ideológica en su enemigo.

Lo cierto es que la Revolución llegó al poder tras derrocar por las armas al corrupto y sanguinario Batista en medio de todo el apoyo de todo el pueblo. Poco a poco la deriva totalitaria de los Castro, tras abrazar sorpresivamente el comunista bajo la estela del marxismo/leninismo, hizo que muchos de sus comandantes iniciaran el camino del exilio o de la cárcel: Hubert Matos, Gutiérrez Menoyo y un largo etcétera. El desastre económico hizo todo lo demás. Más de dos millones de exiliados por el mundo y una miseria digna de mejor causa.

El futuro

Está por ver si el “castrismo” se evapora una vez liquidado por la muerte su fundador. Raúl a buen seguro va a permitir pocas bromas al respecto pero alguna seguro que habrá. Lo que es sustancial es que cuba se incorpore a a mayor rapidez posible al club del mundo libre.

basta con dar una vuelta por cualquier rincón de cuba para percatarse de la ambición del buen pueblo cubano en esa persecución de las libertades. Se equivocará donald trump si al llegar a la casa blanca se pone en plan imperior.

El pueblo cubano es muy orgulloso y además es orgulloso de ser orgulloso y cubano.